Juan Antonio Sacaluga aporta otra dimensión al ejercicio del periodismo

Juan Antonio Sacaluga ejerció durante más de treinta años el periodismo audiovisual en Radio Nacional de España y en TVE. Llegó a ser jefe del área de internacional de los servicios informativos y director de programas como «En Portada».Tras el ERE que afectó a los trabajadores de la televisión pública, continúa su actividad de analista de información internacional en medios de la Fundación Sistema y como profesor en el master de «Comunicación y Relaciones Internacionales» de la Universidad Complutense de Madrid. Hace unas semanas publicó su primera novela, relacionada con sus experiencias como informador en la guerra de la antigua Yugoslavia.

Juan Antonio Sacaluga
Juan Antonio Sacaluga

F R. Pastoriza: ¿Ha sido este conflicto el que has vivido con más intensidad en tus años de periodista?

Juan Antonio Sacaluga: Creo que sí. Por la duración del conflicto, por su amplitud y su complejidad. Aunque las guerras yugoslavas (lo apropiado es expresarlo en plural) comenzaron en 1991 (en Eslovenia se trató de un amago, pero en Croacia se desencadenó una batalla mortífera), el proceso que condujo a la conflagración había empezado mucho antes y era más que evidente un desenlace dramático. Hay otras razones que captaron mi interés especial: que fuera un conflicto en suelo europeo, el primero desde 1945, y ciertas peculiaridades en las que algunos vieron puntos de encuentro con la guerra española de 1936-1939, aunque esto último no puede decirse a la ligera.

FRP: ¿Conocías el país antes de estallar la guerra? ¿Creías, como algunos de los protagonistas de tu novela, que allí iba a ocurrir una tragedia inevitable?

JAS: He visitado recientemente Bosnia y Croacia en varias ocasiones. En Bosnia, me recorrí el país entero, y en Croacia visité las zonas que aparecen en el libro. Previamente, había leído mucho sobre Yugoslavia desde finales de los setenta. Incluso había escrito guiones amplios para programas de internacionales en RNE, antes y después de la muerte de Tito. Yugoslavia me interesó siempre mucho.

No creo que las guerras fueran inevitables. Al contrario, considero que se pudieron evitar, como todas las guerras, en realidad. Pero si te refieres a que no fue una sorpresa, reitero lo apuntado en la respuesta anterior: era más que evidente que se iba a producir un conflicto armado, porque había muchos agentes poderosos interesados en que así fuera, por la actitud irracional de muchos de sus protagonistas y por el ambiente caótico que se vivía en el país tras la desaparición de Tito.

Recuerdo que en 1990 le anuncié la inminencia del conflicto al director de un Telediario con mucha experiencia profesional, y me dijo que estaba exagerando para colocar la noticia en los minutados. Y es que costaba mucho que se hablara en los informativos diarios de la crisis política yugoslava en los meses previos a la guerra.

FRP: ¿Por qué has elegido este conflicto, o sus consecuencias, para situar a tus personajes?

JAS: Por lo apuntado antes: durante cinco años viví día a día los acontecimientos en las repúblicas yugoslavas con más intensidad que cualquier otro asunto de la agenda internacional, de la que me ocupaba en mi desempeño profesional. Creo que inconscientemente sentía la necesidad de referirme a estas guerras de otra manera, no sólo con espíritu informativo y analítico, sino también creativo.

FRP: A lo largo de la novela haces algunos análisis sobre la guerra, sus orígenes y sus consecuencias, que se podrían concretar en otro formato, como el ensayo. ¿Por qué has elegido contarlo en una novela?

JAS: Este libro cuenta la historia de unas personas, de unos individuos, que tienen sus problemas, ilusiones, carencias y condicionamientos particulares. Pero viven en unos países y en unos periodos históricos que exigen un esfuerzo especial de contextualización y clarificación. Y, además, su personalidad, sus respectivas dedicaciones les implican más en esas condiciones políticas y sociales que se intenta clarificar en la novela.

