La Unión (monetaria) no hizo la fuerza

Por J. Marcos y Mª Ángeles Fernández / Lisboa

El euro no ha cumplido las expectativas con las que entró en circulación el 1 de enero de 2002. Lanzada para aproximar las diferentes economías del continente, la moneda única europea atraviesa una zozobra que enfatizan las voces críticas. En la carrera por las Elecciones Europeas, previstas para finales de mayo, ya se han postulado partidos que abogan claramente por su abolición.

Una escultura del euro entre dos banderas europeas
Los euroescépticos abogan la salida del euro como base de su campaña/ Foto: CE

«No todas las regiones consiguieron el ritmo de convergencia soñado y, en muchos casos, incluso perdieron terreno». Es la principal conclusión que subraya la investigación llevada a cabo por Expresso. El semanario luso analiza el PIB per cápita de las diferentes regiones (divididas en NUTS, Nomenclatura de las Unidades Territoriales Estadísticas, la serie de demarcaciones territoriales utilizada por la UE con fines estadísticos), con los últimos datos publicados por Eurostat.

La Unión Económica y Monetaria (UEM) recibió su espaldarazo definitivo con la entrada en vigor del Tratado de Maastrich, en 1993. «Las regiones menos favorecidas tienen una oportunidad real de lograr una rápida convergencia. La UEM es un juego de suma positiva», resumía meses antes la Comisión Europea en el informe 'Un mercado, una moneda', que sirvió precisamente para avalar el impacto de la moneda única. Por aquel entonces no había dudas acerca del éxito de la iniciativa.

Doce años después, la realidad es bien diferente. Los países con niveles de rendimiento inferior, como Portugal, Italia y Grecia, son los que más terreno pierden con respecto a la media europea. Y es que, al contrario de la esperada y prometida convergencia, la primera década de vida del euro se saldó con una fase de divergencia. Por ejemplo, hasta 2011 la República Portuguesa tuvo un crecimiento medio anual ligeramente inferior al 1 por ciento, mientras el rendimiento per cápita de su ciudadanía retrocedió cuatro puntos porcentuales con respecto a la UE.

Y eso que todavía no hay cifras para 2012 y 2013, dos ejercicios con especial comportamiento asimétrico en la Unión Europea. La crisis de la deuda ha afectado de forma desigual a los diferentes Estados miembros, por lo que los expertos prevén que el sueño de la convergencia, lejos de realizarse, se haya convertido en una auténtica pesadilla.

Las excepciones las acaparan paradójicamente las economías más ricas. La lista de las zonas agraciadas la lidera la región holandesa de Groningem, que en este tiempo ha subido 33 puntos porcentuales por encima de la media europea. En el top ten figuran cinco demarcaciones alemanas.

Movimientos antieuro

Las Elecciones Europeas están a la vuelta de la esquina (en España están previstas para el 25 de mayo) y el debate sobre la moneda única es uno de los temas candentes. Alrededor del electorado más descontento con el papel de la Comisión Europea y su programa de asistencia financiera han brotado diferentes partidos políticos antieuro con diferente gradación, desde quienes proponen la creación de una moneda paralela hasta quienes abogan por su total eliminación.

Entre las voces críticas destaca la de Bernd Lucke, el fundador y número uno de las listas al Parlamento Europeo (PE) de Alternativa para Alemania (AfD). Nacida en abril de 2013, AfD estuvo a punto (le faltó el 0,3 por ciento de votos) de entrar en el Bundestag, el Parlamento alemán, en las últimas elecciones germanas y sueña ahora con alcanzar representación en el PE. Profesor de Economía de la Universidad de Hamburgo, Lucke aboga por abandonar la política de los rescates, para dejar que cada país decida por sí mismo si abandona o se mantiene en la moneda única europea. «Sin las políticas de rescate, la mayoría apostaría por salir del euro. Acabaremos teniendo un núcleo muy pequeño de moneda única o un regreso a las monedas nacionales», explicó a los medios durante su visita a Lisboa en febrero.

AfD rechaza ser una formación de derechas y se autodefine como un partido económicamente liberal, conservador en temas de familia y socialdemócrata para los asuntos de seguridad social. Por supuesto, no dan crédito alguno a estudios como el del Instituto Bertelsmann, que vaticinan que, una vez caída la moneda única, Alemania perdería el 0,5 por ciento de su PIB por año, es decir, 1,2 billones de euros y 200.000 empleos, entre 2013 y 2025.

Los euroescépticos no son empero adeptos al discurso único y, entre las diferentes opciones, también está la de quienes defienden que la única solución al euro es la introducción de otra moneda paralela que funcione al mismo tiempo. Es sin ir más lejos la opción por la que, en Portugal, se decantan economistas como João Ferreira do Amaral y caras tan conocidas como la del exministro (1999-2001) de Defensa Júlio Castro Caldas.

En el caso español, la voz antieuro más reconocida es la del antiguo líder de Izquierda Unida Julio Anguita, que ha creado el Frente Cívico-Somos Mayoría. La salida de la moneda única como medida para recobrar mayor soberanía centra gran parte de sus actos públicos y campañas.