El fantasma de la corrupción que recorre Europa

Un mal endémico recorre Europa en forma de sobornos, abuso de poder y acuerdos secretos que se traduce en unos servicios públicos de escasa calidad y un impuesto añadido a la inversión privada que se marcha para evitar pagarlos. De la lacra de la corrupción política no se libra ningún país de la Unión Europea, aunque algunos tienen leyes que la hacen más difícil y punitiva que otros Estados donde no existe legislación específica para controlar cuánto, cómo, en dónde y de qué manera gastan sus gestores públicos el dinero que proviene del bolsillo de los contribuyentes.

Pancarta que dice «No hay pan para tanto chorizo»
Pancarta de una manifestación en Madrid (España)

La clasificación de Transparencia Internacional, sobre el grado de corrupción de los Veintisiete, lo deja meridianamente claro: corrupción y decadencia económica van estrechamente ligados. De ahí que Grecia sea el país europeo más castigado por la crisis y se sitúe en el último lugar del ranquin. Sobre una puntuación de 0 a 100, donde 0 es muy corrupto y 100 muy transparente, el territorio helénico recibe una puntuación de 36, por debajo de Perú, Marruecos o Colombia.

Cerca de Grecia se sitúan Irlanda, España, Portugal e Italia, los países vapuleados por los recortes, deuda y déficit. Los europeos sienten que la corrupción está poniendo en peligro sus sistemas democráticos. Así lo refleja el Eurobarómetro de 2012, donde 80 de cada 100 ciudadanos de la UE afirma que existe corrupción en las instituciones locales, regionales y estatales y ocho de cada 100 europeos revela que tuvo que pagar sobornos. Ante estos datos alarmantes, la Comisión Europea recuerda que la corrupción tiene un impacto en la Unión de 120.000 millones de euros por año.

Por qué Grecia ocupa un nivel de país autoritario en el ranquin de Transparencia Internacional lo ejemplifica Zákinthos, una isla griega de poco más de 45.000 habitantes, donde 6 de cada 10 ciudadanos reciben una prestación por incapacidad estando sanos, gracias a los sobornos que los médicos aceptaban a cambio de dar certificados de ceguera, sordera o minusvalía a personas en perfecto estado de salud. Victor Lapuente, profesor de Ciencias Políticas en el Instituto de Calidad Gubernamental de Suecia, levanta la voz y hace un llamamiento urgente a Europa: «países como Francia, Italia, Portugal o España llevan años mostrando niveles de corrupción más parecidos a los de países autoritarios que a las democracias capitalistas».

Menos corruptos que Grecia, pero con niveles de repúblicas bananeras, son Bulgaria, Italia y Rumanía, donde la corrupción también campa a sus anchas en forma de sobornos de funcionarios como condición sine qua non para ser atendidos por la policía o en la consulta médica. En 2008, la Comisión Europea se vio obligada a congelar los fondos europeos con destino a Bulgaria por las pocas garantías de transparencia sobre el uso adecuado del dinero procedente de Bruselas. Rumanía también ha sido avisada de que no son tolerables sus altos niveles de opacidad en el gasto del dinero que Europa envía para su desarrollo económico y social.

España, más corrupción que en Botsuana

España, inundada de escándalos que asolan a la sociedad española, está situada en el puesto 13 de la tabla que evalúa la corrupción en los países de la UE, por debajo de Botsuana, Irlanda o las Bahamas, con una puntuación de 65 sobre 100. La organización Transparencia Internacional denuncia que, por encima del enriquecimiento ilícito, las mayores grietas de la transparencia en España están en la financiación de los partidos políticos.

Fernando Jiménez y Vicente Carbona, autores del libro 'Esto funciona así: Anatomía de la corrupción en España', aseguran que las campañas electorales son uno de los mayores embudos por donde accede la corrupción en forma de sobornos o financiación ilegal. Muchos empresarios pagan los gastos electorales de los partidos políticos a cambio de que, si éstos ganan las elecciones, sus empresas sean beneficiadas con la privatización de los servicios públicos y la adjudicación de contratos públicos.

Ángel Ferroll, un empresario del sector de la recogida de basuras de Orihuela (Alicante), representa este tipo de corrupción que compra favores a cambio de financiar folclóricas campañas electorales. Ferroll está relacionado con el Caso Brugal, donde se investigan sobornos, tráfico de influencia y extorsión en los servicios de recogida de basuras en varias localidades alicantinas. Según grabaciones hechas públicas, el empresario de Orihuela prometió a Jesús Hernández, concejal de Orihuela, pagarle «una campaña al estilo americano» para «sacar ocho o nueve concejales» que le permitieran favorecer los intereses del empresario de basuras.

La burbuja inmobiliaria ha favorecido sobremanera los casos de corrupción en las zonas del litoral mediterráneo. Marbella construyó en pocos años más de 300.000 viviendas ilegales frente a 300 de protección oficial. 500 establecimientos comerciales o de ocio carecían de licencia de apertura y la ley del suelo de 1998 –que cedió la competencia urbanística a los ayuntamientos y liberalizó el suelo urbanizable- permitió que el 65% de sus 114 kilómetros cuadrados estuvieran invadidos por hormigón. Su población creció, al amparo del boom urbanístico, en 250.000 personas mientras se edificó un solo colegio, ningún centro de salud y no se mejoró su débil red de transporte público. Los numerosos detenidos, imputados y encarcelados por el Caso Malaya, junto a la mezcla de farándula y política, son la muestra de lo libre que la corrupción ha transitado por la Costa del Sol.

