Dos visiones de la crisis: Merkel y Cameron

Reino Unido ve la crisis financiera desde fuera de la eurozona, pero sufre sus consecuencias. El primer ministro británico, David Cameron, ha tenido que ir hasta Berlín para aparecer en la foto que acapara todas las portadas, la de la canciller alemana, Angela Merkel. Poco más se lleva de vuelta a Londres. Ha habido diplomáticas sonrisas, pero no acercamiento ni en el papel del Banco Central para comprar deuda soberana ni en la implantación de una tasa sobre las transacciones financieras.

Rueda de prensa conjunta de A. Merkel y D. Cameron
Rueda de prensa conjunta de A. Merkel y D. Cameron

Cameron ya se había quejado públicamente de no poder participar junto a los jefes de gobierno de la eurozona en decisiones que indirectamente afectan al resto de países de la UE que no tienen la moneda única. En aquella ocasión, se llevó el zarpazo de Sarkozy, quien vino a decirle que ni come ni deja comer.

Ahora el premier británico lo ha intentado por la vía mediática, a falta de otros modos de tener protagonismo en los asuntos que traen de cabeza a Europa, así que se ha ido a ver a quien ya nadie duda que manda en el euro, Angela Merkel.

Sin embargo, en Berlín se ha escenificado el distanciamiento entre dos visiones de la crisis financiera. Cameron, firme partidario de la intervención del Banco Central Europeo para comprar deuda soberana de los países con dificultades, ha pinchado en hueso. Es precisamente el asunto sobre el que Merkel estos días se siente más presionada y sobre el que firmemente más oposición ha mostrado.

Se preguntó en la rueda de prensa sobre el bazoka del BCE para frenar la crisis y Cameron dijo que se trata de «un arma poderosa». Para el primer ministro británico, «es necesario un cortafuegos decisivo y creíble».

Pero que lo hagan el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal de Estados Unidos no es motivo para que la canciller alemana se deje convencer. Sigue argumentando que la intervención del BCE , además de estar prohibida por los Tratados de la UE, relajaría las reformas de los países incumplidores, provocaría tensiones inflacionistas y, aunque no lo dice, perjudicaría al bono alemán.

A la inversa, Merkel, en este caso apoyada por Francia y España entre otros, quiere la implantación de una tasa a las transacciones financieras en Europa, ya que no parece posible que se haga a nivel global. Ahí Cameron es el duro, porque por la City londinense pasan la mayoría de los negocios financieros del continente y el impuesto podría provocar la desbandada a otros lugares.

En consecuencia, muestras de buena relación entre ambos y una frase de David Cameron que lo dice todo: «Es obvio que no estamos de acuerdo en cada aspecto de la política europea, pero tengo claro que podemos discutir y tratar sobre estas diferencias».