Fracking, cuando la realidad supera a la ficción

El estreno en los cines de «Tierra Prometida», dirigida por Gus Van Sant y protagonizada por Matt Damon y Frances McDormand, acerca al público español una polémica técnica de extracción de gases del subsuelo que ha generado gran alarma por sus riesgos medioambientales, el llamado 'fracking' o 'fractura hidráulica'.

Escena de la película
Escena de la película 'Tierra Prometida' de Gus van Sant

El estreno en los cines de «Tierra Prometida», dirigida por Gus Van Sant y protagonizada por Matt Damon y Frances McDormand, acerca al público español una polémica técnica de extracción de gases del subsuelo que ha generado gran alarma por sus riesgos medioambientales, el llamado 'fracking' o 'fractura hidráulica'.

En EE.UU se explotan más de 30.000 pozos anuales mientras que, en Europa, varios países han desarrollado moratorias contra esta técnica. En España ya hay concedidas cerca de 100 licencias para investigar las posibilidades del fracking.

Situémonos: McKingley, un pueblo de campesinos de la América rural golpeado por la crisis recibe la visita de dos representantes (Matt Damod, Francesc McDormand) de la compañía de gas Global Crosspower Solutions. La multinacional les ofrece una importante suma de dinero y la promesa de altos rendimientos a cambio de instalar pozos de perforación en sus tierras. Global CS aparece como una exitosa compañía experta en la extracción de gas natural mediante 'fracking', capaz de convencer a los desesperados granjeros pero que encuentra un duro contrincante en el profesor de física y ciencias naturales Frank Yates (Hal Holbrook), vecino del pueblo y especialmente versado en los riesgos de la nueva 'técnica milagrosa'.

«Tierra prometida», lejos de moralina, permite al espectador posicionarse en esta encrucijada en la que no sólo juegan intereses económicos y medioambientales, si no también grandes conceptos como la identidad, la dignidad o la libertad, palabras que cobran mayor significado cuando se sabe que lo que Gus Van Sant ha llamado McKingley en la ficción, tiene muchos nombres en la realidad.

EE.UU, la tierra prometida y perforada

Barnett, en Texas, Wayne, en Virginia, Útica en los Apalaches, Ohio, Pensilvania, Nueva York, o las perforaciones en Niobara y Codell, en Colorado (que, por cierto, inspiraron la película «Tierra Prometida») son sólo algunos de los cerca de 30.000 pozos para 'fracking' que se excavan cada año en EE.UU desde hace más de una década, cuando comenzó allí el boom del gas irremediablemente asociado a la crisis del petróleo sufrida en 1970 y la búsqueda, desde entonces, de nuevos combustibles.

La técnica de la fractura hidráulica posibilita la extracción de gases y petroleo no convencionales procedentes del subsuelo, básicamente contenidos en bolsas naturales creadas entre capas de pizarra o esquisto. Para su extracción, se perfora un primer pozo en vertical hasta unos 2.000 metros de profundidad por el que se introduce una tubería que llegará a la capa de pizarra.

Una vez alcanzada la capa geológica elegida, se realiza una perforación horizontal de hasta 3 km de longitud y se inyectan a presión por la tubería miles de metros cúbicos de agua, mezclada con arena y un coctel de productos químicos (el 1% del total, unos 200.000 litros de químicos), el llamado 'líquido de fragmentación'.

El agua, con químicos y arena, golpea la roca fracturándola y liberando el gas que se recupera en la superficie a través de la misma tubería, mientras que los residuos de la operación (lodos tóxicos principalmente) se almacenan en balsas al aire libre hasta su traslado a plantas de tratamiento. Entre otros problemas, ocurre que con el líquido de retorno y el gas recuperado se mezclan sustancias peligrosas presentes en las capas profundas del subsuelo, principalmente metales pesados como el mercurio o el plomo, incluso se ha detectado la presencia de sustancias radiactivas.

Según las estadísticas, en el primer año de explotación se agota entre el 50 y el 75 por ciento del gas por lo que, para que las explotaciones sean rentables, hay que estar perforando continuamente el terreno, lo que lo vuelve muy inestable y multiplica el riesgo de terremotos.

