A la búsqueda del eurofuncionario perfecto

Los funcionarios de la Unión Europea deben tener un comportamiento que resista el escrutinio público más minucioso. No sólo deben ser educados, atentos y serviciales, sino íntegros, transparentes y objetivos. Ojo con los conflictos de intereses, con las decisiones no imparciales y con los gastos y dietas.

Ése es el perfil ideal que propone el Defensor del Pueblo europeo para los trabajadores de la UE. Como mediador entre la administración europea y los ciudadanos de los 27, ha elaborado un código de principios de la función pública en Europa que somete a consulta pública.

El Defensor del Pueblo Europeo
El Defensor del Pueblo Europeo, Nikiforos Diamandouros / Foto:UE

¿Qué características debe tener un funcionario público europeo? Posiblemente cada uno de los 500 millones de ciudadanos de la UE ofrecería un perfil distinto pero, seguramente con unas bases de actuación de sentido común. Pues, al parecer, es necesario que estén bien fijadas por escrito y el Defensor del Pueblo Europeo propone un código de conducta que por básico y , a veces , infantil, resulta esperanzador, si se cumple.

Integridad, transparencia y objetividad deben ser los principios sobre los que los eurofuncionarios deben basar su labor en la administración europea. Eso en el fondo, porque en las formas, deben ser «educados, atentos y serviciales».

El Ombudsman de la UE, que tiene el difícil nombre de Nikiforos Diamandouros, ha consultado a los Defensores del Pueblo Nacionales para definir esos principios de actuación y someterlos a consulta pública. Parte de que los trabajadores públicos de las instituciones europeas tienen, o deben tener, un compromiso con la UE y sus ciudadanos, por tanto, su misión es defender los intereses europeos y «dar buen ejemplo».

«Los funcionarios deben adoptar en todo momento un comportamiento que resistiría al escrutinio público más minucioso», dice el Defensor, con lo que también dice que no se trata sólo de actuar dentro de la legalidad, sino que nada de asumir obligaciones financieras o de otro tipo que influyan en el desempeño de sus funciones. Deben declarar cualquier interés privado o conflicto de intereses y cuidado con optimizar sus beneficios al reclamar gastos y dietas.

Puesto que tienen que tomar decisiones, la objetividad es básica. La recomendación es librarse de prejuicios, guiarse por las pruebas, escuchar distintos puntos de vista y reconocer errores si los hay. La propuesta de código está en todo, hasta el punto de recomendar a los funcionarios que «no permitan que su simpatía o antipatía por una persona en concreto influya en su conducta personal».

Hecho el trabajo, los funcionarios tendrán que estar dispuestos a explicar sus actividades y motivar sus acciones. En consecuencia, una recomendación imprescindible: nada de complejos a la hora de asumir que «su conducta está sometida a examen público».

Diamandouros ha dicho que su «objetivo es presentar de forma clara y concisa los principios éticos fundamentales que deberían guíar la conducta de los eurofuncionarios. Identificándolos, ayudamos a nuestros profesionales a evitar conflictos de intereses u otras formas de mala administración. Esto se traduciría en un incremento de la confianza de los ciudadanos en la administración europea».

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