Las medidas de la UE para limitar el uso de biocombustibles no alivia el problema en los países en desarrollo

La Unión Europea (UE) estudia limitar la cantidad de biocombustibles que utiliza en el transporte, pero esto no frenará el gran impacto que ha tenido esa política en los precios internacionales de los alimentos. De hecho, sus efectos se agravarán, en opinión de las organizaciones no gubernamentales.

carga de biocombustible en un vehículo
La UE anuncia que limita el uso de biocombustibles al 5% cuando gasta menos de eso/ Foto: CE

Según las actuales disposiciones europeas, al menos el10 por ciento de la energía para el transporte dentro de la UE deberá proceder de fuentes renovables para 2020, sobre todo de biocombustibles derivados del trigo, la soja y la colza.

Pero, en una acción sin precedentes, el comisario de Energía de la UE, Günther Oettinger, y la comisaria de Cambio Climático, Connie Hedegaard, anunciaron este lunes que la Comisión Europea, órgano ejecutivo del bloque, planeaba reducir la meta al cinco por ciento.

Justo en vísperas de ese anuncio, la organización no gubernamental Oxfam había presentado un informe demostrando que la ambición de Europa por los biocombustibles está impulsando al alza los precios de los alimentos y desplazando a poblaciones de sus tierras en el Sur en desarrollo, profundizando así el hambre y la desnutrición en los países pobres.

La organización señala que, a pesar de que los precios de la soja y del maíz llegaron a sus máximos históricos en julio y los precios de los cereales y del aceite mantuvieron sus puntos más altos en agosto, la Comisión y la mayoría de los gobiernos europeos parecieron ignorar los efectos devastadores que estaba teniendo su política en los países en desarrollo.

En conferencia de prensa, Oettinger reconoció que la política de la UE había tenido «derivaciones desafortunadas, como la tala de bosques para producir biocombustibles «.

Por tanto, todos los ministros del bloque han coincidido en reducir a la mitad la cuota de biocombustibles provenientes de cultivos y destinados al transporte. El cinco por ciento restante será cubierto con carburantes fabricados a partir de «productos de segunda generación, como desechos agrícolas y sobras».

Ruth Kelly, consejera de políticas económicas de Oxfam y autora del último informe de la organización ha dicho «Estoy satisfecha de que la Comisión finalmente reconozca que el uso de cultivos alimentarios para hacer combustible es problemático».

«Poner un tope del cinco por ciento es ridículo. En este momento, el uso de biocombustibles en la UE llega solo al 4,5 por ciento. Así que la nueva meta es de hecho un aumento respecto a lo que se utiliza en este momento», aclara. «En 2008, los biocombustibles representaron un 3,5 por ciento de todos los carburantes en la UE», nos explicó Kelly.

Que señaló «Ese mismo año, la tierra necesaria para cultivar los productos destinados a fabricar esos biocombustibles pudo haber alimentado a 127 millones de personas». «La meta del cinco por ciento no es el doble, pero es significativamente más, e incrementar el porcentaje obviamente no es lo que se debe hacer ahora, considerando los efectos negativos que estamos viendo en todo el mundo».

Datos reunidos por Oxfam muestran que las tierras adquiridas para la producción de biocombustibles en Filipinas en 2010 pudieron ser usadas para cosechar más de 2,4 millones de toneladas de arroz, lo suficiente para que ese país fuera autosuficiente en ese producto.

Según un reciente estudio de la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra, dos tercios de los grandes acuerdos de adquisición de tierras en los últimos 10 años tuvieron el objetivo de producir biocombustibles en base a soja, caña de azúcar, aceite de palma y jatrofa.

Paraguay también ha sido duramente sacudido por la demanda de biocombustibles de la UE. Según la investigación de Oxfam, cada año, 9.000 familias rurales son desplazadas en ese país, y cerca de medio millón de hectáreas se convierten en campos de soja.

Además, para las familias que viven al lado de las plantaciones de soja en el este de Paraguay, cultivar se ha vuelto casi imposible. El agua escasea cada vez más , ya que gran parte de los recursos hídricos locales son utilizados para irrigar esas plantaciones destinadas a la fabricación de biocombustibles.

Por tanto, las comunidades deben cavar pozos el doble de profundos para obtener agua potable. Más de la mitad de la soja cultivada en Paraguay se exporta a Argentina, y gran parte de esta se usa para producir combustible diésel para el mercado argentino o europeo.

«La clave del problema está en que la política de biocombustibles de la UE genera una importante demanda en el Sur», explica Constantino Casasbuenas Morales, asesor de justicia económica para Oxfam y experto en Paraguay. «Los países relativamente pequeños como Honduras o Paraguay modifican sus estrategias nacionales para abrirse a la inversión extranjera», añade.

«Como consecuencia, los pequeños productores son desplazados de sus tierras y tienen que mudarse a las capitales. La demanda de biocombustible está claramente vinculada a la concentración de tierras, las crecientes poblaciones urbanas y el aumento de la pobreza».