Cambio Climático: ¿a qué juegan los países?

BERLÍN, (IPS) - Los argumentos de algunos países industriales, que acusan a las naciones en desarrollo de no actuar de manera consecuente en la reducción de emisiones que causan el cambio climático, son falsos, indican algunos estudios de renombradas instituciones académicas.

Los países en desarrollo -en particular aquellos con economías de fuerte crecimiento, como China e India- han rebajado desde 1990 sus emisiones de dióxido de carbono de manera considerable y se han comprometido a disminuciones futuras proporcionalmente mayores que las de las naciones industriales.

El mar y gran arboleda en la costa
Kiribati, uno de los países en riesgo de desaparecer con el cambio climático

Estos datos constituyen nuevas bases de negociación para la 17 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 17), que se está celebrando e la ciudad sudafricana de Durban.

El informe «Comparison of Annex 1 and Non-Annex 1 Pledges Under the Cancun Agreements», preparado por Sivan Kartha y Peter Erickson, del Instituto Ambiental de Estocolmo (SEI, por sus siglas en inglés), analiza cuatro estudios sobre las promesas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de países industrializados (listados en el Anexo 1 del Protocolo de Kyoto) y de naciones en desarrollo.

El informe, presentado en junio, concluye que «existe un amplio consenso en que los compromisos de los países en desarrollo implican más mitigación que los de los países industriales».

Sivan Kartha, investigador decano de manejo de riesgos climáticos del SEI, nos dijo que esta conclusión «se aplica a todos los estudios y a todos los casos analizados, a pesar de la diversidad de supuestos y de metodologías empleadas para cuantificar las promesas de disminución».

Además, dijo Vartha, las reducciones reales de emisiones de naciones industriales son considerablemente menores que las promesas, pues estas incluyen reglas de medición que distorsionan los resultados, como duplicaciones, transferencia de emisiones del mundo industrial a países en desarrollo a través de importaciones de bienes manufacturados, y falsas estimaciones sobre el uso de la tierra y la reforestación.

Vartha advirtió también que las promesas globales de reducción de gases invernadero acordadas en las conferencias de Kyoto (1997), Copenhague (2009) y Cancún (2010) «son insuficientes para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados. Es muy probable que con tales promesas, la temperatura se eleve hasta cinco grados».

Los resultados del segundo estudio, «Fair Shares: Crediting Poor Countries for Carbon Mitigation», echan por tierra «el punto de vista convencional sobre el conflicto Norte-Sur que ha dominado las negociaciones climáticas mundiales, porque muestra que los países en desarrollo, lo hayan querido o no, participan de un modo crucial en la mitigación del carbono».

El autor, David Wheeler, experto en economía ambiental del Centro para el Desarrollo Global (CGD, por sus siglas en inglés), nos dijo que, según sus estimaciones, «el 47 por ciento del crecimiento mundial de la energía de baja intensidad de carbono desde 1990 corre por cuenta de los países en desarrollo. Sin las inversiones de esos países en energía limpia, las emisiones globales habrían sido muy superiores».

Según Wheeler, tales inversiones permitieron ahorrar 1,6 gigatoneladas (1.600 millones de toneladas) anuales de gases invernadero hasta 2008, mientras que las disminuciones logradas por el mundo industrializado alcanzaron 1,3 gigatoneladas.

China bajó en 442 millones de toneladas, mientras que las reducciones correspondientes a Estados Unidos fueron de 329 millones de toneladas, dijo Wheeler.

Vartha, quien participa en la COP 17, dijo que el mundo en desarrollo debería continuar, en esencia, las políticas practicadas desde 1990, pero «mejorar su coordinación, tratando de alcanzar unanimidad y una mejor cooperación en dos aspectos clave».

«El primero es la efectividad ambiental», dijo Vartha. «Todos los países en desarrollo deberían apoyar en Durban la aprobación de un régimen internacional lo suficientemente ambicioso para frenar el cambio climático».

Se trata de respaldar con energía la propuesta que coordinaron en octubre el Grupo Africano, los Pequeños Estados Insulares, los Países Menos Adelantados y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.

«Ese régimen tendría que ir más allá de las promesas hechas en la conferencia de Copenhague, que nos ponen en el camino de un aumento de hasta cinco grados, y mucho más allá de la posición del Grupo de los Ocho (G-8) que implica un riesgo del 50 por ciento de que el calentamiento global exceda los dos grados Celsius», indicó Vartha.

El G-8 está integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.

El objetivo de Durban debe ser mantener el aumento de la temperatura media por debajo de 1,5 grados, añadió.

El segundo aspecto es el de la equidad, dijo Vartha. «Los Basic (Brasil, Sudáfrica, India y China) han reiterado que el régimen internacional para disminuir las emisiones de gases debe ser equitativo para que funcione». Estos países están trabajando en un documento que van a presentar en Durban y «que proporciona una base de datos reales para negociar la contribución que cada Estado debe hacer para detener el cambio climático».

«Un acuerdo coherente de los países en desarrollo», sobre lo que cada Estado, industrializado o no, debe hacer tanto en reducciones nacionales, como en acceso a medios financieros y tecnológicos para permitir un régimen internacional de mitigación, «representaría un avance formidable respecto del impracticable esquema de promesas y revisiones de Copenhague y Cancún», concluyó Vartha.