«Rodin, la luz de la Antigüedad», Museo Rodin

«Rodin, la luz de la Antigüedad», Museo Rodin
París, hasta el 16 de febrero de 2013

La Antigüedad atraviesa la vida de Rodin, desde los años de juventud hasta su muerte, como una lección, iluminando constantemente su obra con un nuevo enfoque. La exposición del Museo Rodin de París, nos muestra la relación del escultor con los modelos de escultura clásica de Grecia y Roma. La Antigüedad acaba por encarnar la parte luminosa y feliz de su obra de escultor y se convierte en el símbolo de la naturaleza y de la vida, que pretendía captar en su escultura y en su dibujo. Rodin admiró con creciente fervor los modelos de épocas lejanas que aparecieron de forma cada vez más sutil, casi invisible, en sus investigaciones de los últimos años. Su felicidad consistió entonces en vivir en la Villa des Brillants, en Meudon, y posteriormente en el palacete Biron, rodeado por una colección de más de seis mil obras de la Antigüedad. Compró a anticuarios parisinos, entre 1893 y 1917, centenares de fragmentos griegos, helenísticos, etruscos o romanos, en mármol y en bronce, así como jarrones y otras figurinas en barro cocido.

Rodin exploró la representación del cuerpo masculino. En el museo imaginario del artista, el escultor griego Fidias rivaliza con Miguel Ángel. Rodin utiliza primero la composición del Torso del Belvedere para realizar su estatua El pensador.

«Aquí tenemos estatuas estropeadas, halladas en ruinas; y porque están incompletas, ya no son obras maestras», escribió el artista en 1907. Esta visión del cuerpo en su aspecto inacabado aparece bajo la forma de múltiples fragmentos de pies, brazos y piernas, que conforman la colección de antigüedades del escultor.

A partir de la década de 1890, Rodin trabaja en el resurgimiento de su nueva Venus, mediante varias representaciones femeninas, todas captadas en el taller, a partir del modelo vivo. Tras inspirarse del tipo de la Venus en cuclillas, que impregna sus figuras femeninas de la década de 1880, se orienta hacia la Venus de Milo que impone su presencia, en filigrana, en las décadas de 1890-1900, mediante la Méditation y posteriormente la Musa de Whistler. De forma paralela, Rodin reúne cerca de un centenar de fragmentos de Venus romanas, que constituyen un amplio repertorio de formas y de drapeados.

A partir de 1895, el escultor francés practica el montaje de jarrones antiguos de su colección, con sus propias figuras en yeso. El objeto del pasado cambia de estatuto para confundirse con la obra, ambos reunidos en un mismo espacio temporal. El material antiguo en barro cocido o su reproducción en yeso, recibe en su forma figuras de Rodin ya existentes, en mayoría procedentes dePuerta del Infierno, como «flores en un jarrón»

Rodin es un asiduo lector de la literatura clásica, en particular de Ovidio y Apuleyo. De ella procede en primer lugar el propio espíritu de sus esculturas, nacidas bajo el signo de la metamorfosis, también llamadas «montajes». Reinterpreta, cada vez con mayor libertad y distancia, los relatos de la Antigüedad: «La mitología solo existe como custodia de los sufrimientos eternos, de las alegrías eternas que han de volver a ser creadas, cada vez, por el artista...» El escultor se apasiona por lo extraño del fragmento antiguo, cuyas roturas son creadoras de «monstruos», igual que la mitología de lo híbrido que recorre tanto su obra como su colección.