España «enciende» la electricidad comunitaria
Hasta hace poco era impensable que, en países industriales totalmente electrificados como España, pequeños grupos ciudadanos generaran su propia luz de fuentes limpias, desafiando el modelo energético imperante. Ahora, cualquiera que quiera convertirse en «agente de cambio» puede ser copropietario de proyectos colectivos que promueven las energías renovables.
Fachada fotovoltaica del Museo Ciencia y Tecnología de Cataluña
Fachada fotovoltaica del MCTC / Foto: Chixoy CC BY-SA 3
Hasta hace poco era impensable que, en países industriales totalmente electrificados como España, pequeños grupos ciudadanos generaran su propia luz de fuentes limpias, desafiando el modelo energético imperante. Ahora, cualquiera que quiera convertirse en «agente de cambio» puede ser copropietario de proyectos colectivos que promueven las energías renovables, como la Huerta Solar Amigos de la Tierra, una planta fotovoltaica de 20 kilovatios en el municipio de Sisante, impulsada por la empresa sin ánimo de lucro, Ecooo y Amigos de la Tierra España.

«Tenemos que cambiar el paradigma del siglo XX, donde energía es igual a combustibles fósiles y el ciudadano es considerado un simple consumidor», explica el responsable de Energía y Clima de Amigos de la Tierra, Héctor de Prado. «Comprando participaciones desde 100 euros, las personas se convierten en copropietarias y reciben una rentabilidad», explica el portavoz de Ecooo, José Vicente Barcia, que cuenta con 65 instalaciones fotovoltaicas colectivizadas colocadas sobre tejados de distintas comunidades españolas, rurales y urbanas.

Ecooo, que forma parte de la Plataforma por un nuevo modelo energético junto a más de 300 organizaciones, también instala y mantiene paneles fotovoltaicos para particulares y realiza auditorías para analizar el consumo eléctrico. «La potencia instalada es superior a lo que se necesita, para lucro de las corporaciones eléctricas», advierte Barcia. Lo que se necesita es una cultura del ahorro, porque «el kilovatio más ecológico y económico es el que no se consume».

Otra posibilidad de un usuario que quiera tomar parte en el progreso de la energía colectiva y renovable es cambiar su comercializadora habitual de electricidad por una de varias cooperativas «verdes» que operan en España, como Zencer, en Andalucía, Som Energia, en Cataluña, o GoiEner y Nosa Enerxia, en Galicia. «Queremos hacer partícipe al consumidor en la gestión de la energía que consume», explica el arquitecto Francisco Javier Porras, fundador y presidente de Zencer, que desde enero de 2013 comercializa electricidad a nivel nacional procedente de fuentes renovables.

Estas cooperativas pueden adquirir electricidad en el mercado general y a los grandes oligopolios energéticos, pero garantizan el origen limpio de toda la energía que comercializan gestionando Certificados de Garantías de Origen ante los productores de fuentes renovables. Según Porras, entre el 30 y el 40 por ciento de la energía que se comercializa en el mercado eléctrico español procede de fuentes renovables. En su oficina de Fuengirola, en Málaga, Porras reconoce que el usuario es «muy reacio a los cambios en el tema energético» a pesar de que el precio de las facturas se ha disparado en los últimos años.

El costo de la electricidad para los socios de estas cooperativas no es mayor que el de las grandes corporaciones como Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Endesa, HC y E.On, e incluso puede ser menor, y supone una aportación limpia al consumo, enfatizan algunos de sus miembros. Es que, con un desempleo de 25 por ciento y los costos de la electricidad que siguen subiendo, aparece un fenómeno nuevo: la pobreza energética.

La cantidad de españoles que tienen dificultades para pagar su consumo de electricidad creció en dos millones entre 2010 y 2012 en un país de más de 47 millones de habitantes, según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA). Hay una pobreza energética media de más del 10 por ciento de las viviendas, lo que representa más de cuatro millones de personas, de acuerdo al estudio.

José Luis López, coordinador de esta investigación, cree que las iniciativas de gestión colectiva de la energía pueden tener «cierta influencia» en reducir la pobreza energética cuando logran abaratar el costo de las facturas de sus socios, aunque «no existe un efecto inmediato a corto plazo». Promover la energía renovable y autóctona también reduce la dependencia de los combustibles fósiles y, por tanto, los millones de euros de costos fijos que deben aportar las arcas del Estado, agrega López.

Amigos de la Tierra critica que el gobierno obstaculice el progreso de las energías renovables en este país de gran potencial «desaprovechado», mientras otros países de la Unión Europea encuentran en esas fuentes un camino para reducir las emisiones de gases que recalienta la atmósfera. «Lo que está haciendo el gobierno es una desfachatez», opina Marc Roselló, de Som Energia, en referencia a las políticas del gobierno, que privilegian a las grandes empresas que usan combustibles fósiles.

En julio el gobierno inició una reforma energética y en diciembre aprobó la enmienda de la Ley del Sector Eléctrico, rechazada por cientos de organizaciones de la Plataforma y catorce partidos políticos de la oposición. Roselló destaca que Som Energia trasladó a España a finales de 2010, un año después de la liberalización del mercado eléctrico, la experiencia de modelos europeos afianzados como Ecopower, de Bélgica, o Enercoop, de Francia. «No solo comercializamos sino que también producimos mediante proyectos propios». Las facturas de la cooperativa detallan a sus más de 14.000 socios el origen de la electricidad que distribuyen. En 2013, por ejemplo, provino de fuentes fotovoltaicas, eólicas y biogás. También para Porras, de Zencer, con 600 socios y acreditada para distribuir en toda España, «el gran objetivo» es que la cooperativa, produzca con fondos propios su energía mediante pequeños proyectos de generación.

Si bien hace unos años no era posible la participación social en el sistema energético, ahora miles de personas de distinto perfil –inversores comprometidos con el ambiente, ecologistas y otros— se están asociando o participando en proyectos de energía limpia, como Viure de l'aire, un aerogenerador de propiedad compartida en Cataluña. «Cada kilovatio/hora verde que añades a la red eléctrica es un kilovatio/hora menos que se quema de combustible fósil», destaca Héctor de Prado.