«Un mundo nuevo, proyecto común»

, (Presidenta de Manos Unidas)

Estos días en torno al segundo domingo de febrero tienen lugar en toda España numerosos actos orientados al lanzamiento de una nueva campaña de Manos Unidas, que hace la quincuagésimo quinta y que en esta ocasión estará centrada en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM): «fomentar una alianza mundial para el desarrollo».

Soledad Suárez
Soledad Suárez / Foto: eXp

Estos días en torno al segundo domingo de febrero tienen lugar en toda España numerosos actos orientados al lanzamiento de una nueva campaña de Manos Unidas, que hace la quincuagésimo quinta y que en esta ocasión estará centrada en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM): «fomentar una alianza mundial para el desarrollo».

Será la última campaña que en Manos Unidas dedicamos a los ODM, ya que al finalizar el 2014 habremos completado el plan de ocho años que nos propusimos llevar a cabo centrándonos en ellos. El lema de este año será «Un mundo nuevo, proyecto común», con el cual queremos subrayar que el hambre como problema mundial requiere igualmente de una solución mundial y de una alianza muy sólida de todos, tanto los países desarrollados como los que están en desarrollo.

En el cartel preparado para la campaña aparecen numerosas siluetas relativas a la educación, la sanidad, el trabajo, la igualdad, el comercio justo, la paz, el voluntariado, la justicia... y otras formando un planeta que construimos entre todos, con una imagen central que expresa crecimiento en fraternidad y en paz. Cartel y lema unidos quieren transmitirnos, de este modo, que todos estamos involucrados en este nuevo proyecto de sociedad.

Necesidad de cambios individuales y estructurales

Hacia ese proyecto fraterno avanzamos en Manos Unidas desde nuestros orígenes, hace más de cincuenta años, y para hacerlo posible hacen falta cambios tanto individuales como estructurales. Podemos avanzar hacia él humanizando nuestras relaciones humanas, desterrando en ellas la «lógica del interés» y cultivando la «lógica del don», promoviendo la cultura del «cuidado del otro» frente a la rutina y a la insensibilidad ante el sufrimiento, aprendiendo a situar a las personas dentro del marco de esa dignidad especial que les da su dimensión trascendente, adoptando estilos de vida más austeros, comprometiéndonos ante las necesidades que observamos en las personas o implicándonos en los trabajos de aquellos colectivos que ayudan a hacer más presentes en nuestra sociedad los valores del evangelio.

El Papa Francisco nos habla de los cambios sociales que necesitamos en su reciente exhortación apostólica «Evangelii gaudium». En ella, clama contra una «economía de la exclusión» que «considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo que se puede usar y luego tirar» y en la que «los excluidos no son explotados, sino desechos, sobrantes». Igualmente, denuncia una «economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano», así como el «consumismo desenfrenado, unido a la inequidad».

«Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado, afirma. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone; requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el meroasistencialismo».

¿No será la falta de estos criterios lo que hace que el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, vaya a dejar tanto que desear, según apuntan las previsiones?

Hoy el contexto social se nos ha complicado y vemos a nuestro alrededor muchísimos jóvenes, y también otros no jóvenes, que se encuentran en paro, con trabajos precarios, familias enteras donde nadie trabaja... Las dificultades alcanzan también a la lucha contra el hambre. La Ayuda Oficial al Desarrollo se ha reducido de forma drástica, como sabemos, pero es necesario mantener el esfuerzo a favor del Sur porque la situación allí es mucho peor que en nuestro entorno. Por eso, Manos Unidas quiere seguir dando respuesta a esas necesidades y respondiendo a las muchas demandas que recibimos. Al final, los esfuerzos se notan. Nuestro apoyo llega a comunidades humanas muy desfavorecidas en más de cincuenta países, y este ingente trabajo es posible gracias a tanta gente como nos apoya de distintas maneras, con voluntariado y con contribuciones económicas, algunas de las cuales nos siguen sorprendiendo. Los que colaboramos aquí, junto con quienes lo hacen allí, en el sur, atendiendo la buena marcha de los proyectos (entre ellos, muchos misioneros) y las comunidades destinatarias, unidos en una sola cadena sin diferencias configuramos una realidad hermosa, imagen de ese «mundo nuevo» al que aspiramos.

Sirvan estas líneas como expresión de agradecimiento a cuantos, de distintas maneras, hacéis posible esa realidad de comunión entre los seres humanos y participáis de esta fe y de esta esperanza.

* Soledad Suárez es Presidenta de Manos Unidas