El 'fracking' ha supuesto una verdadera revolución energética en EE.UU pero las dudas sobre sus efectos sociales y medioambientales no han parado de crecer. Ya en 2004, la Agencia Medioambiental Americana (EPA) reconoció en un informe que los líquidos usados para fracturar las rocas eran altamente tóxicos pero negó que pudieran representar una amenaza para los acuíferos naturales. El propio Congreso de los Estados Unidos, ante el rechazo de varias agrupaciones locales por los efectos de las perforaciones en sus tierras, lanzó una ley que vinculaba al 'fracking' con la Ley de Aguas para así controlar mejor las sustancias químicas... pero la ley nunca se votó.

Los peligros de la fracturación hidráulica

Grupos ecologistas, plataformas agrarias y cívicas, científicos e investigadores, ya se han unido en las críticas a esta técnica invasiva. El argumento vertebrador de sus posiciones es el riesgo para el medio ambiente y para la salud de las personas que puede conllevar el uso de productos altamente tóxicos en el lecho mismo de la tierra.

El secretismo sobre la composición química del 'líquido de fracturación' es conocido y no se ha aclarado en ningún caso la lista completa de productos que usan las compañías energéticas. Shale Gas España, plataforma de compañías del sector que más licencias tiene en nuestro país, niega la peligrosidad de esas sustancias y asegura que son sólo una docena de aditivos que podrían estar presentes en productos de limpieza del hogar y son utilizados por la industria alimentaria».

Según un informe del Comité de la Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de EE.UU, las compañías usan 750 compuestos químicos diferentes, de los que 650 contienen elementos clasificados como cancerígenos o contaminantes para el aire y el agua. Otro estudio, publicado por The Endocrine Disruptios Exchanges, analiza más de 300 sustancias identificadas en las explotaciones gasísticas y advierte de que el 25% de ellas pueden causar algún tipo de cáncer e incluso mutaciones genéticas, el 37% podrían afectar al sistema endocrino y más del 50% al sistema nervioso.

Los derrames, fugas y fracturas incontroladas por fallos en la cimentación de los pozos o en el revestimiento de las tuberías pueden trasladar esos productos tóxicos a los acuíferos y aguas superficiales y subterráneas, contaminando las reservas de agua dulce. Incluso el fluído residual que sube de nuevo puede generar gases tóxicos, principalmente benceno, que pueden pasar a las aguas subterráneas como ha ocurrido ya en localidades de EE.UU donde ha llegado a convertirse en inflamable el agua del grifo, un dato y una imagen recogidos en el documental «Gasland», del director Josh Fox, ganador del premio especial del jurado en el festival de Sundance.

Los ecologistas denuncian, además, las fugas de gas metano a la atmósfera, gas con una capacidad de efecto invernadero 25 veces superior al dióxido de carbono y, por lo tanto, un peligroso acelerador del calentamiento global. Así lo asegura también el informe publicado en 2011 por la Universidad de Cornell (EE.UU) en que se explica que las emisiones de gases de efecto invernadero en las explotaciones de gas pizarra es mayor que en yacimientos convencionales, incluso que en los de carbón.

Por otro lado, las explotaciones de gas esquisto requieren de grandes extensiones de tierra, miles de hectáreas en las que perforar nuevos pozos cuando el gas se acaba en las anteriores perforaciones. A la propia alteración del paisaje y a la inestabilidad de la tierra (fracturada, perforada e intoxicada) hay que sumar las infraestructuras necesarias para mantener las explotaciones, equipos, instalaciones, balsas de almacenamiento, centros de procesamiento y transporte, trasiego de camiones, etc...

La fiebre del gas llega a Europa

El agotamiento de los yacimientos convencionales de combustibles fósiles hace que la industria petrolera se lance a buscar nuevos filones, aunque sean más pobres y más difíciles de extraer. Esta necesidad, unida a la imagen de éxito que ha exportado EE.UU con sus explotaciones de gas no convencional y sus pozos de 'fracking', han animado a las empresas gasísticas de todo el planeta a probar los beneficios de la fractura hidráulica.

