Indignados, organizados, movilizados

Hablamos con Antonio López, catedrático de Trabajo Social

Indignados de todo el mundo piden el cambio global. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros que no nos representan. Es la denuncia de la precarización laboral en la economía global y en la más cercana, la confirmación de que el modo de vida de la generación anterior se ha acabado y no hay expectativas de futuro... La demanda común de los indignados de todo el mundo es estar en la agenda pública.

Antonio López, catedrático de la UNED
Antonio López, catedrático de la UNED / Foto:euroXpress

¿Cómo ven los sociólogos estos movimientos sociales de protesta?

Antonio López.- Yo creo que una de las principales características de estos movimiento es que con las nuevas tecnologías se organizan, quedan, difunden sus ideas y son capaces de llegar a movilizarse y también a compartir y debatir. Otro aspecto es que la crisis al afectar totalmente a las economías de los países occidentales ha puesto de manifiesto la necesidad de tomar en serio tu propio país. Es decir que los movimientos de indignados protestan contra un tipo de gobierno mundial y de economía global pero en cada país, en su propio entorno, porque es ahí donde se enfrentan a consecuencias muy graves.

eXp.- Hace unos años veíamos esos grandes movimientos de protesta, mayoritariamente juvenil, en el G-20, o en las cumbres del clima que eran manifestaciones «globales». Ahora esos movimientos han cambiado y se han centrado en cada país y son más reflexivos.

A. L.- Ahora ya no protestan sólo contra la globalización y las asociaciones mundiales bancarias sino que lo hacen contra los bancos y los gobiernos de su propio país, pero están conectados. Unos se convierten en referencia de otros y unos movimientos estimulan a otros, y por otra parte han conseguido estar en la agenda pública, que se hable de ellos, que se visualicen sus problemas. Y es muy importante que los problemas de la juventud emerjan en unas sociedades en las que cada vez hay menos jóvenes.

eXp.- Pero estos movimientos no actúan todos de la misma manera.

A. L.- Hay movimientos como el 15-M, -que no es sólo juvenil sino que también participan otros colectivos- y que protestan en relación y con la globalización y con nuestro poder económico. Denuncian el deterioro de las formas de vida, de los valores pero hay otros grupos que se han movilizado de forma más violenta. Tenemos el caso de Londres en el verano de 2011 o los conflictos de la banlieu francesa. Ha habido estallidos violentos en colectivos diversos, en un caso de emigrantes en otro de ciudadanos de todo tipo, pero que se caracterizan por la renuncia radical al compromiso social y se dedican al pillaje, al vandalismo o a la protesta violenta, pero en todo caso son dos movimientos muy distintos que no tienen nada que ver uno con otro.

eXp.- Son pesimistas los jóvenes sobre su futuro. O estos movimientos demuestran que la juventud siempre tira hacia adelante, siempre es creativa y luchadora.

A. L.- En las encuestas que hacemos sobre tendencias sociales, por primera vez constatamos -y eso es desde hace 2 años-, que las personas piensan que la siguiente generación va a vivir peor. Esa sensación de que nuestro modelo económico de desarrollo expansivo se ha acabado, que va a ser muy difícil recuperar el modelo de vida de los padres o de la generación anterior, se ha extendido mucho en nuestras sociedades. Esto va unido, en el ámbito de la globalización, a la pérdida de poder económico de Europa y Estados Unidos frente a Asia y a un desplazamiento geopolítico del poder y el crecimiento económico hacia el sudeste asiático.

eXp.-¿Qué puntos tienen en común estas movilizaciones sociales?

A. L.- La primera característica común es reconocer y demandar un mayor reconocimiento del papel de los jóvenes. Es importante que los jóvenes estén en la agenda pública. Yo creo que eso sería la característica en la que coinciden todos estos movimientos. Demandan nuevas expectativas que pasan por cuestionar un tipo de orden económico que les condena a una precariedad permanente que cada vez afecta a más jóvenes y a más países de la Unión Europea.

eXp.-¿Estamos ante un cambio de modelo social y laboral en estas sociedades?

A. L.- La precarización y la degradación del empleo aumentaen nuestras sociedades. Cada vez hay más personas que tienen contratos temporales, rotaciones, contratos a turnos.... Podríamos señalar 3 características del empleo juvenil. Una mayor precariedad, como he dicho, tienen peores trabajos, con peores turnos (rotatorios o nocturnos) y tienen más accidentes laborales que los adultos. Y es un cóctel realmente explosivo.

eXp.- Los jóvenes tienen dificultades para encontrar un trabajo, pero en el caso de encontrarlo la mayoría de las veces no cobran un sueldo acorde a su preparación y ven frustradas sus expectativas de mejora social.

A. L.- Los jóvenes tienen salarios más bajos porque es normal que una persona que está empezando cobre menos. El problema es las expectativas. Y es que sabe que va a tener más precariedad y va a estar más veces en el paro, que va a tardar más tiempo en tener un trabajo estable en el que se sienta más seguro y eso afecta radicalmente a sus posibilidades de independencia familiar.

eXp.- Y denuncian o se quejan de que están perdiendo avances sociales que se había conseguido en las sociedades de bienestar.

