Hollande, la triste figura de un presidente

Un año después de su victoria electoral, el presidente francés, François Hollande, se ha convertido en uno de los presidentes menos populares de la historia moderna francesa. El desempleo y el déficit público siguen creciendo y aumenta la frustración tanto a la derecha como a la izquierda.

Hollande en un acto
Hollande / Foto: Presidencia francesa

La derecha hace semanas que sale a la calle, en este caso contra la legalización del matrimonio homosexual, una de las pocas promesas que ha podido cumplir Hollande. La extrema izquierda francesa mostró su fuerza ayer en las calles de París. Convocados por el excandidato Jean-Luc Mélenchon, del Frente de Izquierdas, unas 180.000 personas, según los organizadores, 30.000 según la policía, se reunieron en la plaza de la Bastilla para pedir el final de la austeridad y un giro progresista a la política.

Entre los manifestantes de la Bastilla, había también votantes del PS. Fabrice Duee, explicaba «consiguieron engañarnos, el partido socialista ha traicionado a la clase obrera». Vicent Delongueville, participó en la convocatoria contra los matrimonios homosexuales. «Debería haber reducido el presupuesto en lugar de aumentar los impuestos. Negó la realidad durante la campaña y por eso no ha tomado las medidas adecuadas desde el principio».

Así las cosas a Hollande ya solo le quedan los suyos. Hace un año ganaba con claridad las presidenciales con la promesa de rechazar las medidas de austeridad impuestas en el resto de Europa, pero aunque ha evitado los recortes en gastos importantes, ha aumentado los impuestos y ha realizado reformas impopulares. Ha recortado unos 10.000 millones de euros y ha aumentado impuestos a los más ricos para conseguir recaudar unos 20.000 millones de euros.

Sin embargo la economía ha continuado deteriorándose, con un preocupante crecimiento estancado y un aumento del paro que supera el 10 por ciento. Para algunos analistas, Hollande ha mostrado «signos de falta de autoridad». Las presiones que ha recibido París desde Berlín y Bruselas, han dejado sin fuelle al presidente galo, que se había presentado como la gran apuesta socialista europea y un guía contra las políticas de austeridad europeas.

Por si fuera poco, ayer el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault explicaba en una entrevista en la cadena TF1, que el gobierno está estudiando la venta de acciones de empresas participadas por el Estado para financiar inversiones públicas. «No es un asunto tabú, decía Ayrault, el dinero serviría para financiar inversiones». Aunque no aclaró dónde se invertiría el dinero. El jefe del ejecutivo galo reconoció que las reformas iniciadas no han dado los frutos esperados y señaló «los franceses juzgarán nuestra política cuando comience a dar sus frutos». Criticó al Frente de izquierdas por «no ser serios» y a la extrema derecha porque «su único proyecto es sacar a Francia de Europa».

Ante la situación de estancamiento político y económico que vive la segunda economía europea, Francia vive uno de los momentos más complicados de los últimos años. Una ultraderecha que saca pecho en la calle, un partido socialista inmóvil, una derecha (UMP) hundida en batallas internas e involucrada en problemas judiciales y una extrema izquierda que parecer coger fuerza entre los desencantados del socialismo.