Minorías: rechazo, globalización y memoria subjetiva (II)

La implosión de las identidades en el siglo XXI

La guerra fría pareció congelar la geo-estrategia y las ideologías; también los conflictos étnicos y culturales. Explotaron tras la caída del muro de Berlín. A la perestroika siguió la implosión de la URSS. La onda expansiva rebasó todas las Europas, alcanzó África, que revivió conflictos olvidados donde recordábamos Katanga (de algún modo aquel horror continúa) y Biafra (antecedente de los conflictos nigerianos). En América Latina, ....

El autor en el Tíbel indio (1976)
Templo budista de Ladakh (Tibet indio, estado de Cachemira) 1991 / Foto: Paco Audije

La implosión de las identidades en el siglo XXI

estrategia y las ideologías; también los conflictos étnicos y culturales. Explotaron tras la caída del muro de Berlín. A la perestroika siguió la implosión de la URSS. La onda expansiva rebasó todas las Europas, alcanzó África, que revivió conflictos olvidados donde recordábamos Katanga (de algún modo aquel horror continúa) y Biafra (antecedente de los conflictos nigerianos).

En América Latina, Chiapas, el ascenso político de los indígenas en Bolivia o Ecuador, los conflictos centroamericanos, los mapuches de Chile son muestra de la rebelión indígena de las minorías (que no siempre lo son). En Asia, se prolongaron querellas territoriales y étnicas procedentes de la época colonial (cachemires entre India y Pakistán, grupos tribales, castas bajas y naxalitas de India nororiental; uigures y tibetanos en China, minorías chinas en otros países; karen de Tailandia). La historia no parece resolver, sino arrastrar los conflictos de las minorías. Los imperios británico y francés eran injustos e insostenibles; el soviético también. Pero todos ellos fueron -a la vez- sugerencias primarias de la globalización. Habían desaparecido ya Austro-Hungría y el Imperio Otomano, que quizá, fueron ciertamente «cárceles de pueblos», pero también intentos aristocráticos de armonización impuesta, por arriba.

De modo que en el siglo XXI, junto a esas circunstancias políticas, a las nuevas tecnologías de la información y a la globalización (política y financiera), se multiplican los flujos humanos. Las identidades pueden ser estables, también porosas. Tengo un amigo holandés frisón, un amigo italiano sardo, varios amigos irlandeses de Belfast y Dublín (Marie vive en Torrejón de Velasco). Hablamos y vemos (por Skype) a amigos/familiares que están en Hawái. Trabajo en la distancia con un amigo ruandés con pasaporte británico que vive en Bruselas, donde aprendí a conocer la difícil entente de flamencos y valones. He debatido, y sigo debatiendo, con mi familia adoptiva india los enfrentamientos (periódicos) de hindúes y musulmanes, también su concordia a lo largo del tiempo. Recuerdo conversaciones perdidas, pero no siempre por qué tuvieron lugar o incluso en qué idioma se habló.

En general, eso es positivo. Lo peor también sucede: un imbécil quema un Corán en Texas y otros matan a gentes inocentes, ajenas a ello, en cualquier lugar del planeta. Profesional, pero también personalmente, me impliqué en los escenarios de conflicto de Argelia, Irlanda del Norte y la ex Yugoslavia, donde dejé amigos apasionados y sigo -con el tiempo- acercándome a otros nuevos. Me fascinan todas las culturas, pero más las que están en minoría, las desaparecidas o casi totalmente desaparecidas: los acadianos de Estados Unidos, los pied-noirs, los sikhs (sijs) de Londres, los serbios de Gračanica. En mis viajes en solitario escucho baladas irlandesas (versiones de The Pogues & The Dubliners), de Quebec (Félix Leclerc, La bottine souriante), al difunto Joe Strummer & The Mescaleros o cantos de Argelia (Cheikha Rimitti).

Querría disponer de vocabulario de todas sus viejas historias (serbias o en amazigh); de sus colores (la camiseta del Celtic de Glasgow, pride of Ireland, está al lado de la del Athlétic, aúpa); de India (he bailado en Delhi con eunucos en una ceremonia familiar hindú). Sé recitar y pronunciar en sánscrito el Gayatri Mantra aunque nunca logré aprender bien su significado. No importa. Un amanecer, en 2007, en Benarés, junto al Ganges, le gasté una broma a un estudiante de teología hindú y le hice creer que su escritura había producido por mi parte una repentina, «milagrosa», elocución de esa letanía contenida en el Rigveda. El mundo actual me facilita que sea así. Me he prometido a mí mismo aprender el haka de los maoríes que me resulta física, intelectualmente, irresistible. Es imposible no sentirse fascinado por ese ritual que me transmite optimismo y energía.

El pensador y antropólogo indio Arjun Appadurai cree que la imaginación planetaria fluye a velocidad de vértigo... (continúa)

Minorías: rechazo, globalización y memoria subjetiva

Minorías: rechazo, globalización y memoria subjetiva (II). Implosión de las identidades en el siglo XXI

Minorías: rechazo, globalización y memoria subjetiva (III) Las redes imaginarias, según Appadurai