Argentina, al descubrimiento de África. Un nuevo modelo de cooperación

La UE es el mayor donante de ayuda a los países en desarrollo. Más de la mitad del dinero que se destina a esos países proviene de la UE y de sus Estados miembros. Otras regiones están creando un nuevo modelo: la cooperación Sur-Sur. Brasil ha sido uno de los pioneros a la búsqueda de afianzar su presencia y su influencia internacional, su ayuda externa se ha triplicado en los últimos siete años. Argentina está siguiendo ese camino

Un barco con contenedores en el puerto
Puerto de contenedores de Maputo (Mozambique)/Foto:Europaid

BUENOS AIRES, (IPS) - Bajo la bandera de la cooperación Sur-Sur, Argentina se ha lanzado a consolidar sus lazos con África, empezando por países de crecimiento económico sostenido, como Angola o Mozambique, pero también con otros de menor desarrollo.

El coordinador del Fondo Argentino de Cooperación Horizontal (FO-AR), Diego Boriosi lo explica «Desde 2005 estamos tratando de relacionarnos más con África, donde hay países con una importante dinámica de crecimiento económico». El FO-AR opera dentro de la Dirección General de Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores. Boriosi acompañó en marzo al canciller argentino, Héctor Timerman, en su viaje a Angola y Mozambique.

La visita del jefe de la diplomacia fue, en la práctica, una avanzada del viaje que realizará en mayo a Angola la presidenta, Cristina Fernández. Timerman fue recibido por los mandatarios de ambos países y destacó entonces que esa primera visita oficial de un canciller argentino a las dos naciones reflejaba «un cambio de paradigma, y una nueva mirada sobre el mundo».

Boriosi dice que, por razones históricas, hasta hace unos años los países de África tenían más relación con sus exmetrópolis (Francia, Gran Bretaña y Portugal). Pero ahora, explica, están más dispuestos a relacionarse con América Latina.

El interés es mutuo. El experto en relaciones internacionales Javier Surasky, profesor de la Universidad Nacional pública de La Plata, recordó que Brasil ya inició «un exitoso proceso de proyección al África lusófona». Esa estrategia fue impulsada fuertemente por el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que viajó 10 veces a África y visitó una veintena de países. Ese lazo lo mantuvo incluso luego de dejar el cargo a su sucesora, Dilma Rousseff.

Ese acercamiento fue clave en la designación del primer latinoamericano al frente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el brasileño José Graziano da Silva, que al asumir este año prometió priorizar el combate contra el hambre en África. El objetivo brasileño es «liderar el mundo de habla portuguesa, algo que ya consiguió, desplazando a Portugal de ese lugar», remarca Surasky, especialista en temas de cooperación Sur-Sur.

Boriosi dice que Argentina «comparte el interés» en un mayor acercamiento a África, pero aclara que el vínculo que procura «no tiene la intensidad» del de Brasil, «por razones culturales». La idea es colocar «a Argentina como un cooperante a nivel global». Tradicionalmente, en Argentina la cooperación Sur-Sur se ha centrado en países de la región. Ese eje se mantiene como el principal, apunta Boriosi, pero ahora la política de ayuda mutua se ha ampliado a África y al sudeste de Asia.

Nuevos proyectos se van consolidando en China, Tailandia, Vietnam, Laos, Camboya o Indonesia, en temas tan diversos como la agricultura, el comercio, el fortalecimiento de la gobernabilidad o los derechos humanos.

En este nuevo escenario, los esporádicos proyectos de cooperación que había con África en las décadas de 1980 y 1990 han comenzado a adquirir mayor relevancia y, sobre todo, han pasado ahora a estar acompañados de una voluntad de acercamiento y conocimiento mutuo.

La cancillería «genera la oportunidad del vínculo, marca la agenda, siembra la semilla», define Boriosi. Luego, si es necesario, «se da un nuevo empujón» a la relación con un viaje como el que encabezó el ministro.

La visita a Angola tuvo un marcado sesgo comercial. Timerman estuvo acompañado por unos 300 empresarios y se identificaron áreas de cooperación en temas de desarrollo económico. En el caso de Mozambique, hubo también acercamiento de organismos técnicos de Argentina, que pueden brindar asesoramiento y cooperación a sus homólogos de ese país, como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.

En paralelo, otros ministerios, con o sin el apoyo financiero del FO-AR, también van consolidando sus propios vínculos. En este punto, ha habido contactos de la cartera de Defensa con Sudáfrica y de la de Agricultura con ese país y Kenia.

Boriosi, el coordinador del FO-AR, sostiene que la cooperación también apunta a países del Magreb, en la franja norafricana, y a Nigeria, donde ya se trabaja con la Organización Mundial de la Salud en capacitación técnica para campañas contra la poliomielitis.

Para Surasky, «este acercamiento a África forma parte de una política exterior argentina que busca reforzar sus lazos con otros países del Sur, una posición que el año pasado le permitió ejercer la presidencia del Grupo de los 77», actualmente constituido por 130 miembros, China incluida.

La cooperación Sur-Sur fue uno de los ejes centrales del programa de acción que presentó Argentina para ganarse la Presidencia anual del grupo que, desde 1964, representa los intereses del mundo en desarrollo en los foros de las Naciones Unidas.

Los motivos del actual interés argentino en África y Asia se inscriben, según Surasky, en «la vocación del gobierno por consolidar poder desde el Sur». «No menos importante es que resulta un ejercicio reactivo ante la política exterior de Brasil», subraya. El experto menciona, además, la necesidad de ampliar mercados frente a la retracción de países desarrollados por la crisis. «El mercado de los países ricos de África resulta sumamente atractivo para algunas empresas argentinas», aclara.

De todos modos, Surasky expresa dudas en el largo plazo. «Si bien hoy la vocación argentina de proyectarse en África es clara, mi duda es qué pasará con el tiempo con una política exterior que, en las últimas décadas, se ha caracterizado por las discontinuidades».