Baja participación y desencanto juvenil en elecciones de Egipto

El resultado de las elecciones generales de Egipto ya se conocía antes de que concluyera el proceso electoral el miércoles 28 y por esa razón muchos electores no se acercaron a las mesas de votación de El Cairo, cuyas calles estaban tan vacías como las urnas.

Un colegio electoral completmente vacío, solo la persona que recibe las papeletas
Mesa electoral vacía en Ciudad Jardín en El Cairo (Egipto)/ Foto: Amanda Mostaza

El excomandante del ejército Abdel Fatah al Sisi obtuvo el 96,6 por ciento del voto popular, seguido de su único rival, Hamdeen Sabahi, con el 3,4 por ciento. La baja participación electoral, de un 46,8 por ciento, llevó a las autoridades electorales a extender de dos a tres días las jornadas de votación, del lunes 26 al miércoles 28.

Fue la segunda vez en dos años que los egipcios votaron por un presidente, pero la gran abstención amenazó con socavar la credibilidad de Sisi, el favorito, quien pretendía mostrar así al mundo que su derrocamiento del primer mandatario elegido por vía democrática, Mohamed Morsi, de la Hermandad Musulmana, no fue un golpe de Estado militar, sino una revolución con respaldo popular.

El propio Sisi aspiraba a una participación del 80 por ciento del electorado, pero al cabo de los dos días previstos, esa meta ya se veía inalcanzable. Los observadores calculan que el 20 por ciento de los electores votaron en ese lapso, aunque los organizadores de la campaña del opositor Sabahi aseguran que la concurrencia no superó el 15 por ciento en las dos jornadas.

La Hermandad Musulmana fue ilegalizada por las nuevas autoridades y Morsi y un grupo de sus colaboradores están en prisión desde que su gobierno, iniciado en junio de 2012, fue depuesto 13 meses después.

En un primer intento por impulsar esos números, las autoridades extendieron la votación del martes 27 en una hora. Y poco después, la medida se prorrogó al miércoles, hasta las 22 horas.

La Comisión Electoral Presidencial defendió la extensión a un tercer día, como una respuesta a un alegado pedido de los ciudadanos que no habían podido ir a votar por la ola de calor que afecta a Egipto. Pero para muchos esta decisión fue un fraude.

«Fue ridículo», afirma el arquitecto de 28 años Omar Amin. «Todos sabíamos que el asunto no era quién iba a ganar las elecciones, sino la cantidad de sufragios. No tenía sentido extender la votación un día más, solo para alcanzar las cifras que tenían en mente», dijo. Amin como otros muchos jóvenes decidió no votar.

Pero la preocupación por la participación electoral era evidente antes de que se desatara la ola de calor el martes 27, como se evidenció cuando las autoridades declararon festivo el segundo día de la votación y tomaron otras medidas para estimular la participación.

Los principales centros comerciales tuvieron que cerrar sus puertas horas antes de la hora habitual para asegurar que los egipcios no aprovecharan el feriado para ir de compras, en lugar de cumplir con el voto.

La máxima autoridad islámica del país, Al Azhar, predicó que el no votar sería una «desobediencia a la nación». Y el jefe de la iglesia copta, el Papa Tawadros, exhortó a los votantes a acudir a las urnas.

«Es tan paradójico utilizar la religión y a las autoridades religiosas como forma de movilizar a la gente para que vote», señalaba una mujer de unos 30 años que no quiso dar su nombre. «Aquellos que luchan contra la Hermandad Musulmana llamándolos terroristas porque usaron la religión como un instrumento para ganar popularidad, ahora están haciendo exactamente lo mismo», criticó.

No solo las iglesias y mezquitas trataron de convencer a la gente para que votara. La televisión pública y la radio nacional regañaron a su audiencia por no concurrir a los centros de votación. Un conductor televisivo sostuvo que «habría que pegarle un tiro» a quienes no fueron a votar, o «al menos deberían pegárselo ellos mismos».

