Descontentos con la UE; pero mejor, dentro

Los ciudadanos europeos tienen la percepción de que en la UE se toman decisiones fuera de su control, que las personas u órganos que lo hacen no responden ante ellos y, muchas veces, no tienen en cuenta los intereses de todos. Lo dice un informe que acaban de presentar la Fundación Alternativas y su socio alemán, la Friedrich-Ebert-Stiftung. La desconfianza afecta al 58% de los ciudadanos y supera el 70% en Chipre, Grecia y España. Pero sorprende otro dato paradójico, esto no significa un rechazo a la Unión Europea.

Escalera Parlamento Europeo en Estrasburgo
Escalera Parlamento Europeo en Estrasburgo / Foto PE

Los ciudadanos europeos tienen la percepción de que en la UE se toman decisiones fuera de su control, que las personas u órganos que lo hacen no responden ante ellos y, muchas veces, no tienen en cuenta los intereses de todos. Lo dice un informe que acaban de presentar la Fundación Alternativas y su socio alemán, la Friedrich-Ebert-Stiftung, creada en 1925 como homenaje al socialdemócrata Friedrich Ebert, primer presidente alemán elegido democráticamente.

Bajo el título «La ciudadanía europea en tiempo de crisis» se presenta un análisis demoledor de la desafección que se palpa en los ciudadanos europeos hacia las instituciones comunitarias. Según esos datos, nunca la UE estuvo tan desprestigiada como ahora. Según el EB 80 (Eurobarómetro 2013), la desconfianza afecta al 58% de los ciudadanos y es mayoritaria en veinte estados miembros , superando el 70% en Chipre, Grecia y España. Pero sorprende otro dato paradójico. Ese dato no equivale, en absoluto a un rechazo a la Unión Europea o a una mayor integración.

«La gente está muy descontenta de cómo se están haciendo las cosas», dice Nicolás Sartorius, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, «pero cuando preguntas si los líderes europeos tienen que trabajar y abordar juntos los problemas... la inmensa mayoría dice que sí.» Para Diego Garrido, director del informe, «lo que está en crisis es el modelo social europeo, los ciudadanos europeos se sienten más europeos que ciudadanos y aunque quieren seguir en la UE, no se han sentido defendidos por ella».

El manejo de la crisis ha sido determinante en la caída en picado de popularidad de la UE. Nada menos que 26 puntos menos que en la primavera de 2007. Un 52% opina que no sirve para crear empleo y el 63% la responsabiliza de las medidas de austeridad. Ese malestar ha favorecido la aparición de grupos xenófobos, eurófobos o euroescépticos. El informe los califica de «grupos minoritarios» y avanza la hipótesis de que un incremento notable de estas opciones estimule a los partidos mayoritarios a alcanzar acuerdos más rápidamente entre ellos.

Alternativas y la Friedrich Ebert consideran que las elecciones de mayo de 2014 serán cruciales por cuatro motivos. En primer lugar, porque pasado lo peor de la crisis, será el momento de hacer balance de lo que ha fallado. Después, por la novedad, al configurarse un Parlamento europeo con las mayores competencias de su historia. En tercer lugar, supondrá un nuevo ciclo político al elegirse un nuevo cuerpo de Comisarios y, en último puesto, porque tras las elecciones, la UE podrá seguir el camino «errático» lejos de la ciudadanía, o reorientar su rumbo hacia políticas comunes que refuercen la dimensión social.

«El objetivo es no sólo edificar una Unión monetaria», dice Diego Garrido, «sino una Unión social, un modelo que es la joya de la corona de la civilización europea, con un nivel de protección que ahora se está deshaciendo en algunos aspectos, sobre todo en el sur de Europa». En este sentido, el informe hace algunas propuestas como fortalecer la negociación colectiva, establecer un seguro de desempleo y un salario mínimo europeo, aunque adecuado a cada Estado e incluso equiparar la violencia contra la mujer en su grado más violento al delito de terrorismo.

Otro aspecto fundamental es promover la mayor integración de los ciudadanos que viven en un país comunitario que no es el suyo. Y en esa situación se encuentra el 2,8% de los ciudadanos de la UE, catorce millones de comunitarios. Se trata de que esos ciudadanos se sientan «cómodos» en toda la Unión. Por ejemplo – dice Diego Garrido- «que también puedan votar en las elecciones generales del país donde están o que, si pierden el empleo y llevan dos años de residencia, tengan 6 meses para encontrar otro puesto de trabajo y no te puedan expulsar a los tres meses, como ocurre ahora». La propuesta incluye que cuando lleven cinco años viviendo en un país, no puedan ser expulsados bajo ningún concepto.

Conscientes de que muchas de estas propuestas requieren cambios estructurales porque afectan a asuntos que son competencia de los Estados nacionales, los redactores del estudio son firmes partidarios de reformar los Tratados de la UE. «Es buen momento para hacerlo», asegura Diego Garrido, «porque hay muchas voces y no sólo de la izquierda que están dispuestas a ello, como Angela Merkel...lo importante es que se abra ese debate y entre en la agenda política porque se han demostrado insuficiencias en la Unión monetaria y económica y en otros temas se han hecho avances extramuros de los Tratados con acuerdos intergubernamentales».