UE-Rusia: crisis política e interdependencia económica

En el volcán que se está convirtiendo estos días la frontera oriental de Ucrania, hay mucho más en juego que la supuesta protección de unos rusos fuera de su país de origen, las intenciones expansionistas del presidente ruso, Vladimir Putin o la defensa de la democracia por parte de Bruselas. Detrás hay unas relaciones económicas y políticas de gran importancia para la Unión Europea y Rusia, que se han ido forjando con altibajos desde la caída del telón de acero.

Un trabajador pasa en bicicleta ante las tuberías de la instalación
A la estación de Baumgarten (Baja Austria), la mayor de recepción y transferencia de Austria, llega gas natural procedente de Rusia, Noruega y otros países. Algunas partes del compresor tienen financiación de la UE/ Foto: CE

Mirando más allá de la crisis ucraniana, muchos creen que la relación entre Rusia y la UE en el futuro seguirá siendo sólida. Frédéric Oudéa, presidente ejecutivo de uno de los mayores bancos de la zona euro, la Société Générale, piensa que «a largo plazo la relación entre la UE y Rusia se fortalecerá, y tendrá su base en la energía». Oudéa, prosigue diciendo que Rusia es un cliente importante para muchas empresas europeas, y si, «para Europa lo más importante es reanudar el crecimiento, sin duda Rusia es un socio indispensable, lo mismo que la UE para Rusia». Admite que la actual situación está creando mucha incertidumbre, «pero estoy convencido de que a largo plazo las relaciones seguirán siendo fuertes».

Esta tesis, a pesar de la caótica situación del momento, parece estar apoyada por la gran interdependencia económica que existe entre las dos partes, que va más allá del asunto de la energía.

Entre el sector industrial y el espíritu empresarial de ambas partes se ha establecido un fuerte vínculo. Las exportaciones de bienes de la UE a Rusia en 2012 se estimaron en unos 170 mil millones de euros, mientras que los productos importados de Rusia estuvieron por encima de los 293 mil millones.

Desde 2009, las exportaciones a Rusia han ido aumentando y representan más del 7% del total de las exportaciones de la Unión. Las mercancías importadas de Rusia, por su parte, representan el 12% del total en la UE.

Basándose en estos datos queda claro que Rusia es el segundo mayor socio comercial de la Unión, en cuanto a importaciones, y el cuarto en exportaciones. Por otra parte, la UE es el principal socio comercial de Rusia, que absorbe el 22% del total de exportaciones del país. Por esta razón, muchos expertos, entre ellos Arno Behrens y Julian Wieczokiewicz del Centro de Estudios de Política Europea en Bruselas, creen que «Rusia depende de los ingresos de la exportación de gas más de lo que la UE depende del gas ruso» como «Gazprom y el presupuesto estatal de Rusia están muy relacionados con las exportaciones a la UE, los problemas de abastecimiento y crisis política podrían llevar a muchos Estados de la Unión ha aumentar sus esfuerzos por reemplazar el gas ruso».

Obviamente, esto no va a pasar a corto plazo, pero es un hecho que los veintiocho Estados han reiterado con mayor énfasis de lo habitual que se deben intensificar los esfuerzos para reducir la dependencia del gas, la necesidad de acelerar la diversificación de los suministros de energía y desarrollar otras posibilidades para incrementar la capacidad de negociación.

Continuando con el análisis macroeconómico, los otros socios clave de Rusia son China y, por supuesto, Ucrania. Sin embargo, la UE sigue siendo el más importante receptor de las exportaciones de energía estimadas en un 75% del total teniendo en cuenta que un 77% de las exportaciones rusas están compuestas por petróleo crudo, productos derivados del petróleo y gas natural.

Por su parte, Rusia es el mayor proveedor de la UE en productos energéticos, con un 30% de los suministros de petróleo y gas y es el tercer mayor socio comercial de la Unión Europea, después de Estados Unidos y China. Una mirada de conjunto muestra que la UE es de gran importancia para Rusia y viceversa.