Más aún: el narrador es un analista especialista en los Balcanes. Y los otros protagonistas principales son actores no secundarios del drama: un alto cargo policial bosnio, una combatiente, una víctima directa de la guerra, un 'casco azul' español... Parece justificado que haya una carga más explicativa de lo habitual. Mientras escribía me hice varias veces esa pregunta que ahora me formulas y que me han hecho también algunos lectores. ¿No estaba ofreciendo demasiada información, excesivo análisis del contexto? Tenía dudas.

Pero cuando estaba concluyendo la redacción, leí dos novelas recientes sobre la guerra española y la posguerra: «La noche de los tiempos», de Muñoz Molina, e «Inés y la alegría», de Almudena Grandes. Dos novelas también muy voluminosas. En ambas, los autores hacen algo similar a lo que he hecho: se extienden en las consideraciones sociales, políticas e históricas más allá de la descripción de los personales y la narrativa de sus peripecias individuales. Quizás sea una corriente en cierto tipo de literatura actual, el dedicado a los asuntos políticos e históricos. En todo caso, he querido advertir esa consideración en una nota al comienzo de la novela.

FRP: ¿Introduces vivencias personales en alguno de los episodios de la novela?

JAS: Directamente, no. Los personajes y la trama, la historia de la novela son completamente ficticios. Pero algunas de mis reflexiones de todos estos años sobre la contienda yugoslava están ahí. Y supongo que ciertas vivencias con los problemas mentales, también, por experiencia muy cercana, aunque se trate de un trastorno diferente al que sufre uno de los personajes.

FRP: En ocasiones tratas informaciones poco conocidas sobre algunos temas, como el de la intervención de los brigadistas yugoslavos en la guerra civil española, lo que obliga a un cierto ejercicio de flash back literario que puede complicar la composición de la obra. El planteamiento de la novela ha sido previo a su escritura o los temas iban saliendo a medida que ibas avanzando en la redacción?

JAS: Eso me lo han dicho otros lectores: que la novela les alumbra sobre asuntos de los que ni siquiera tenían conocimiento. Me satisface eso, claro. La participación de los yugoslavos en las Brigadas Internacionales es uno de ellos. Yo conocía esa implicación y estuvo en la idea de la novela desde el principio. No me pareció que complicara la historia, porque se trata de la vivencia de unos personajes que son antecedentes de los principales. Es una historia secundaria dentro de la principal, pero también me sirve para calibrar mejor eso que antes he apuntado: las comparaciones que se han hecho a veces entre los conflictos yugoslavo y español.

En cuanto al planeamiento de la novela, no he improvisado o modificado los aspectos esenciales de la historia. Lógicamente, mientras se escribe se alteran algunos elementos, pero no he reestructurado los pilares principales, ni de la historia, ni de los personajes.

FRP: Es muy común que los periodistas de televisión escriban novelas o ensayos de una gran extensión (esta tu primera novela tiene más de 500 páginas). Algunos lo atribuyen a una cierta «venganza» por el hecho de que los textos de las noticias de los telediarios no podían durar más allá del minuto y medio.

JAS: Es simpática esa apreciación. Y, seguramente, acertada en muchos casos. ¿Me ha ocurrido eso a mí también? No lo sé. Creo que no. Creo que la novela es larga por lo que digo en el prefacio (el esfuerzo de combinar la narración de historias particulares con la contextualización de sus peripecias individuales), pero también porque quise ser muy detallista con las circunstancias que rodean a los personajes. Algunos arrastran vivencias complejas, que exigen tiempo y paciencia para ser trasladadas al lector.

No creo haber sentido el deseo de «venganza». Después de todo, durante mis seis últimos años en Televisión Española, me dedique a hacer reportajes de larga duración (45 minutos) en el programa EN PORTADA, que me sirvieron de curación a largos años de la «tiranía del minuto» en los telediarios. Es cierto que ahora se llevan historias más cortas. Las obras antes referidas son una excepción. No sé si es fruto de imposiciones editoriales o del influjo de las redes sociales, pero la brevedad es ahora una divisa casi indiscutida. No me he visto obligado a ello y he dado rienda suelta. Otra cosa es que la novela puede hacerse larga. En ese caso, sería un defecto sólo a mí imputable.

FRP: A pesar de que mantienes colaboraciones periodísticas en algunos medios sobre información internacional ¿Es la literatura un refugio personal tras la salida de TVE?

