Días de agitación política y económica en la UE

La Unión Europea vive días de gran actividad. Se quitan presidentes, en su lugar se nombran tecnócratas y se trabaja activamente en una reforma del Tratado de Lisboa. El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, está elaborando un informe que presentará en diciembre sobre la mejor manera de hacer esos cambios que podrían aprobarse a mediados de 2013.

El punto fundamental de la reforma sería la posibilidad de que la UE pudiera actuar sobre los presupuestos de los Estados que ponen en peligro la eurozona.

Una mano jugando a un scrable en el que las letras forman los nombres de los tratados de la UE
Foto:CE

Es una idea que la canciller alemana, Angela Merkel, lleva meditando desde hace tiempo. La Comisión Europea tendría más poder y podría intervenir en los presupuestos de los Estados miembros. La propuesta final es muy probable que no llegue a tanto, se limitará a que se incluyan en el Tratado sanciones para los que violen las reglas del déficit que podrían llevar a los Estados miembros hasta el Tribunal de Justicia Europeo y También se transformaría el Mecanismo Europeo de Estabilidad en un Fondo Monetario Europeo que pudiera responder a futuras crisis.

Una idea, la de las sanciones de las que ya habló el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, al principio de su semestre de presidencia y fue muy criticado.

En la última cumbre del 26 de octubre, los líderes de la eurozona encargaron al presidente del Consejo, Herman van Rompuy, que «identificara las posibles medidas» que permitieran alcanzar una mayor integración económica en la eurozona y que estudiara también la posibilidad de cambios en el Tratado de Lisboa.

Para Angela Merkel es muy importante que los cambios se reflejen en el Tratado para que no puedan ser denunciados ante el Tribunal Constitucional alemán y este los declarara fuera de la legalidad.

Tan importantes son las reformas para Alemania que ya se ha nombrado un grupo de estudio sobre el tema. Angela Merkel no se cansa ahora de repetir eso de que lo que se necesita es «más Europa», que nadie a estas alturas está muy seguro de lo que significa.

Los países que están fuera de la eurozona, con el británico Cameron a la cabeza, protestan de la reforma alegando que esto significaría una clara división en una Europa de dos velocidades.

La zona euro, con las dos primeras economías pilotando y el resto de países más unidos con una autoridad monetaria común y los que no tienen el euro como moneda tras ellos. Además ven en peligro el mercado único.

El premier británico, Cameron, ya lo expresó en la última reunión del G-20 y se mereció una desabrida respuesta por parte del presidente francés, Nicolás Sarkozy que le dijo «cállese» y añadió «Estamos hartos de que nos critique y pretenda decirnos qué tenemos que hacer. Dice que odia el euro mientras pretende interferir en nuestras reuniones».

Nadie puede llamarse a engaño, las dos europas están aquí desde hace tiempo, una «dentro» de la zona euro y otra «fuera», el problema es que se fraccione más. Por su parte el presidente del Consejo, Herman van Rompuy, está dispuesto a hacer todo lo que esté de su parte «para mantener a los 17 y a los 27 juntos».

Todas estas discusiones han conseguido algo importante por el momento, que se hable con naturalidad de posibles cambios en los Tratados fundamentales de la UE y que los ciudadanos vayan haciéndose a la idea.

Pero no todos los países están de acuerdo con hacer cambios en el Tratado de Lisboa, España entre ellos, recuerda que su negociación costó más de ocho años, que entró en vigor hace menos de dos años, tras hacer dos referendos en Irlanda y vencer las reticencias de los presidentes de Polonia y la República Checa.

A muchos líderes la idea de volver a los referendos les ponen los pelos de punta. Además los cambios fundamentales que llevarían a lo que Nicolás Sarkozy definió como un «verdadero gobierno económico de la zona euro» exigirían cambios en las Constituciones de algunos de los Estados miembros.