En Europa, el gas de esquisto y el 'fracking' son todavía muy desconocidos pero las compañías petrolíferas internacionales se están encargando de vender muy bien el producto, teniendo en cuenta las reservas de gas del Viejo Continente frente a los esquilmados pozos americanos.

La Agencia Internacional de la Energía considera que la región tiene 35 billones de centímetros cúbicos de reservas de gas dispersas por tres cuencas principales: la de Polonia, Suecia y Noruega, la de Dinamarca, Holanda y Reino Unido, y la de Francia y Alemania.

Ante la llegada de jugosas ofertas a todo el territorio europeo, los órganos ejecutivos se han puesto a hacer los deberes y a interesarse por la cuestión. Uno de los primeros pasos lo ha dado el Parlamento Europeo que ha reconocido en un informe las posibles consecuencias negativas que la fractura hidráulica puede traer consigo si no se hace con un riguroso control ya que la UE ha encontrado al menos 36 lagunas legales en las prácticas de explotación mediante 'fracking' que sería necesario corregir.

«El actual marco normativo de la UE sobre fracturación hidráulica, que es el elemento básico de la extracción de gas de esquisto y petróleo estático, presenta una serie de lagunas. Y lo que es más importante, el umbral para las evaluaciones de impacto ambiental que deben realizarse respecto a las actividades de fracturación hidráulica en la extracción de hidrocarburos se ha fijado muy por encima de cualquier posible actividad industrial de este tipo, por lo que debería reducirse considerablemente», aconsejan en el informe.

El propio Parlamento contempla la existencia de serios riesgos y explica que «las experiencias obtenidas en los Estados Unidas muestran que se producen numerosos accidentes que pueden dañar el medio ambiente y la salud humana. Entre un 1 y un 2 % de los permisos de perforación violan las obligaciones legales. Muchos de estos accidentes se deben a una manipulación incorrecta del equipo o a fugas de este. Por otra parte, cerca de los pozos de gas se ha registrado contaminación de aguas subterráneas con metano, que en casos extremos pueden provocar la explosión de edificios residenciales, así como con cloruro de potasio, que provoca la salinización del agua potable».

A las dudas sobre su seguridad, el Parlamento añade dudas sobre la rentabilidad del gas no convencional: «el potencial de los yacimientos de gas de esquisto es demasiado reducido para tener un impacto considerable en la situación del suministro de gas en Europa», concluye el informe europeo.

La UE ha delegado la competencia sobre 'fracking' a los distintos estados y Francia, Luxemburgo, Holanda, Bulgaria y la República Checa ya han desarrollado una moratoria específica por la que prohíben esta técnica en su territorio y han paralizado las excavaciones. En el lado contrario se encuentran Lituania, Polonia, Ucrania y Rumanía, con las mayores reservas de gas esquisto de Europa y un deseo histórico por dejar de depender del gas ruso. Estos países han firmado acuerdos multimillonarios con empresas como Exxon, Chevron o Royal Shell.

Reino Unido, Alemania y España han desarrollado moratorias parciales que someten la fractura hidráulica a informes de impacto ambiental pero que han dividido claramente a la sociedad.

'Fracking' made in Spain

El 50% del gas esquisto español está en la cuenca vasco-cantábrica, pero tanbién hay reservas interesantes en las zonas de Burgos y Palencia, el sur de Navarra, la zona fronteriza entre Aragón y Cataluña, la cordillera Ibérica (con hasta 95.000 millones de metros cúbicos de reserva) y las zonas de Jaén y el área del Guadalquivir. En España, las empresas del sector calculan que podrían extraer gas para cubrir el consumo nacional hasta 70 años.

Hasta el momento, España ha concedido unos 100 permisos de investigación a empresas españolas e internacionales y hay otras 75 peticiones pendientes de autorización. Las licencias son, de momento, sólo de exploración y prospección y las compañías necesitarán un nuevo permiso para la explotación y extracción del gas y el petroleo. Según el Gobierno, la extracción no comenzaría en ningún caso antes de dos años.

El Ministro de Industria, José Manuel Soria, ha asegurado en reiteradas ocasiones, que el Gobierno aprovechará cualquier oportunidad para investigar y extraer hidrocarburos para lograr reducir la dependencia energética de un país que importa el 99% de los hidrocarburos que consume, lo que supone un agujero de más de 40.000 millones de euros en la balanza comercial.

