Varios países bloquean la propuesta sobre biofuel de la Comisión Europea

La última propuesta de la Comisión Europea de frenar el uso de ciertos biocombustibles sospechosos de estar relacionados con la deforestación y la inseguridad alimentaria a nivel global, se ha encontrado con un muro difícil de salvar en la negativa de varios estados miembros que abogan por continuar con su producción y su uso.

una especie de gelatina verde
Cultivo en laboratorio del alga microcópica espirulina para biofuel/ Foto: CE

Varios ministros europeos están bloqueando la propuesta de la UE para frenar el uso de biocombustibles convencionales, basada en recomendaciones de la FAO y numerosas instituciones e investigadores, que relacionan ciertos cultivos de cereales y aceites vegetales destinados a la producción de biofuel con el crecimiento disparatado del precio de los alimentos y la deforestación.

La mayoría de los ministros de medio ambiente ha expresado su preocupación ante la propuesta de la UE de reconsiderar la inclusión del 5% de biocombustibles en su estrategia 20-20 (que obliga a tener un 10 % de energías renovables en el transporte para 2020, y de ellas un 5% de biocombustible).

Liderando las negativas ante el Consejo Europeo de Medio Ambiente celebrado la semana pasada, está un grupo de países de Europa Central que asegura que un recorte en la demanda que la UE hace de trigo o soja (principales cultivos destinados a biocarburantes) podría afectar más duramente a los precios de esos productos y al uso de la tierra en los países productores de materia prima y monocultivos.

«En el grupo de trabajo hay muy poco apoyo para la propuesta tal como está concebida por la Comisión», ha asegurado una fuente del Consejo a los medios presentes, «hay preocupación por parte de Hungría, la República Checa o Polonia, que consideran el ILUC (impactos por el cambio del uso del suelo) principalmente como un problema para los terceros países, los productores, donde hay menos agricultura sostenible», ha explicado.

Según los Estados miembros que bloquean la propuesta, poner límite a la primera generación de biofuel puede impedir alcanzar para 2020 la meta de la UE del 10% de energías renovables en el combustible del transporte. Además, aseguran que todavía hay pocas evidencias de ILUC, del impacto en el precio de la comida, su volatilidad, o el impacto climático por los cultivos destinados a la producción de biocombustibles dentro de las fronteras europeas. Por lo tanto, los ministros consideran que si la oferta se mantiene dentro de Europa, se reducirá al mínimo el impacto del monocultivo en el extranjero.

La industria del biofuel teme el colapso

Varios países ya expresaron sus dudas en el consejo de la Energía del 11 de marzo, asegurando que las consideraciones científicas y las consecuencias del ILUC no eran lo suficientemente robustas como para justificar la fuerte regulación de la UE, una posición que defienden los principales protagonistas, productores y distribuidores de la industria del biofuel.

«No creemos que la ciencia esté lo suficientemente madura para poner cifras tan dramáticas a las emisiones del ILUC», dice Isabelle Maurizi, de la European Biodiesel Board.

Por su parte, la Asociación Europea del Etanol Renovable asegura que «no se puede presentar todavía un caso convincente de que los biocombustibles estén causando estructuralmente una subida de los precios de los alimentos y hemos tenido problemas con la volatilidad desde hace décadas, incluso cuando los biocombustibles no eran nada».

Temen el colapso de la industria después de que una serie de países hayan invertido grandes sumas en combustibles a base de materia prima, a pesar de que la UE ya pide una transformación hacia biocombustibles a base de celulosas o algas, considerados más sostenibles, pero, en la práctica, menos desarrollados.

Para Faustine Defossez, de la Oficina Europea del Medio Ambiente, «el reconocimiento de los factores negativos de ILUC es un paso importante hacia el cambio de las políticas públicas, al reconocer y calcular las emisiones que la producción de biocombustibles provoca. Sin embargo, aunque la mayoría ya reconoce que el ILUC es un problema, todavía hay muchas reticencias para abrazar la única solución disponible para resolverlo».

Connie Hedegaard, Comisaria de la UE sobre el clima, ha defendido la propuesta de la Comisión ya que «la mayoría de los biocombustibles de primera generación no producen ningún o muy poco ahorro de gases de efecto invernadero, cuando tenemos en cuenta también las emisiones ILUC». Sin embargo, Günther Oettinger, comisario europeo para la Energía, asegura que el límite de uso debe de ser «flexible» dentro de la UE.

Sólo los Países Bajos, Reino Unido, Bélgica y Dinamarca han expresado su apoyo a la utilización de un modelo de producción que tenga en cuenta el ILUC y que use fuentes de biocombustibles en función de sus emisiones de carbono durante su ciclo vital. Ed Davey, Ministro británico de Energía y Clima, reprendió en este sentido a sus colegas europeos y les pidió tomar una posición más crítica y más dura: «Hemos cometido un error real en la UE [sobre] los biocombustibles y tenemos que acabar con ese error, cuanto antes mejor».

El problema del monocultivo

En Brasil e Indonesia, dos de los principales productores de soja y palma, el mercado del biocombustible ha crecido de tal forma que ha acabado devorando tierras previamente utilizadas para la producción de alimentos.

Distintos sindicatos regionales de Trabajadores y Agricultores, como el del estado de Mato Grosso en Brasil (uno de los mayores productores de monocultivos de biodiésel, donde invierten grandes compañías de combustibles europeos, incluyendo Shell y BP) , han denunciado además que el uso intensivo de plaguicidas en los monocultivos está contaminando las aguas subterráneas y los campos utilizados para la producción de alimentos.

En Indonesia, la enorme producción de aceite de palma como fuente de combustible se basa en «usar» tierra de aquellas poblaciones indígenas que no tengan alguna documentación escrita que acredite su propiedad, como ha denunciado la ONG Alianza de los Pueblos Indígenas de Indonesia. Allí, los monocultivos no sólo amenazan la seguridad y la autonomía alimentaria sino que están contaminando los suministros locales de agua potable con pesticidas.

Según la organización Oxfam, sin una regulación más fuerte de la UE, la demanda de productos agrícolas para energías renovables expandirá el monocultivo y sus volúmenes de producción en más del 4% anual. «La UE debe poner fin a esta absurda tendencia de utilizar los alimentos como combustible y detener con rapidez el supuesto apoyo al medioambiente basado en los biocombustibles», insiste el Comisario de política de Oxfam, Marc-Oliver Herman.

«Los consumidores europeos, sin saberlo, están financiando el hambre y la destrucción del medio ambiente en los países pobres a través de los miles de millones de euros que pagan a consecuencia de los incentivos fiscales y los subsidios a los biocombustibles», ha concluido Herman.

En abril, el Consejo de la Energía europeo analizará el problema de los biocombustibles y en julio está previsto que el Parlamento Europeo vote en comisión las propuestas sobre el ILUC.