La propaganda de los medios de comunicación leales al gobierno interino de Sisi no convenció a todos. «Yo no voy a votar. Incluso si estuviera en Alejandría donde me corresponde votar, no haría el esfuerzo. Prefiero pegarme un tiro», bromeaba Marc Dimitri durante una de las jornadas comiciales, en referencia al polémico conductor.

Dimitri es un estudiante de derecho de 23 años, original de Alejandría pero residente en El Cairo, que no cree que el futuro de Egipto se encuentre en las manos de la clase política actual. «Quien vaya a ser nuestro presidente, ahora o en los próximos años, no podrá hacer cambios», opina.

«El cambio real está en manos de los jóvenes. Nosotros somos quienes luchamos por un Egipto mejor, pero necesitamos tiempo. Cuando tengamos la edad para gobernar el país, lo haremos de manera diferente», aseguró.

Ahmed Mohamed Seif, de 24 años, concuerda con Dimitri, su compañero de estudios. «Tenemos un poder judicial increíblemente fuerte, basado en el sistema francés. El problema en Egipto no es el esqueleto de las instituciones, sino la parte ejecutiva. Egipto es corrupto. Eso es lo que hay que cambiar, y solo una nueva generación puede hacerlo», sostuvo.

La juventud se mantuvo mayoritariamente alejada de las urnas. En una mesa electoral exclusiva para mujeres, en el distrito de Ciudad Jardín, en El Cairo, todas las que hacían cola eran mayores de 40 años. Es en este sector donde consideraron que su voto era útil.

«¡Sisi ganará las elecciones! ¡Es nuestro héroe, le amo!», gritó la profesora de química Malak Mehdi. «Entiende al pueblo egipcio, conoce nuestras necesidades. Sabahi no es nadie. Sisi asegurará la estabilidad de Egipto», afirmaba.

La multitud femenina se manifestaba a favor de Sisi mientras los altavoces afuera del centro de votación pasaban canciones patrióticas. «Sisi es un hombre fuerte con una mano fuerte, y eso es lo que necesita Egipto. Él nos libró del terrorismo y seguirá protegiéndonos», comenta Maya Husein, una mujer de 52 años.

La maquinaria propagandística que aduló a Sisi en los últimos meses parece haber funcionado para muchos que votaron por él, en su mayoría mujeres que lo adoran y lo ven como el salvador de la nación.

Pero a unas pocas calles, varios amigos se reunían a tomar el té en una cafetería, en lugar de ir a votar, e igual que Dimitri y Seif cuestionaban la capacidad de Sisi para gobernar a su país.

«Su campaña se centró totalmente en la guerra contra el terrorismo, no habló del futuro. ¿Pero qué sigue? ¿Qué hará cuando los islamistas estén todos en la cárcel o muertos?», se preguntó Nader Abdelrahmen, de 31 años.

«Hace un año nos dijeron que se encontraría a los responsables de las cientos de muertes durante la dispersión» de una manifestación a favor de Morsi realizada en la plaza Al Rabaa de El Cairo, en agosto de 2013, recordó Ammar Abu Bakr, un destacado artista del grafiti y activista de 33 años.

«Hoy vemos que todos los líderes de la Hermandad Musulmana y sus miembros están detenidos o incluso condenados a muerte. Ya nadie habla de las masacres. Y nosotros somos los siguientes, ya empezaron a amenazarnos. ¿Esto es justicia? ¿Así es como gobernará a Egipto?», se quejó.

«Mi boicot no se debe a que esté de acuerdo con la Hermandad Musulmana. Mi boicot se debe a que estoy en contra del fracaso de este sistema. En este momento, no hay ninguna opción adecuada para esta generación», aseguró.

La Hermandad llamó al boicot de las elecciones, y la mayoría de sus seguidores acataron la orden. Pero al parecer hay otros motivos que explican la baja participación, que fue más allá de todas las expectativas y que no mejoró con el tercer día para votar.

Los triunfadores de las elecciones fueron los abstencionistas. Sisi terminó en segundo lugar. A pesar del calor, el excomandante supremo de las fuerzas armadas es el nuevo líder de Egipto.