REACH: sustancias químicas peligrosas bajo la lupa comunitaria

Miles de ciudadanos trabajan diariamente con sustancias químicas peligrosas que, además de ser dañinas para el medio ambiente, pueden tener efectos nefastos para la salud de quienes las manejan. La Comisión Europea se ha propuesto impulsar el reglamento que empezó a andar en 2007 y que determina el uso de esas sustancias.

Se llama REACH: Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas. Dicho así parece muy complejo, en cierto modo lo es, pero en el fondo se trata de una herramienta básica para asegurar puestos de trabajo seguros en un entorno más transparente. Una regulación necesaria, que va a transformar los procedimientos de toda la industria química, pero que ahora avanza más despacio de lo deseado.

Hace poco más de dos semanas la Comisión Europea remarcaba la importancia del reglamento: «REACH es un paradigma de equilibrio entre los tres pilares del desarrollo sostenible: la competitividad, lo social y el medio ambiente. Ofrece un alto nivel de protección de la salud humana y del medio ambiente, y contribuye a fomentar la innovación, estimular la competitividad y a que las empresas puedan hacer frente mejor a las necesidades esenciales de los consumidores». Son palabras del comisario de Industria, Antonio Tajani, y de su homólogo en la cartera de Medio Ambiente, Janez Potocnik. REACH pone las reglas del juego: la industria química debe registrar las sustancias químicas que utiliza o que importa. Debe quedar claro que el uso que se hace de ellas es seguro. Si son peligrosas, el reglamento obliga a buscar alternativas o se abren las puertas a su prohibición.

¿Por qué es importante REACH?

Quizá todo esto suena lejano, pero no lo es. Estamos rodeados de productos que han sido fabricados a partir de sustancias químicas. Es el caso de la industria del papel, de la textil, o de aquellas empresas que fabrican detergentes, por poner ejemplos cotidianos. Estas industrias importan o utilizan sustancias que pueden ser muy dañinas para el medio ambiente y también para la salud de quienes las usan en el trabajo o las consumen como producto final.

El día 30 de noviembre REACH marca un alto en el camino para todas ellas. Es la fecha límite que tiene la industria para registrar las sustancias químicas que fabrica o utiliza en grandes cantidades -más de una tonelada al año- y que pueden resultar peligrosas. Sólo podrán seguir fabricando y comercializando productos que las contienen si están inscritas en el registro de la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA). Se crea una gran base de datos compartida entre autoridades comunitarias e industria química, que asegura más protección para consumidores y trabajadores y minimiza riesgos ambientales. Además, las empresas deben explicar documentalmente cómo manejan el riesgo que supone utilizarlas a diario.

El reglamento REACH también contempla la elaboración de una lista de sustancias candidatas a entrar en el proceso de autorización. Eso significa que algunas de ellas no se podrán comercializar ni usar si no hay el consentimiento expreso de la Comisión Europea. No habrá autorización si existe la posibilidad de usar alternativas menos nocivas. La lista es el centro de todas las miradas en la Agencia de Sustancias y Preparados Químicos porque es la que contiene las sustancias conocidas como «extremadamente preocupantes». Se calcula que existen hasta 1.500 sustancias susceptibles de ser incluidas en esta particular lista negra, según los criterios de REACH, pero hoy por hoy, se han sumado a la lista poco más de una treintena.

Y empiezan las críticas

Las fundaciones y sindicatos que están atentos al desarrollo de REACH no parecen satisfechos con los tiempos que están manejando las instituciones comunitarias. «REACH era fundamental para el sector de la industria química, pero ahora está avanzando a un ritmo muy lento. No podemos esperar años y años para que las sustancias peligrosas entren en la lista de candidatas y se avance hacia su prohibición. Nos estamos jugando demasiado», opina Tatiana Santos, desde el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS), vinculado a Comisiones Obreras (CCOO).

Desde el mismo sector, la Confederación Europea de Sindicatos afirma que 1 de cada 3 enfermedades laborales reconocidas en Europa es atribuible a la exposición a sustancias químicas peligrosas. Dicen que ni los estados miembros ni las instituciones comunitarias aceleran los trabajos de registro y evaluación de sustancias peligrosas ni el lobby de la industria química deja de presionar para ralentizar el proceso. Hay ejemplos claros.

Acrilamida es el más llamativo. Este es el nombre de una de las sustancias químicas más peligrosas para la salud que se utiliza a diario en muchas industrias. Había sido incluida entre las poco más de 30 sustancias prioritarias pendientes de ser autorizadas. Algunas empresas químicas consiguieron que saliera cautelarmente de la lista con un recurso ante el Tribunal General de la Unión Europea, integrado en el Tribunal de Justicia de la UE. Sustituir esta sustancia por otra podría resultarles muy costoso. Pero el tribunal ha vuelto a dar la razón a la Agencia Europea y la acrilamida vuelve a estar en la lista. Y allí viene lo más preocupante: esta sustancia se usa en la industria textil, en la depuración de aguas o en la sintetización de plásticos y pegamentos, pero además está presente en cosméticos y artículos de higiene personal. Puede ser cancerígena y tóxica para la reproducción, entre otras consecuencias sobre la salud. Hoy por hoy se sigue utilizando.

La urgencia de avanzar en la aplicación de REACH queda patente con ejemplos como el anterior. La Unión Europea lo tuvo claro cuando hace más de dos años impulsó el reglamento por primera vez. Es la gran ventaja de actuar a nivel comunitario: se abren las puertas a una industria química segura en todos los países miembros, con una regulación común en un sector especialmente complejo.

También está la cruz, porque hay que poner de acuerdo a más actores políticos y hacer frete a más intereses económicos. Es el reto en una cuestión que admite pocas esperas. La declaraciones de voluntades para acelerar la aplicación de REACH están allí, y ahora la Unión Europea debe dejar patente con acciones su compromiso con trabajadores y consumidores y con un futuro sostenible para la industria química. Marc Campdelacreu para euroXpress