La relación comercial entre las dos economías creció mucho hasta mediados de 2008, cuando la tendencia se vio interrumpida por la crisis económica y las medidas unilaterales adoptadas por Rusia, con un impacto negativo en los dos socios. Desde 2010, el comercio comenzó a crecer hasta alcanzar niveles récord en 2012.

A nivel legal y diplomático la relación entre la UE y Rusia todavía está anclada en gran medida en la Política Europea de Vecindad (PEV), que promueve un alto grado de integración con los países limítrofes con la Unión, y establece relaciones privilegiadas en diferentes sectores a través del Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación (IEVA).

Ucrania ha sido uno de los muchos países que ha aprovechado el apoyo financiero de este programa político, por medio del cual también Rusia ha establecido un vínculo con la Unión Europea, que se expresa con la asociación estratégica en 1994: fue el último acuerdo diplomático entre la UE y Rusia, que expiró en 2007.

El acuerdo de asociación y cooperación de 1994 forma parte de una serie de acuerdos que suelen durar generalmente diez años, y que se han firmado con todos los países de la extinta Unión Soviética. El fondo de estos tratados implica un diálogo más intenso para la consolidación de las instituciones democráticas, una mayor integración desde el punto de vista comercial y un impulso hacia el libre mercado.

Tras este acuerdo de 2008 entre la UE y Rusia se celebró la cumbre de Khanty-Mansiysk, que no produjo ningún cambio significativo en la relación entre las dos partes. Desde 2003 no se registró ningún avance sustancial porque Rusia no quería estar incluida entre los países de la Política Europea de Vecindad.

Hay que destacar el hecho de que en 2009, en una importante cumbre que se celebró en Praga, la Unión Europea expresó su voluntad de ampliar su influencia a seis países de la antigua Unión Soviética, entre ellos Ucrania.

El escenario que estamos presenciando hoy es muy diferente del que se había desarrollado en los años anteriores. Preguntémonos por qué. En los últimos cinco años, en los que la Unión Europea ha estado dedicada a administrar de una forma estricta la crisis económica que afectó a muchos de los Estados miembros, Rusia ha renovado su política exterior, poniendo una especial atención en los países del Mediterráneo oriental y las antiguas repúblicas soviéticas de Eurasia.

Ya en los últimos años las relaciones entre la Unión Europea y Rusia se bloquearon debido a la falta de una nueva visión estratégica clara por parte de la Unión. Incluso la percepción que Rusia tiene de la Unión Europea ha cambiado en los últimos años, el concepto de cooperación de principio de los años 90, ha quedado lejos y Rusia ve ahora a todo el bloque como un gran competidor y no sólo como un gran socio.

Los sectores en los que existe este enfrentamiento son muchos, basta pensar en la energía, el comercio o la investigación. Al mismo tiempo, sin embargo, ha habido un acercamiento en las relaciones entre Rusia e Italia y Alemania. En ausencia de una política exterior europea fuerte, Rusia ha primado forjar un vínculo mayor con dos importantes Estados miembros, con el fin de asegurarse una posición fuerte en un futuro diálogo con la Unión Europea.

Por su parte Inglaterra tiene importantes intereses en juego, y quiere que Londres siga siendo la principal 'plataforma' financiera de los negocios rusos a escala global, mientras que Francia quiere vender a Moscú sus helicópteros de guerra Mistral.

Muchas personas, incluido el mismo, Vladimir Putin, consideran que la estabilidad de todo el continente europeo dependerá esencialmente de la capacidad para resolver los problemas actuales relacionados con la cuestión ucraniana y, a continuación, poner los cimientos indispensables de una visión estratégica de la UE hacia los países de la Unión Euroasiática (Rusia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán).

Moscú ha tensado las relaciones con su vecino occidental, aprovechando que las instituciones europeas en su conjunto están en pleno proceso de cambio y, por tanto en su momento más débil. Sólo el tiempo dirá cómo va a evolucionar la situación de Ucrania, y por lo tanto las relaciones diplomáticas entre Rusia y la Unión Europea, pero lo que es seguro es que los próximos líderes europeos designados tras las elecciones van a tener que encontrar una solución de la forma más rápida y lo menos traumática posible.