Apoyando la postura del ministro Soria, el Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas ha publicado un informe en defensa de la 'fracturación hidráulica', mostrando la oportunidad que ofrece para salir de la dependencia energética, la fuente que significaría en ingresos y en puestos de trabajo, sus rendimientos, sus reducidos impactos medioambientales o sus rigurosos sistemas de seguridad. Un informe, sin embargo, deslucido por la confirmación de que uno de sus autores es también consejero y accionista de una de las empresas que proyectan explotaciones de 'fracking' en España.

Los empresarios del sector, unidos bajo la plataforma Shale Gas España y la Asociación Española de compañías investigadoras y explotadoras de petroleo, defienden la fractura hidráulica con argumentos económicos. Según sus cálculos, las reservas de gases no convencionales se podrían traducir en hasta 700.000 millones de euros. «Si le sumamos las expectativas de petróleo, valoradas en unos 150.000 millones euros, y todo se confirma en reservas, redondeando la cifra tendríamos casi el PIB de España en un año, que es aproximadamente de un billón de euros. Todo potencialmente en nuestro subsuelo», ha asegurado Juan Carlos Muñoz-Conde, vicepresidente de Aciep, en una entrevista concedida a un periódico español.

Y, frente al entusiasmo de los ingenieros de minas y los empresarios, la prudencia del Colegio Oficial de Geólogos que «insta a los poderes públicos a regular adecuadamente el empleo de estas tecnologías para evitar que afecten a la salud humana, a los bienes y al medio ambiente, particularmente, a los acuíferos», como ha expresado Luís Suarez, su presidente.

Luz verde (con reservas) a la fractura hidráulica

El 15 de marzo de 2013, el Consejo de Ministros ha dado luz verde a la práctica del 'fracking' siempre que esté vigilada por las autoridades y sometida al procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental.

Esta parte es potencialmente conflictiva ya que el Parlamento de Cantabria ha aprobado la prohibición total del 'fracking' en su territorio, un ejemplo que previsiblemente seguirá Asturias. En Cataluña no se ha vetado esta práctica pero se ha creado una Comisión de Investigación que valorará los proyectos en cada caso y sus posibles efectos nocivos, una iniciativa que ya existe también en La Rioja y en Andalucía.

Dos meses antes del anuncio de Industria de legalizar el 'fracking' bajo control ambiental, medio centenar de Ayuntamientos de Cantabria y Castilla y León escribieron al ministro de Industria, José Manuel Soria, a través de la Federación Española de municipios y provincias, www.femp.es para trasladarle su «preocupación» por las conclusiones de los estudios de 'fracking' y las consecuencias que podría tener en el medio ambiente de sus territorios y «en la salud de sus vecinos».

El grupo Popular en el Congreso ha propuesto recientemente la implantación de un tributo que grave la extracción de hidrocarburos en España para financiar con ese dinero a las comunidades y Ayuntamientos donde se ubiquen los pozos. Propuesta que la oposición y las organizaciones ecologistas han entendido como un intento de calmar los ánimos, ofreciendo un aliciente económico a los municipios o regiones que se oponen de alguna manera a los yacimientos.

El 'fracking' o fractura hidráulica genera, de momento, más preguntas que certezas. Una, por ejemplo: si se calcula que un solo pozo puede necesitar hasta 15.000 m3 de agua y que ese agua procedería de ríos, mares o acuíferos cercanos, en España -un país al que no podemos caracterizar como húmedo- ¿de dónde se sacaría el agua?¿de las Tablas de Daimiel?¿de La Albufera de Valencia? ¿del sobreexplotado acuífero de Doñana?

Y otra duda, ¿quién garantiza que efectivamente estas «cuevas de Alí Babá» de la energía están llenas? En Polonia, la mayor reserva europea de esquisto y por ello la joya de la corona del futuro de la energía en la región, han visto como Exxon paralizaba todas sus explotaciones después de que fueran un fracaso y las cantidades de gas tan pequeñas que no merecían su explotación comercial.

Vender el oso antes de matarlo, hablando de 'fracking', puede tener graves consecuencias.