A. L.- Esta crisis rompe el mecanismo básico de las clases medias, que es la satisfacción diferida. Es decir, yo me esfuerzo ahora porque en el futuro tendré una recompensa. Claro si me recortan las pensiones, mi recompensa ya no está. Si no voy a conseguir un trabajo fijo, nunca voy a conseguir una vivienda y no voy a vivir como yo creía que debía vivir. Esa es la crisis de la satisfacción diferida, que es un mecanismo básico que estimula el esfuerzo. Por otro lado, el joven europeo que proviene de un grado de bienestar vive como propio el modelo de consumo de sus padres y se identifica con esas pautas de consumo. Entonces aunque tenga un trabajo, que para un emigrante sería subir su calidad de vida, para él no es suficiente porque sus expectativas de vida son las de consumir como sus padres.

eXp.- Los jóvenes han conseguido estar en la agenda pública, pero parece que ellos van por un lado y los sindicatos y los políticos van por otro.

A. L.- Una de las reivindicaciones del movimiento 15-M es mejorar las condiciones socio-laborales e independiente de la ideología que cada uno tenga, todos estaban de acuerdo en que los jóvenes tienen muchos problemas. Es decir, que estos movimientos han puesto de relieve que las instituciones que deben velar para que estas condiciones de vida mejoren, por ejemplo sindicatos y partidos políticos, no han sabido hacerlo y por eso los jóvenes tienen una gran desafección hacia los partidos políticos y la filiación política o sindical y los consideran parte del sistema contra el que protestan.Muchos de ellos no votan y por tanto tampoco los partidos les dedican mucha atención, una atención que sí dedican a la tercera edad, que esa sí va a votar y defiende sus derechos. Sólo hay que ver cómo trata nuestra sociedad a la tercera edad y a los jóvenes. A los jubilados les facilitamos ir a Benidorm, y a los jóvenes les recortamos las perspectivas de futuro. Sólo hay que pensarlo.

eXp.- Pero se quejan de la corrupción, de los bancos, de los políticos...

A. L.- Al empeorar mucho las condiciones de vida queda de manifiesto el conjunto de desajustes de nuestras sociedades. Y por desajustes entendemos casos que antes no eran problemáticos o no se veían tanto, porque estábamos entretenidos en otras cosas, como era el propio progreso personal. Ahora te das cuenta de la gran cantidad de gente que se corrompe, que actúa de manera inadecuada... Claro en sociedades en crisis todo vuelve a ser objeto de crítica. No es que los jóvenes hayan estado de acuerdo con la corrupción, que no es cierto, es que ahora se habla más de todas las carencias de nuestra economía y de nuestra sociedad. Y una de ellas es la corrupción, que -desde mi punto de vista- es un cáncer intolerable en sociedades democráticas como las nuestras.

eXp.-¿Cree que los jóvenes quieren un cambio de sistema?

A. L.- En mi opinión particular, un cambio de sistema es algo muy complicado. Creo que ellos quieren mejores contratos, mayores expectativas de vida, mantener posibilidades de consumo parecidas a las que disfrutaban o a lo que entienden que es la vida habitual de las personas. Y eso es muy difícil de reproducir en países europeos altamente endeudados. Un joven en China o en Perú, que está creciendo al 10%, ven por delante un futuro de progreso, claro que tenían un punto de partida muy bajo.

eXp.- ¿Qué parecido hay en las manifestaciones del 15-M o de Nueva York?.

A. L.- Todas estas movilizaciones aparecen como una crítica y corren un riesgo, es que sean estigmatizadas como antisistema. Hemos tenido en la historia muchas revoluciones que han acabado peor que empezaron, de lo que se trata es de promover ajustes que mejoren la calidad de vida y que hagan imposible que se tomen decisiones desafortunadas como las que nos han llevado a la crisis económica actual, basada en muchos casos en la especulación y la corrupción. ¿Qué parecido hay? Hay varias cosas pero la principal es que tanto en Madrid como en Nueva York, la gente se manifiesta contra los símbolos del poder. En Madrid, en la puerta del Sol, y en Nueva York, en Wall Street.

eXp.- Dentro de unas semanas tenemos elecciones generales, ¿cree que los políticos tienen en cuenta los problemas de los jóvenes?

A. L.- El tema juvenil vende, por lo que los partidos se aproximan a sus demandas, pero en nuestra sociedad cada vez hay menos jóvenes y otros colectivos también demandan cosas, parecidas o no. Entonces el político llega a acuerdos y tiene en cuenta que le vota mucha gente de muchas edades distintas. Pero creo que lo más importante es darse cuenta de lo importantísimo que es que los jóvenes puedan desarrollar sus proyectos vitales, porque ellos son el futuro. Por ejemplo es fundamental que haya jóvenes investigadores, porque si no, no se investiga. Tiene que haber profesionales, gestores, empresarios jóvenes. Y así como es verdad que son muy importantes, también es cierto que muchas veces son un colectivo invisible. El porcentaje de políticas sociales destinadas a ellos es muy pequeño y en muchos aspectos pasan desapercibidos para la sociedad.