«Las mujeres iraquíes buscan su Primavera Árabe»

Hablamos con Hanaa Edwar, presidenta de la Red de Mujeres Iraquíes y secretaria general de Al Amal (organización no gubernamental de defensa de los derechos de las mujeres)

La activista Hanaa Edwar trabaja sin desmayo para que recuperen libertades las mujeres de Iraq, donde el poder político y la ortodoxia religiosa se confabulan para arrinconarlas una década después de la invasión de la coalición militar liderada por Estados Unidos. Edwar, nos indica que las mujeres necesitan una Primavera Árabe propia, para salir de su grave retroceso, que ejemplifican la entrega de niñas en matrimonio o la casi imposible supervivencia de las viudas de la guerra.

Hanaa Edwar
Pese a las dificultades hay muchas mujeres capaces de ocupar cargos de responsabilidad/ Foto: Karlos Zurutuza/ IPS

Recuerda, además, que en este país las mujeres alcanzaron la plena alfabetización en los años 70, mientras que ahora el 40 por ciento de ellas son analfabetas. También, que Iraq fue el primer país árabe en contar, allá por 1959, con una ministra y una jueza.

¿Qué labor realiza su organización para proteger los derechos de las iraquíes?

Hanaa Edwar.- Mediante Al Amal hemos administrando la Red de Mujeres Iraquíes, una oficina que promueve el acercamiento entre las organizaciones de mujeres locales y las entidades internacionales, así como la participación de ellas en las diversas actividades sociales y cursos de formación

Uno de nuestros mayores logros ha sido el alcance de una cuota del 25 por ciento reservada a las diputadas. Ahora trabajamos en una nueva campaña, en el marco de la Primavera Árabe, para proteger las libertades personales.

¿Cuáles son ahora los problemas más apremiantes para las mujeres iraquíes?

HE.- Representamos más del 55 por ciento de la población iraquí, pero vivimos sometidas en una sociedad trazada exclusivamente por patrones masculinos. No hay mujeres liderando bloques políticos o en altos cargos en el gobierno. En cualquier caso, la marginación de las iraquíes se debe más a razones culturales que políticas.

Un tema especialmente doloroso es el del millón y medio de viudas que dejó la guerra iniciada en 2003. Iraq ya estaba lleno de ellas antes, pero su número aumentó después de la invasión militar. Viven en la más absoluta precariedad, con una pensión de 100 dólares con la que apenas pueden sobrevivir.

Su integración en la sociedad debería ser una prioridad, pero únicamente se les anima a casarse de nuevo en un país que permite la poligamia. Incluso a aquellas con formación, con títulos universitarios, se les cierran las puertas al empleo. En este escenario resulta casi imposible romper la dependencia de su padre y, posteriormente, de su marido.

IPS: ¿No fue a Iraq pionero en la región en cuanto a derechos de las mujeres?

HE: En 1959, Iraq tenía la primera ministra y la primera jueza de Medio Oriente. Uno de nuestros mayores logros aquel año fue la ley del estatus personal, que obligaba al registro legal de los casamientos. En 2013, gran número de contratos matrimoniales son ilegales, por lo que la mujer queda en una situación muy frágil y ello conlleva problemas legales para sus hijos.

De hecho, hoy muchas niñas son obligadas a casarse a los 10 o 12 años con hombres que, a menudo, les triplican la edad. Incluso se producen matrimonios «temporales», algo que, evidentemente, ha sido importado de Irán.

Además, hay preocupantes y crecientes casos de violencia intrafamiliar, ante la total indiferencia del gobierno que, a su vez, apoya a la ortodoxia religiosa, que impone estrictos códigos de vestimenta. Las mujeres que no llevan hijab son objeto de discriminación y, lo que es peor, las niñas son sacadas de las escuelas y las madres de sus puestos de trabajo.

¿Es útil la cuota legislativa para las mujeres?

HE.- Formalmente, hay 84 mujeres en el parlamento, gracias a la cuota representativa del 25 por ciento. Pero la mayoría de ellas ocupan sus escaños por afinidad personal con los líderes de los partidos políticos y no por méritos propios.

Pese a las dificultades, todavía hay un gran número de mujeres capaces de ocupar estos cargos con responsabilidad, pero la mayoría se ven relegadas a un segundo plano.

Iraq cuenta con un ministerio de la mujer, ¿ayuda a sus derechos?

HE.- Se llama 'Ministerio de Estado para la Mujer' y hay un proyecto de ley para cambiarlo por «Ministerio de Estado para la Mujer y la Familia», lo que dice mucho sobre el papel reservado a las iraquíes en la sociedad actual.

Sea como fuere, estamos en contra de cualquier tipo de ministerio para las mujeres porque pensamos que no se trata de algo que deba estar vinculado a un ministerio en particular, sino a la sociedad en su conjunto. Además de contar con un presupuesto muy bajo, un ministerio de la mujer siempre estará vinculado a un partido político.

Lo que necesitamos es una comisión más independiente, que haga el seguimiento de las políticas gubernamentales e impulse programas que ayuden a mejorar la vida de las mujeres.

Diversas organizaciones denuncian el dramático aumento en el número de suicidios entre las iraquíes. Se habla incluso de casos de mutilación genital femenina.

Esos presuntos 'suicidios' frecuentemente ocultan asesinatos producidos en el seno de la familia por asuntos 'de honor'. Se cometen con toda impunidad ya que se ven como 'cuestiones domésticas' por el aparato judicial.

Los casos de mutilación genital femenina son más aislados y se limitan a zonas remotas, en la región autónoma kurda. Alrededor del 70 por ciento de las mujeres de esas áreas la han sufrido, pero casi ninguna otra en el resto del país.

¿Cómo afecta la división sectaria a la mujer y a la sociedad en su conjunto?

HE.- Se trata de un odio sectario fabricado, que comenzó en 2006 y que se ha impulsado desde los más altos niveles, para dividir y gobernar a través de la violencia y el miedo.

La falta de diálogo entre los principales partidos políticos y el papel cada vez mayor de la religión asfixian a nuestra sociedad. Por ejemplo, muchas familias no permiten a sus hijas casarse con alguien de otra secta, y eso es algo nuevo en Iraq.

En marzo se cumplirán 10 años desde el inicio de la invasión del país. ¿Hay alguna mejora social desde 2003?

HE.- Es cierto que después de la invasión conseguimos romper con nuestro aislamiento internacional y con el tabú sobre la libertad de pensamiento. Hasta 2003, simplemente no se podía hablar de pluralismo político, ni de organizaciones civiles activas ni de cualquier tipo de contacto con el mundo exterior.

Pero tras la invasión y posterior destrucción del país, nuestras fronteras se abrieron a los grupos terroristas que se sumaron a las milicias locales, tanto chiitas como sunitas. Diez años después, vivimos sumidos en un caos donde la inestabilidad y la falta de seguridad son las únicas constantes.

Hoy nos enfrentamos a una crisis política inabarcable; hemos pasado de una dictadura de más de tres décadas a un Estado que carece de un gobierno efectivo.