Para erradicar la corrupción, Jean Claude Usunir, profesor de la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo, asegura que «no basta con denunciarla ni mostrarla en demasía porque la hace intolerable». El francés propone que, para poner fin a la plaga de sobornos y tráfico de influencia, hay que investigar «cómo se produce, quiénes están implicados y cuáles son sus motivaciones».

Por su parte, Transparencia Internacional celebra la tramitación parlamentaria de la Ley de Transparencia y Buen Gobierno que está en curso en el Congreso de los Diputados pero advierte que tiene muchas carencias porque «deja fuera a la Casa del Rey, a los partidos políticos, a los sindicatos y al Banco de España». Dejar fuera de la Ley de Transparencia a los partidos políticos es no ponerle mordaza a las entidades donde se concentran los mayores casos de corrupción que han saltado a la luz y que han salpicado al PP, PSOE, CiU o a la extinta Unió Mallorquina que tuvo que disolverse engullida por múltiples casos de corrupción procedentes de la especulación urbanística de las Islas Baleares.

Ningún país de la UE se libra de la corrupción

No existe Estado de la UE donde no haya estallado algún escándalo de corrupción. La diferencia está en el estigma social que persigue al corrupto y en la reacción del entorno político de la persona acusada. Mientras el 10% de los diputados de las Cortes Valencianas están imputados por corrupción, en la mayoría de países europeos el simple hecho de estar envuelto en un caso turbio es motivo suficiente para la dimisión inmediata. En Austria, hasta 2009, el soborno no estaba tipificado como delito pero un eurodiputado austriaco dimitió de inmediato al ser acusado de aceptar sobornos a cambio de intervenir en las normas comunitarias en favor de empresas privadas. El antiguo jefe de la cartera de Salud de la Comisión Europea, maltés, dimitió meses atrás tras ser también acusado de aceptar sobornos.

Por el contrario, en Eslovaquia saltó en 2012 un escándalo, considerado el mayor de la historia de la Eslovaquia independiente, en la que se acusaba a los gobernantes de recibir importantes privilegios a cambio de privatizar empresas estratégicas del país, tales como las relacionadas con la energía y el transporte. El 'Informe Gorila' llenó de indignación a la sociedad eslovaca que salió a las calles de Bratislava para exigir leyes anticorrupción. Tras cinco años de ocultar la información, numerosos funcionarios dimitieron.

En 2011, en Alemania, dimitió su expresidente, Christian Wulff, debido a que se desveló que, en sus tiempos de primer ministro del Estado federado de Baja Sajonia, aceptó un crédito privado en condiciones muy beneficiosas con el que adquirió una casa familiar. El que fuera ministro de Defensa del Ejecutivo de Angela Merkel también dimitió tras demostrarse que falsificó su tesis doctoral.

En sentido contrario, Tomás Burgos, secretario de Estado Seguridad Social del Gobierno de España, no dimitió tras revelarse que no poseía el título de licenciado en Medicina como afirmaba la web de Moncloa. Charles Pasqua, exministro francés de Interior, fue ayer condenado a dos años de prisión por robar el dinero público destinado a construir una galería de arte que nunca vio la luz. Al tener 85 años, el político galo no entrará en prisión.

Así se lucha contra la corrupción

Finlandia es un país ejemplar en la lucha contra la corrupción, transparencia y acceso a la información sobre las actividades de sus políticos. No en vano, ocupa el segundo lugar del mundo. Las compras de las administraciones públicas son de l conocimiento de los ciudadanos hasta para comprar una goma de borrar. Las instituciones adquieren la oferta más barata y no es legal pagar 300 euros por una silla de oficina que en el mercado libre cuesta 100 euros.

Los fineses tienen acceso a cuánto declaran sus conciudadanos, desde el panadero del barrio hasta el artista más afamado del país, los castigos son proporcionales a los ingresos de los individuos o empresas y los secretarios de Estado son funcionarios que alcanzan el puesto en función de sus méritos y no por designación de los partidos políticos. Aunque basta con el estigma social con el que la sociedad finesa castiga para que los funcionarios se abstengan de cometer una fechoría en el sector público en virtud de la férrea moralidad que tanta satisfacción reporta a los ciudadanos de Finlandia.

Por la transparencia y el buen gobierno

España es uno de esos pocos Estados de la UE que aún no dispone de una legislación que ponga coto a la corrupción, por ello, Antonio Garrigues, impulsor de la ONG Transparencia Internacional en España, insta a su aprobación urgente y considera que España «se ha quedado atrasada en el desarrollo de un gobierno abierto y transparente».

Por lo que sugiere, de cara a la Ley de Transparencia y Buen Gobierno que tramita el Parlamento español, la creación de un portal público que informe sobre los datos básicos de las 20.600 instituciones que forman el sector público del Estado español. Asimismo, aconseja la exclusión de los imputados de las listas electorales, desbloquear las listas cerradas para que los ciudadanos puedan vetar el acceso a la actividad política a personas imputadas y modificar la financiación de los partidos políticos según propone el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa.

Transparencia Internacional advierte a Europa de que debe abordar los riesgos de corrupción en el sector público «para poder superar la crisis financiera». La disyuntiva es bien sencilla: o la democracia pone coto a la corrupción o la corrupción pondrá coto a la democracia. Nos jugamos el bienestar social, la calidad democrática, la inversión privada y un reparto justo de la riqueza. Razones más que suficientes para que las administraciones públicas se esfuercen en ahuyentar el fantasma de la corrupción que recorre Europa.