La OMC impotente ante las nuevas formas del comercio internacional

La sala de conferencias del director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), más conocida como la Sala Verde, ha sido durante años el centro de poder en la sede del organismo en Ginebra, donde un puñado de delegados se reunían para tratar temas importantes.

Contenedores en un puerto
Los países más pobres tendrán dificultades para acceder a los acuerdos bilaterales de comercio si no tienen la ayuda de la OMC/ Foto: Amantha Perera/ IPS

El poderoso cuarteto tradicional, integrado por Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Canadá, se reunía en la Sala Verde de la OMC para «decidir sobre acuerdos comerciales mundiales», comenta Masahiro Kawai, director del Instituto del Banco Asiático de Desarrollo (IBAsD), un centro de investigación con sede en Tokio.

Pero eso era antes.

«Se sentaban en la Sala Verde y llegaban a acuerdos, pero ya no», afirma Kawai.

La erosión del poder en la Sala Verde, y más concretamente la del que detentaban países ricos como Estados Unidos o Japón, está asociada principalmente al crecimiento de naciones emergentes como India y China, y a alianzas comerciales más nuevas y pujantes, como los BRICS, que reúne a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, así como al cambio en las tradicionales cadenas de suministro internacionales.

Hace 25 años, la parte del producto interior bruto (PIB) mundial en poder de las economías emergentes y en desarrollo era inferior al 20 por ciento, según las estadísticas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Pero en 2012 esas economías prácticamente habían alcanzado a los poderosos países industrializados del Grupo de los 7 (G-7), integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Gran Bretaña. El G-7 representaba entonces el 48 por ciento del PIB mundial, mientras que los estados emergentes rozaban el 40 por ciento.

Estos últimos ya han superado al G-7 como el mayor bloque comercial del mundo, con poco más de un 40 por ciento de todo el comercio internacional. Y la participación del G-7 en el comercio mundial cayó de su pico máximo superior al 50 por ciento en la primera mitad de la década de 1990 al entorno del 35 por ciento.

Por lo tanto, «no es de extrañar que las voces de los países emergentes y en desarrollo se hayan elevado en la OMC», apunta Kawai.

Otra razón de la erosión del poder del G-7 es el cambio en las cadenas de suministro internacionales. Décadas atrás, los productos finales dominaban el comercio mundial, pero ahora predominan los productos intermedios. «Hoy en día, casi el 60 por ciento del comercio mundial de mercancías se hace en productos intermedios», explica Kawai.

Cuando se dedicó a investigar la cadena de suministro del teléfono inteligente iPhone, el director de Capacitación y Entrenamiento del IBAsD, Yuquing Xing, descubrió un dato sorprendente. Del coste de producción de 178,96 dólares por unidad (a valores de 2010), el coste de fabricación del móvil en China ascendía solamente a 6,50 dólares.

Los costes restantes provenían de más de una docena de empresas en cinco países. El componente más caro, según la investigación de Xing, era la memoria flash, a 24 dólares, procedente de la japonesa Toshiba.

Este nuevo patrón comercial le permite a China exportar más de 11 millones de iPhones al año a Estados Unidos, país donde se desarrolló este teléfono y sede de la empresa que lo vende, agrega Xing.

Pero esta reinvención de las negociaciones comerciales mundiales no presagia nada bueno para los países más pobres o de renta media-baja, según expertos del IBAsD y otros. Los países emergentes y los miembros del G-7 están enfrascados con entusiasmo en negociaciones de acuerdos de libre comercio regionales y bilaterales, sobre todo con socios igualmente poderosos.

Según el IBAsD, existen 379 acuerdos comerciales vigentes en el mundo y hay otros en negociaciones, como el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que reunirá a 12 países: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.

Otras negociaciones cruciales son las que los 10 países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) mantiene con China, Corea del Sur y Japón para crear la Asean más Tres.

«Los regímenes comerciales no arancelarios son las armas preferidas en la actualidad», sostiene Rodolfo Certeza Severino, secretario general de la Asean entre 1998 y 2002 y actual director del Centro de Estudios de la Asean en el Instituto de Estudios del Sudeste Asiático, de Singapur.

Estos acuerdos comerciales gigantes y superpoderosos excluyen a los países de ingresos medios y a los más pobres. Por ejemplo, ninguno de los ocho países de la Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional, de carácter político, figura entre los 15 mayores socios comerciales de India.

El principal socio comercial de India en el sur de Asia es Sri Lanka. En 2012, el intercambio entre ambos ascendió a 4.000 millones de dólares, pero el saldo de la balanza comercial no fue equitativo ya que 3.400 millones de dólares correspondieron a exportaciones indias a su contraparte.

«Estos acuerdos de libre comercio están sentando las nuevas realidades», opina Kawai. Y estas nuevas realidades dictan que mientras los países más ricos negocian, discuten e intentan convencer para lograr un comercio preferencial, los pobres del mundo siguen quedando a la deriva.

Un reciente informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) señala que los 49 países de menor desarrollo registraron un incremento en el empleo poco mayor a un dos por ciento en las últimas décadas, apenas por encima del crecimiento demográfico.

Sin embargo, Kawai considera que la OMC puede romper este ciclo comercial que favorece a los ricos. La organización debe actuar como catalizadora de las negociaciones y como un árbitro eficaz en las disputas, sostiene. Debe y puede tener un papel central en la promoción de acuerdos comerciales multilaterales y regionales.

Añade que «un proceso renovado de la OMC podría lograr una liberalización mundial del comercio y las inversiones a través de la consolidación de los acuerdos regionales, la creación de convenios entre las regiones y la armonización de las normas entre esos tratados».

Al ex secretario general de Asean, Certeza Severino, le parece correcto. «De hecho la mayoría de las disposiciones de estos acuerdos (de libre comercio) tienen que ser compatibles con la OMC», advierte.

Pero mientras la OMC siga debilitada, todavía incapaz de concluir la ronda de negociaciones de Doha que abrió en 2001, las posibilidades de que juegue un papel decisivo siguen siendo escasas, al menos a corto plazo, concuerdan los dos expertos.