Andreas Günter Lubitz, un chico aparentemente normal, que estrelló un avión

En 2013 consiguió su sueño: vivir del que era su mayor hobby; ser piloto. Por eso nadie se explica qué pudo pasar por la cabeza de Andreas Günter Lubitz, 27 años, para estrellar el A320 contra los Alpes franceses, llevándose por delante su vida y la de las otras 149 personas que viajaban en el avión. La policía busca ahora indicios que permitan determinar qué pasó por su cabeza en los últimos minutos del vuelo.

Lugar del accidente, varios rescatadores entre los restos del avión y un helicóptero que sobrevuela
Lugar del accidente/ Foto: ministerio del Interior/ Francia

Sus amigos le describen como «obsesivo». Según han relatado a los medios de comunicación que desde ayer hacen guardia a la puerta de su casa, Lubitz quería ser piloto por encima de cualquier cosa. Esa obsesión por alcanzar su sueño incluso terminó por pasarle factura y una crisis de estrés le obligó a interrumpir su formación durante seis meses.

Pese a las dificultades, terminó sus estudios en la escuela de pilotos de Lufthansa, en Bremen, en 2008 con muy buenas calificaciones. Después, pasó con éxito las pruebas de la Agencia Federal de Aviación de Alemania. En 2013 la revista Aviation Business Gazette publicaba que Lubitz había sido incluido en la base de datos de la Federal Aviation Admnistration, un reconocimiento a su excelente formación.

Ese mismo año Lubitz superó con éxito unas prácticas de la compañía alemana en Reus, España, y en septiembre de ese mismo año fue contratado por Germanwings, filial de Lufthansa. Desde entonces había acumulado 630 horas de vuelo, lo normal, según las fuentes consultadas, para alguien que todavía está empezando.

«Lo único que quería era volar», repiten una y otra vez en el LSC Westerwald. En este club de vuelo cercano a la localidad germana de Montabaur, de donde era originario Lubitz, le conocen bien. Fue precisamente allí donde se aficionó a los aviones cuando todavía era un adolescente. Tanto los miembros del club como sus vecinos le describen como «un chico normal» y aseguran que nunca sospecharon que pudiera tener problemas psicológicos.

Superó todas las pruebas

Tras conocer el contenido de la caja negra, el presidente de Lufthansa, Carsten Spohr, comparecía entre emocionado e incrédulo en Colonia. «Es inexplicable», repetía sin cesar durante la intervención. Según los datos de la compañía, Lubitz había pasado todos los exámenes médicos y psicológicos, y su actitud había sido «impecable» durante el poco más de un año que llevaba trabajando en la filial de bajo coste.

La policía alemana ha registrado durante varias horas la casa que el copiloto tenía en Düsseldorf y también el domicilio de sus padres en la localidad de Montabaur. Al entrar, los investigadores se han encontrado con una habitación empapelada con fotografías de aviones y emblemas de Lufthansa. Según el diario británico Daily Mail, habrían encontrado además «una pista clave» que aportaría luz a lo sucedido, aunque, a tenor de estas informaciones, no se trataría de una nota de suicidio. Los investigadores se han incautado también de los ordenadores del copiloto y de numerosa documentación. «Según las pruebas recabadas se descarta completamente cualquier trasfondo terrorista», aseguraba a última hora del jueves el ministro de Interior de Alemania.

Los padres y el hermano pequeño de Andreas Günter Lubitz recibieron la noticia este jueves poco después de llegar a Marsella, hasta donde se han trasladado los familiares de las víctimas para visitar las inmediaciones de la tragedia. Permanecen en todo momento separados del resto de familiares y custodiados por la policía. Ellos tampoco se explican lo sucedido.