Monarquías europeas, ¿en peligro de extinción o adaptarse a los nuevos tiempos?

Se esperaban lluvias pero al final no cayó ni una gota. A las 11 de la mañana de ayer en Reino Unido, tuvo lugar el evento social más importante del año y uno de los acontecimientos que seguro serán más comentados del siglo XXI, la boda del futuro heredero de la Monarquía británica, Guillermo de Inglaterra y la plebeya Kate Middleton, ex compañera de universidad.

La ceremonia, sobria y grandiosa, tuvo lugar en la abadía de Westminster y rememoró la época dorada de la Casa de Windsor, con todo el espectáculo british que el acontecimiento requería y al que asistieron más de 2.000 millones de telespectadores de todo el mundo desde sus casas.

El novio pone el anillo a la novia

El bajo aprecio que cuenta en Reino Unido el Príncipe Carlos, hijo de la Reina Isabel II y futuro rey, y los escándalos amorosos que tuvieron lugar hace unas décadas, parecen haber sido encubiertos por la creciente popularidad que Guillermo y Kate han alcanzado en toda Europa y que ha servido a la Monarquía británica como revulsivo para aumentar la simpatía de la sociedad por esta forma de gobierno.

La primera boda real 2.0

Para los detractores de la monarquía, la existencia de reyes, reinas, príncipes y princesas son conceptos de la época medieval, donde por obra de Dios y gracias a décadas de duelos con otros territorios, las Monarquías extendían o no sus reinados más allá de sus fronteras y durante siglos. Una institución milenaria que para muchos sorprende que aún siga existiendo como sistema de gobierno.

Sin duda, la boda de Guillermo y Kate, conservando la elegancia y grandiosidad que siempre han ostentado estos eventos reales, ha supuesto un punto a favor para este tipo de institución. Para los analistas, el futuro de las monarquías dependerá en gran parte de la capacidad de adaptación de éstas a los nuevos tiempos, a la modernidad y a las simpatías que puedan suscitar en las nuevas generaciones, dejando un tanto de lado la tradición y la continuidad, principal función simbólica que se les suele atribuir.

Por ejemplo esta boda ha sido declarada la "Boda real 2.0". La Casa Real británica se ha encargado de que el enlace entre Guillermo y Kate haya podido seguirse en tiempo real por un canal específico en Youtube, donde se ha podido ver en streaming todos los momentos del enlace. También ha contado con una página web y sus canales en las principales redes sociales del momento como Twitter (hashtag oficial #RoyalWedding), Flickr o Facebook, convirtiéndola en la primera boda digital de la historia de la monarquía. De hecho la noticia del enlace entre Guillermo y Kate se dio a conocer a través de las redes sociales, Twitter y Facebook, en lugar del típico comunicado de prensa, lo que ha sido visto como un intento de la Monarquía británica de empatizar más con el pueblo y dejar a un lado las críticas que la tachan de ser la más conservadora de las monarquías europeas existentes.

Solo quedan 10 monarquías en Europa

Pese a la popularidad mediática con la que aún cuentan, en Europa solo quedan 10 monarquías supervivientes que han sido capaces de convivir con la democracia y las nuevas generaciones. ¿Por cuánto tiempo? Parece que nadie lo tiene claro.

Las 10 monarquías que quedan en Europa y que cuentan con sucesión dinástica son: Reino Unido, España, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Noruega, Suecia y los pequeños principados de Liechtenstein, Mónaco y Luxemburgo, si contar una monarquía electiva teocrática como es la de la Ciudad del Vaticano. Un número reducido si se tiene en cuenta que al concluir el reinado de la reina Victoria en 1901, solo Francia, Suiza y San Marino eran repúblicas y el resto eran reinos. Una situación que duraría muy poco, pues una de las amenazas del siglo XX pareció ser la de abolir para siempre esta milenaria institución de la faz de la tierra.

La revolución bolchevique fue el primer gran azote que sufrieron las Monarquías. Luego el fascismo y las dos guerras mundiales. En menos de 30 años rodaron por el suelo las coronas de Rusia, Alemania, Italia, Rumanía, Albania, Yugoslavia, Bulgaria y Grecia, así como las de los imperios Austro-Húngaro y Otomano. Cada historia es un caso diferente, pero al final, los ex monarcas que lograron sobrevivir a las revoluciones o golpes de estado que los destituyeron, han compartido un mismo destino como exiliados soñando con volver a reinar algún día como ocurrió en España con la restitución de la Monarquía en 1975, y el consecuente proceso de la transición, que muchos monárquicos europeos hubieran querido también para sus países al sucumbir el comunismo.

Para muchos el papel de la Monarquía hoy en día sigue siendo el del símbolo de la unidad nacional frente a la división territorial y su poder arbitral frente a los distintos partidos políticos. Cuando se da el caso de que el régimen político es democrático, reconociéndose la soberanía popular, el monarca pasa a ser la figura en la que se encarna el cargo de Jefe del Estado de forma vitalicia y hereditaria, con lo que su papel es fundamentalmente simbólico y representativo.

La incorporación de plebeyos como método para resistir el paso del tiempo

A diferencia de las viejas monarquías, la mayoría de las actuales funcionan austeramente, despojadas del antiguo boato y ostentación y sin las cortes de aristócratas que tradicionalmente rondaban en torno al Palacio. El debate sobre la necesidad o no de las Monarquías hoy en día es un tema recurrente en los medios de comunicación y en la sociedad civil. Para hacer frente a sus detractores, éstas han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y acercarse más al pueblo.

Un rasgo de las monarquías europeas actuales, como mecanismo para su actualización y como búsqueda de legitimación popular, ha sido su continuada presencia en los medios de comunicación de masas, pese a los escándalos propios de la prensa del corazón que se han sucedido en la 2ª parte del siglo XX, sobre todo en Mónaco y en Reino Unido, con el sonado divorcio de Lady Di y Carlos de Inglaterra y la incorporación de plebeyos a las familias reales. Así, en su día, mujeres anónimas, sin sangre azul en sus venas, pasaron a ser princesas como si de un cuento de hadas se tratara. Mette-Marit Tjessem pasó a convertirse en Princesa de Noruega; Máxima Zorreguieta, en Princesa de Holanda; Mary Donaldson, en la de Dinamarca; o la periodista de TVE, Letizia Ortiz, en Princesa y futura reina de España; o Daniel Westling, que de preparador personal pasó a ser esposo de Victoria, princesa heredera de Suecia.

Personas de su tiempo, modernas, e incluso divorciadas o con pasados no tan intachables que trajeron un soplo de aire fresco a la realeza europea e imagen del amor verdadero y no de los matrimonios monárquicos de antaño, más preocupados por conservar el poder que por lo que verdaderamente sentían.

Además las Monarquías han reconsiderado poco a poco el papel de la mujer, para equipararla con el varón en la sucesión, reforma que han iniciado las monarquías nórdicas, como es el caso de Victoria de Suecia. En España se ha llegado a consultar al Consejo de Estado la conveniencia de alterar la línea de sucesión al trono regulada por la Constitución de 1978.

¿Lograrán sobrevivir a los nuevos tiempos las pocas Monarquías que aún quedan en Europa? Todo dependerá de dos cosas: de los acontecimientos históricos que se sucedan y del propio comportamiento de las mismas, de su papel y de la capacidad para ganarse la simpatía del pueblo.