Los graduados se buscan la vida fuera de Portugal

Desde los años 60, cuando las salidas masivas de portugueses era una constante, este país no sufría una emigración tan grande como la actual, con el agregado de que por primera vez incluye a profesionales altamente cualificados. Un millón de personas, que equivale al 9,8 por ciento de la población actual de Portugal, se han radicado en el exterior en los últimos 14 años, un indicador que no para de crecer, según se desprende de las últimas declaraciones del secretario de Estado de las Comunidades, José Cesário, que calcula en 120.000 los emigrados en 2011 y algo más este año que termina.

Ana Lobato Castanheira
Ana Lobato Castanheira, piensa emigrar a Brasil/ Foto: Ricardo Perna/ IPS

En 1998 aparecen las primeras señales de contracción de la economía y, con ello, comienza el flujo emigratorio, aunque aún en proporciones modestas.

La economía nacional comienza a entrar en un período de fuerte recesión en 2011 con la aplicación de las recetas del Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea y el Banco Central Europeo, la troika de acreedores que concedieron a Portugal un préstamo de 110.000 millones de dólares con el propósito de rescatar la economía nacional.

El plan de la troika se centró en el saneamiento de las finanzas públicas, con un aumento colosal de impuestos y de precios, la reducción de salarios, la eliminación de pagas de Navidad y de vacaciones, y el aumento de la jornada laboral, todo lo cual hizo llegar la desocupación a cifras sin precedentes, hasta alcanzar al 16,9 por ciento de la población económicamente activa, según datos oficiales, pero que los estudios de sindicatos elevan al 24 por ciento.

Estos indicadores agravaron la recesión, llevando la deuda pública hasta el equivalente al 129 por ciento del producto interno bruto (PIB), un récord histórico, y provocando la quiebra este año de 6.150 empresas, lo cual da una media de 17 al día, un aumento del 750 por ciento respecto de una década atrás.

Para huir de la crisis, miles de personas ven en la emigración la única válvula de escape, en especial los jóvenes profesionales universitarios y con posgrados académicos, a niveles que no tienen comparación con los demás países europeos.

Las consecuencias que anuncian la mayoría de los analistas son devastadoras para el futuro: rápido envejecimiento de la población, con el consecuente peligro para la sostenibilidad del sistema de la seguridad social, y la «fuga de cerebros», creando un vacío de profesionales universitarios.

El fenómeno de la emigración masiva de jóvenes «es el resultado deseado e impulsado por los círculos responsables de las políticas económicas y sociales en Portugal», según el politólogo Bruno Mesquita, especialista en el tema.

Mesquita, posgrado en ciencias políticas en una universidad estadounidense, indica que «la matriz ideológica del poder portugués prevé la concentración de riqueza en la cúspide de la pirámide a través de clientelismo, favores a clanes familiares, empresariales y banqueros, reduciendo, simultáneamente, el gasto social en salud, educación e infraestructuras productivas».

Todas estas opciones «conducen a la contracción del producto como un todo, mientras en la cima continúa el enriquecimiento en el contexto de una desigual distribución de la riqueza, senda esta que necesita una fuerza laboral poco cualificada, una economía con estructura retrógrada, con poca producción de valor añadido, basada en la prestación de servicios y producción de bienes de bajo valor».

En este contexto, «sin un verdadero capitalismo, sino más bien una versión moderada del corporativismo, es en el que viven los jóvenes portugueses: paro en aumento, proliferación de empleos precarios y reducción de oportunidades». Así, aunque sea solo por sobrevivir «a un nivel meramente aceptable, optan por emigrar», dice el politólogo.

Mesquita advierte sobre «la dimensión perversa de la emigración, que beneficia a los grupos del vértice de la pirámide social, que esconde una economía rehén de los clanes, poco productiva y monopolizada, lo cual significa que no existen incentivos para mantener a los jóvenes en Portugal, sino que, por el contrario, su salida del país atenúa el conflicto social y político».

Para los jóvenes, concluye el experto, «solo existe la perspectiva viable de emigrar para vivir decentemente en el extranjero». Ese es el caso que nos relata Ana Lobato Castanheira. «Pensé seriamente en la emigración el día que supe que mi contrato de trabajo no sería renovado después de abril de 2013», dice.

Lobato Castanheira, diplomada en historia contemporánea y relaciones internacionales, comenzó últimamente a cursar un posgrado en gestión cultural, «con el propósito de ampliar las áreas de trabajo, pero ello fue antes de saber que quedaría en el paro a medio plazo, por lo que ahora planeo irme de Portugal».

«Aquí las perspectivas de empleo son cada vez más escasas y precarias, en especial en el área de la cultura», señala. «Mi voluntad por dejar este país en crisis es cada vez mayor, tanto que pienso hacer mi segundo año de posgrado a partir de julio o agosto de 2013 en una universidad de Río de Janeiro, a través de un intercambio con la universidad portuguesa donde me gradué».

Lobato Castanheira ve en Brasil también una perspectiva de vida futura, por lo que aprovechará su permanencia en ese país «para establecer contactos y procurarse trabajo, tarea a la que ya se ha dedicado desde Lisboa».

¿Por qué Río de Janeiro?, le preguntamos. «Además de la empatía natural, allí se necesitan profesionales cualificados en varias áreas y se ofrecen oportunidades de trabajo, directas o indirectas, motivadas por la realización de los Juegos Olímpicos en 2016 y el campeonato mundial de fútbol en 2014», responde. «Creo que el posgrado en una buena universidad me ayudará en los contactos y a una rápida integración en la cultura brasileña», concluye.

La diputada socialista Ana Catarina Mendes, elegida por primera vez para el parlamento en 1995 cuando solo tenía 22 años, subraya que Portugal vive hoy «la paradoja de tener la generación más preparada y, al mismo tiempo, la menos aprovechada».

La democracia inaugurada en 1974 «abrió las puertas a la igualdad de oportunidades en la educación e hizo nacer una generación con altas cualificaciones, esa que hoy Portugal desperdicia», deplora. El gobierno del primer ministro conservador Pedro Passos Coelho «ha creado una nueva realidad: la emigración de muchos jóvenes cualificados», subraya.

Mendes lamenta que el Poder Ejecutivo, «ante la enorme crisis en que nos encontramos, haya optado por el camino de la destrucción del país, reduciendo la inversión en la economía, con lo cual ha aumentado el desempleo, impuesto sacrificios insoportables haciendo crecer la pobreza y la desigualdad».

«Esperemos que lleguen nuevos tiempos a Portugal, para así poder traer a nuestro jóvenes de vuelta», señala, esperanzada.