La detención de Mladic acerca a Serbia a la Unión Europea

Tras Slobodan Milosevic y Radoban Karadzic, a Serbia le faltaba un tercer gran sanguinario por capturar y saldar así una de las deudas a cumplir con la UE para optar a formar parte del conglomerado europeo. El presidente serbio ha confirmado la captura del exjefe del Ejército serbio en la Guerra de Bosnia, Ratko Mladic, al que se le acusa de la matanza de unos 8.000 varones musulmanes en Srebrenica.

Ratko Mladic, exjefe del ejército serbio
Ratko Mladic, exjefe del ejército serbio

Era unas de las condiciones sine qua non para la entrada de Serbia en la Unión Europea y parece que ya ha sido superada. El criminal de guerra Ratko Mladic, más conocido como el carnicero de Srebrenica, ha sido detenido según ha confirmado hoy el presidente serbio, Boris Tadic.

Mladic está acusado de genocidio con motivo de la matanza de musulmanes de Srebrenica, el asedio de Sarajevo y otros crímenes de la Guerra de Bosnia, todos ellos sucedidos entre 1992 y 1995. Para capturarlo no han ido demasiado lejos, el exgeneral serbio vivía exactamente en una aldea de las proximidades de la ciudad de Zrenjanin, al norte del país y usaba un nombre falso, Milorad Komadic. Las últimas informaciones aparecidas en 2006 le situaban en un suburbio de clase alta de Belgrado, protegido por Slobodan Milosevic, y en instalaciones militares hasta junio de 2002, año en el que se le permitió escapar y se perdió su pista. Según han declarado desde el Ministerio del Interior en Belgrado, se ha estudiado el ADN de Mladic para confirmar a ciencia cierta que se trata de uno de los sanguinarios más buscados de los Balcanes.

Sus acusaciones no han hecho otra cosa que aumentar. En 1995 fue imputado en primera instancia por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), acusado de los cargos de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y otros numerosos delitos (incluidos los relativos a la supuesta campaña de disparos de francotiradores) contra la población civil de Sarajevo y otras zonas de Bosnia y Herzegovina. El 16 de noviembre del mismo año, los cargos iniciales se ampliaron para incluir los correspondientes al ataque a la zona segura de Srebrenica en julio de 1995: genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. También fue acusado, gracias a determinadas pruebas documentales y grabaciones, de la toma de rehenes entre el personal de las Naciones Unidas.

Una fuerte personalidad marcada por el asesinato de su padre y el suicidio de su hija

Nacido durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, el 12 de marzo de 1942, en Bozanovici (actual Bosnia y Herzegovina) fue criado en un ambiente bélico lo que, sin duda, marcaría su personalidad. Fue el Jefe de Estado Mayor del Ejército de la República Srpska (VRS) durante la Guerra de Bosnia, entre 1992 y 1995. Hombre de fuerte personalidad, influida por el asesinato de su padre durante el conflicto mundial y el suicidio de su hija de 23 años en 1994 tras el cual cayó en una profunda depresión, se incorporó muy joven al Ejército Popular Yugoslavo, y su carrera en el mismo fue meteórica.

Según su biógrafa, Mladic era un seguidor acérrimo de los principios de Tito, defensor a ultranza de la unidad de la Yugoslavia multiétnica. Dotado de una gran fortaleza física y una fuerte personalidad, fue el primero de su promoción militar, y durante la guerra se hicieron habituales sus visitas a primera línea del frente. En su trato con los subordinados, hacía gala de una gran autoridad y una excelente memoria, pues solía recordar los nombres de los soldados bajo su mando, lo que sorprendía a la mayoría.

Para el periodista bosnio Seki Radoncic, «Mladic orientó su odio y su violencia contra lo que percibía como las amenazas contra su país: Occidente, el nacionalismo albanés y los musulmanes». Según el corresponsal de la BBC, Paul Martin, «Mladic solía llevar a los visitantes a su aldea natal en Bosnia y les mostraba todos los lugares donde, según él, habían vivido 101 parientes suyos que fueron masacrados por una banda pro-nazi de combatientes musulmanes durante la Segunda Guerra Mundial».

En una entrevista para The New York Times concedida a su corresponsal en los Balcanes, David Binder, en septiembre de 1994, y ante una pregunta sobre las atrocidades cometidas por su ejército sobre los musulmanes, respondió: «Yo no lo veo así. Hice lo que han hecho todos: defender a mi pueblo. Ese es nuestro deber patriótico (...) Sería correcto decir de mí que tengo cuernos en la cabeza si hubiera invadido Vietnam, Camboya o las Islas Malvinas. Yo no he ido al Golfo ni a Somalia; estaba defendiendo mi propia casa. De hecho, mi casa fue uno de los primeros sitios que se quemaron». El mismo Binder narró cómo, en agosto de 1991, durante una operación militar cerca de Vrlika, en Dalmacia, un autobús cruzado en la carretera cargado con más de 70 kg de explosivos, cortaba el paso del avance de las tropas de Mladic. Éste, ante la tardanza en desactivar el artefacto por parte de la unidad de ingeniería, subió al autobús y cortó los cables del detonador él solo.

La figura de Ratko Mladic levanta una gran controversia en la opinión pública balcánica y va ligada a los sucesos ocurridos las últimas décadas en los Balcanes. El sector más extremista del nacionalismo serbio lo considera un héroe, por haber defendido los ideales de la Gran Serbia. Para los habitantes de otras ex repúblicas yugoslavas Mladic simboliza la destrucción y la muerte. Considerado el hombre más buscado de las guerras yugoslavas, su rol en el genocidio de Srebrenica ha centrado en su figura las exigencias de justicia.

Pese haber pasado casi 20 años desde la Guerra de los Balcanes, su paradero incierto causaba terror entre los serbios. Según una encuesta publicada en enero de 2009 por el canal serbio de televisión B92, sólo un 14,29% de los serbios denunciaría a las autoridades el paradero de Mladic si lo supieran a cambio de 1 millón de € . Según el mismo estudio, un 20,57% no tendrían una actitud definida, y un 65,14% no daría esa información.

En definitiva, la detención de Mladic debería allanar el camino de Belgrado hacia Bruselas. «Es una gran noticia», ha dicho José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea. «Debemos confiar en el acercamiento de Serbia a la UE», comentó. La Comisión presentará a finales de septiembre su recomendación para que los 27 decidan si abrir o no negociaciones para la adhesión de Serbia, donde hoy ha viajado Catherine Ashton, jefa de Política Exterior de la Unión Europea.