La falta de agua afecta a todo

¿Cuánta agua se gasta al encender la luz? Fabricar tus pantalones vaqueros ha necesitado de 10.000 litros, y tres grandes tinas llenas del líquido son necesarias para que esta mañana hayamos podido desayunar un café, una tostada y dos huevos. Estamos rodeados por un mundo que, aunque no nos demos cuenta, está hecho de agua: muebles, casas, automóviles, carreteras, edificios. Prácticamente todo lo que usamos y hacemos necesita del líquido.

Un niño se lava las manos en el agua que sale de una cañería
Una simple cañería cambia la vida de muchas personas, Laos/ Foto: Vanaphone Sitthirath/ IPS

«No hay manera de generar energía sin agua», dice Zafar Adeel, copresidente del Grupo de Tareas sobre la Seguridad Hídrica de la Organización de las Naciones Unidas y director del Instituto para el Agua, el Ambiente y la Salud en Canadá.

Incluso los paneles solares requieren ser lavados regularmente para que funcionen bien. La energía eólica puede ser una excepción, nos comenta Adeel que está en una conferencia que tiene lugar en Beijing en el marco de la Semana Mundial del Agua.

Cada vez hay más conciencia de que llegar al tope del petróleo no tiene ni remotamente la misma importancia que llegar al tope del agua, porque para esta no hay sustituto. La cada vez mayor escasez hídrica -que padecen entre 1.200 millones y 1.700 millones de personas- alarma a muchos.

El año pasado, el agua fue identificada como un «asunto de seguridad urgente» por un grupo en el que estaba Hillary Rodham Clinton, ex secretaria de Estado de Estados Unidos, y el InterAction Council, una asociación de 37 exjefes de Estado y de gobierno.

Es importante que la «seguridad hídrica» sea reconocida por la ONU como potencial objetivo o como un factor que contribuye a la estabilidad en muchas partes del mundo, dice Adeel. Definir de modo exacto la expresión «seguridad hídrica» fue todo un desafío, pero ONU-Agua, el mecanismo de coordinación interagencias del foro mundial para todos los asuntos relacionados con este elemento, lo logró.

Se trata de «la capacidad de una población de salvaguardar el acceso sostenible a cantidades adecuadas y de calidad aceptable de agua para sostener los medios de sustento, el bienestar humano y el desarrollo socioeconómico, para garantizar la protección contra la contaminación del agua y los desastres relacionados con ella, y para preservar los ecosistemas en un clima de paz y estabilidad política».

Este viernes 22, Día Mundial del Agua, hemos conocido esta definición junto con un informe analítico titulado «Water Security and the Global Water Agenda» (La seguridad hídrica y la agenda mundial del agua).

«El agua encaja dentro de esta definición más amplia de seguridad -abarcando preocupaciones políticas, sanitarias, económicas, personales, alimentarias, energéticas, ambientales y otras- y actúa como vínculo crucial entre ellas», explica Michel Jarraud, presidente de ONU-Agua y secretario general de la Organización Meteorológica Mundial.

Según Harriet Bigas, coautora del informe y colega de Adeel en el Instituto para el Agua, el Medio Ambiente y la Salud, «históricamente, no ha habido una guerra entre naciones por el agua». Los problemas hídricos sí crean fricciones entre naciones, y han conducido a conflictos internos locales, señaló en una entrevista.

Empujados en buena medida por la escasez de agua y alimentos vinculada a la sequía en el Cuerno de África, casi 185.000 somalíes huyeron a países vecinos en 2011. En Sudán, la violencia estalló en marzo de 2012 en el campamento de refugiados de Jamam, donde grandes cantidades de personas padecieron una seria escasez hídrica. Y en Sudán del Sur, comunidades enteras tuvieron que abandonar sus hogares debido a la falta de recursos hídricos, a consecuencia del conflicto.

La inseguridad hídrica puede causar un efecto dominó a nivel político, social, económico y ambiental, afirma Bigas. Sin embargo, la norma es que naciones y socios regionales pacten acuerdos para compartir el agua, ofreciendo oportunidades importantes para el diálogo entre enemigos tradicionales. «El agua es una vía para la paz más que para el conflicto», escribe el experto Aaron Wolf, de la Oregon State University.

Incluso cuando las naciones están en guerra, negocian acuerdos para compartir este recurso, dice. Vietnam, Camboya y Laos continuaron en el Comité del Mekong para administrar ese río aun durante la Guerra de Vietnam (1965-1975).

En 2010, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina firmaron un acuerdo para compartir el manejo del Acuífero Guaraní, que tiene más de un millón de kilómetros cuadrados. Actualmente, 15 millones de personas dependen del acuífero, porque el agua de la superficie, aunque abundante, suele estar contaminada, plantea el informe de ONU-Agua.

También hay cada vez más apoyo internacional para adoptar la «seguridad hídrica universal» como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una serie de metas mundiales a medio plazo que se prevé sucederán a los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio, acordados en 2000 por los líderes mundiales con 2015 como plazo.

«El agua engloba todos los aspectos del desarrollo. Esperamos que la seguridad hídrica sea uno de los principales ODS», dice Adeel. El agua, los alimentos y la energía son lados del mismo triángulo; si uno se reduce afecta a los otros dos, agrega.

El ODS relativo a la seguridad hídrica debería incluir objetivos e indicadores que reflejen esto. Tendría que especificar las necesidades de varios países y señalar qué recursos implicará lograr esa seguridad. El borrador de los ODS se presentará en la próxima sesión de la Asamblea General de la ONU, en septiembre.

El mayor desafío para lograr la seguridad hídrica universal no es el dinero o la tecnología, sino las instituciones humanas, dice Bigas. Aunque hay que tener en cuenta que hacer que los diferentes departamentos gubernamentales de un mismo país coordinen los asuntos relativos al agua es «un enorme desafío».