Turquía, otra vez la gran olvidada de la Cumbre Europea

En Turquía, muchos temen que el gobierno carezca de incentivos para frenar su ofensiva contra las libertades de expresión y de prensa, mientras las negociaciones para que el país se incorpore a la Unión Europea (UE) permanecen estancadas. Europa sigue dando largas a la integración de este país en las estructuras comunitarias, un tema que ante la crisis económica actual tampoco será tratado en la Cumbre de Bruselas.

Periódicos en quiosco en Estambul
Periódicos en quiosco en Estambul / Foto: Jillian Kestler-DAmours

«Resucitar el proceso de acceso de Turquía a la UE es de una relevancia crucial para la libertad de prensa en el país, por el simple motivo de que brinda al gobierno un incentivo fundamental para concretar avances», escribe el exembajador del bloque europeo en el país, Marc Pierini, en un documento para el Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

En este Fondo con sede en Washington, el diplomático señala que «la UE necesita una Turquía próspera, estable y democrática, independientemente de si es miembro, aliada estratégica o vecina. Y, lo que es más importante, necesita una Turquía que esté en paz consigo misma y que maneje la coexistencia y la tolerancia ante su sociedad». En los últimos años, organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos han condenado al gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan y a su Partido Justicia y Desarrollo, por imponer severas restricciones a las libertades de prensa y, en particular, por encarcelar a numerosos periodistas.

Según un informe del Comité para la Protección de los Periodistas titulado «Turkey's Press Freedom Crisis» (La crisis de la libertad de la prensa de Turquía), el país encarceló en 2012 a la mayor cantidad de periodistas en el mundo, superando a Irán, Eritrea y China. Solo en agosto, 76 reporteros kurdos fueron puestos tras las rejas. El 70 por ciento eran ciudadanos kurdos. Muchos periodistas fueron acusados por realizar coberturas sobre las actividades del prohibido Partido de los Trabajadores de Kurdistán, al que Turquía considera una organización terrorista.

El Comité señala que «las autoridades han encarcelado a periodistas de forma masiva acusados de terrorismo o antiestatales, y han iniciado miles de juicios penales por denigrar la condición turca o influir en los procedimientos judiciales, y han usado tácticas de presión para sembrar la autocensura». En respuesta, el ministro de Justicia, Sadullah Ergin, ha dicho que las acusaciones incluidas en el informe eran «exageradas», y declara que se estaban utilizando las críticas a la libertad de prensa en Turquía como herramienta política contra el gobierno.

Para el ministro de Justicia «nosotros, como gobierno, no queremos que ni una sola persona, sea o no periodista, sea victimizada a causa de sus pensamientos o expresiones». Ergin añade que «Turquía se está esforzando por lograr el equilibrio adecuado entre impedir la apología de la violencia y la propaganda terrorista, y la necesidad de ampliar la libertad de expresión».

Pero muchos señalan al defectuoso Código Penal turco como una factor decisivo para eliminar la libertad de prensa. Preocupa especialmente la vaga legislación antiterrorista del país, donde, por ejemplo, el escribir un artículo puede llevar a que los periodistas sean acusados de pertenecer a, o ayudar a, una organización terrorista. Según Hugh Pope, investigador sobre Turquía en el International Crisis Group, con sede en Bruselas, el inminente cuarto paquete de reformas judiciales, que el gobierno, se espera, dé a conocer en breve, debe abordar esta definición problemática del terrorismo.

Pope señala que «la definición de terrorismo está completamente desincronizada con la norma europea, y tiene que cambiar». Según él «es absolutamente esencial adaptar la definición de terrorismo a algo que sea más racional y que, por lo tanto, permita la liberación de varios miles de personas que están actualmente en prisión bajo cargos de terrorismo y que no serían consideradas terroristas en ninguna otra parte de Europa».

Turquía fue declarada apta para integrarse a la Unión Europea en 1997, y las negociaciones con ese objetivo se iniciaron en 2005. Sin embargo, desde 2006 el proceso está estancado, en buena parte debido al conflicto que el país mantiene con Chipre por el control turco de parte del territorio de ese estado insular. «No ayuda el hecho de que, en Europa, Turquía sea percibida como una amordazadora de la prensa, pero pienso que el principal problema no es ese», sino las «grandes reservas» que la UE tiene con respecto a este país, explicaPope. «Pero si Turquía tuviera un escenario mediático más defendible, eso la haría parecer más europea».

La Federación Europea de Periodistas lanzó el año pasado una campaña para liberar a los reporteros turcos en prisión. Representantes de la entidad también asistieron a audiencias judiciales en Turquía, en solidaridad con los reporteros encarcelados. «Es muy importante (que los periodistas turcos) sientan que no están aislados, (que) no están solos. Las visitas a las audiencias judiciales han mostrado un apoyo enorme», explica la directora de la Federación, Renate Schroeder. «Todos los periodistas saben lo que es querer escribir la verdad, aunque todos sabemos cuán difícil es. Se es periodista simplemente para ser crítico. Hay un vínculo y una solidaridad reales», señala.

En su último informe sobre avances en las aspiraciones turcas de ingresar a la UE, divulgado en octubre, la Comisión Europea dijo que las reformas del Estado en materia de libertad de expresión no son suficientes, aunque existe espacio para debatir cuestiones delicadas, y en en el país se expresan puntos de vista de la oposición. Según ese documento, los arrestos y encarcelamientos de periodistas, la aplicación de la legislación antiterrorista y el hecho de que altos funcionarios del gobierno y el ejército han presentado demandas contra periodistas, son los problemas más acuciantes.

La Comisión de la UE concluyó que «todo esto, combinado con una alta concentración de los medios de comunicación en conglomerados industriales con intereses que van mucho más allá de la libre circulación de la información y las ideas, tiene un efecto escalofriante y limita la libertad de expresión en la práctica, mientras convierte la autocensura en un fenómeno común en los medios turcos».