JAS: La literatura era una ilusión, un deseo, una aspiración personal desde jovencito. La profesión periodística y las responsabilidades familiares me dejaron sin tiempo. Ahora tengo más tiempo y no quise desaprovecharlo. Preferiría que más que un refugio, la literatura fuera un campo de expansión personal pero también una forma de dar otra dimensión a lo aprendido en mis años de trabajo como periodista.

FRP: ¿Tienes nuevos proyectos literarios?

JAS: Si, por lo dicho antes. Estoy preparando una nueva novela. Estará situada entre la segunda mitad del siglo XVIII y los primeros años del XIX. Tratará de los efectos de la Ilustración en España, el fenómeno del comercio colonial con Nueva España, los efectos políticos e intelectuales de las Revoluciones americana y francesa y el fracaso de la modernización de España, que es la causa remota de nuestros principales males actuales.

Un personaje de Vargas Llosa en «Conversación en la Catedral» se preguntaba cuando se jodió el Perú. Si nos hiciéramos esa pregunta en relación a España, yo diría que fue en esos años: cuando el mundo cambió y España se quedó enganchada en el antiguo régimen durante demasiado tiempo.

Retorno a Sarajevo

A pesar de lo que pueda parecer, una guerra nunca termina. O al menos no termina cuando se firma un armisticio o se dan por concluidos los enfrentamientos. Después del final queda toda una estela de consecuencias, de resultados devastadores, de destrucción material y de pérdida de vidas humanas, imposible de olvidar, cuyos efectos se prolongan durante muchos años. El final de una contienda significa el término de la amenaza cotidiana de la muerte para unos seres humanos afectados por la tragedia. Es también el comienzo de una nueva etapa histórica para países devastados por la locura. Pero al final de una guerra le sigue inexorablemente otra etapa distinta de esa misma guerra, a veces de mayor duración.

Ese es el mensaje que puede extraerse de la primera novela del periodista Juan Antonio Sacaluga, precisamente titulada «Después del final» (Ed. viveLibro): «Nada termina, sólo se envuelve sobre sus propias circunstancias y contradicciones...» dice uno de los protagonistas al final de la novela.

La guerra elegida por Sacaluga para situar a los personajes de su ficción es la de la antigua Yugoslavia en los años noventa, un conflicto que el periodista conoce perfectamente por haberlo cubierto profesionalmente desde el ejercicio de su profesión en TVE.

En realidad es la guerra en la antigua Yugoslavia la verdadera protagonista de esta narración en la que unos personajes de ficción se enfrentan muchos años después a los demonios desatados por un conflicto real. A través de ellos Juan Antonio Sacaluga hace un análisis político de lo que pasó antes y durante aquellos años y de las consecuencias que se arrastran desde entonces, aportando sus conocimientos sobre la historia y los territorios afectados por la tragedia, describiendo minuciosamente lugares, edificios, personas y situaciones en gran parte vividas personalmente. En la novela se analiza en protagonismo de las diversas facciones en las luchas por el poder y el funcionamiento de las mafias y el mercado negro durante la contienda, así como la prolongación de sus poderosos tentáculos más allá de los años del conflicto.

«Después del final» adopta la estructura de un thriller cuyos personajes van descubriendo a lo largo del relato episodios ocultos o ignorados acerca de las relaciones mantenidas entre ellos en el pasado, aspectos que introducen un cierto suspense en el relato. Un misterioso mensaje («necesito que vengas a verme, aunque ya esté muerta») recibido por el protagonista, Jaime Campos, de Isabel, una antigua compañera de estudios, con la que mantuvo una especie de romance inconcluso («nunca nos arrepentiremos lo suficiente» dice ella, acerca de estas frustradas relaciones, mucho tiempo después), desata una serie de iniciativas que terminan en el reencuentro entre los dos amantes en circunstancias un tanto misteriosas.

La guerra de Yugoslavia afectó de una u otra forma a todos los protagonistas de la trama, cuyas culpas van emergiendo a lo largo del relato, unas veces en forma de realidades contrastadas y otras bajo sospechas difícilmente demostrables. La convergencia de una serie de factores al límite de la ley sitúa al protagonista en el trance de tomar decisiones que podrían llevarles a todos a situaciones imprevisibles.