Bachelet se enfrenta a desafíos hasta dentro de su propia coalición

La promesa de reformas estructurales que modifiquen el sistema político heredado de la dictadura y corrijan el abismo de desigualdad en Chile, han llevado a la socialista Michelle Bachelet a un contundente triunfo en la segunda vuelta de este domingo. Sin embargo, esta médica pediatra de 62 años, experta en salud pública y que ya gobernó el país entre 2006 y 2010, deberá a las demandas y a las desigualdades sociales.

Bachelet con representantes de Nueva Mayoría
Bachelet con representantes de Nueva Mayoría / Foto: Michellebachelet.cl

La promesa de reformas estructurales que modifiquen el sistema político heredado de la dictadura y corrijan el abismo de desigualdad en Chile, han aupado a la socialista Michelle Bachelet a un contundente triunfo en la segunda vuelta de este domingo.

Sin embargo, esta médica pediatra de 62 años, experta en salud pública y que ya gobernó el país entre 2006 y 2010, deberá responder no solo a las demandas que ha venido plasmando la ciudadanía en las calles, sino también las enormes diferencias que existen dentro de su propia coalición. En la Nueva Mayoría, la renovada coalición con que Bachelet se ha presentado a las urnas, incorpora al Partido Comunista (PC) y a grupos menores a la Concertación de centroizquierda que gobernó Chile desde 1990, cuando se puso fin a la dictadura de 17 años del extinto Augusto Pinochet.

En la Concertación tenían primacía la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Socialista, de la mandataria electa. Asuntos con gran peso ideológico que Bachelet ha prometido establecer, como la despenalización del aborto terapéutico o una Ley Culto que iguale y limite el papel de las iglesias, la obligarán a un alto papel de mediación y de liderazgo entre sus aliados, de futuro incierto.

Bachelet obtuvo un triunfo abrumador frente a la derechista Evelyn Matthei, con 62,15 por ciento de los votos frente a 37,84 por ciento de su rival. La expresidenta, primera gobernante reelecta desde 1932, obtuvo además la votación más alta desde la restauración democrática. En su programa de gobierno, Bachelet prometió reformar la Constitución pinochetista de 1981, educación gratuita y de calidad para el nivel superior, y una reforma tributaria, fundamentada en el incremento de impuestos a las grandes empresas.

Anhelos de cambio que fueron impulsados por multitudinarias protestas estudiantiles desatadas en 2011, que pusieron en jaque al gobierno del conservador Sebastián Piñera, y que luego se extendieron a otros sectores. Detrás se agazapa una realidad que no alcanzan a cubrir los buenos datos económicos, como un crecimiento anual del producto interno bruto del 5,5 por ciento o un desempleo inferior al seis por ciento de la población activa.

En este país sudamericano de 17 millones de habitantes, dos de cada tres hogares viven con menos de 1.200 dólares al mes y altamente endeudados. Además, la mitad de los trabajadores ganan menos de 500 dólares mensuales, un salario que solo sirve para cubrir las necesidades básicas en un país en que, según cifras no oficiales, la cesta de la compra esencial se sitúa en 245 dólares. En contraste, las 4.500 familias más ricas tienen un ingreso mensual de más de 40.000 dólares.

Esa desigualdad generó en los últimos años hartazgo de amplias capas sociales perjudicadas, que en esta ocasión se expresó en la no afluencia a las urnas, opacando el triunfo de Bachelet. Durante la primera vuelta electoral, el 17 de noviembre, la mitad de los habilitados para votar se abstuvieron, y el domingo la abstención aumentó. Concurrieron a las urnas solo 5,5 de los 13,5 millones de electores, un 59 por ciento se quedó en su casa, un récord histórico.

La presidenta electa, que iniciará su segundo mandato el 11 de marzo de 2014, contará con mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso legislativo, tras el triunfo de su coalición en noviembre, cuando obtuvo 21 de los 38 senadores y 67 de las 120 diputados. Pero posturas contrapuestas dentro de su coalición anticipan que algunas reformas no tendrán una tramitación rápida ni fácil. A eso se sumará la mayoría cualificada requerida para los cambios constitucionales. El analista Guillermo Holzmann explica que «Bachelet debe definir qué relación tendrá con los partidos políticos y qué espacio le va a dar a cada uno, y eso va a quedar reflejado en la conformación de su gabinete».

Respecto de las diferencias, Holzmann cree que Bachelet podrá asumir un papel mediador dentro de Nueva Mayoría, o bien «ejercer una conducción que obligue a los partidos a someterse a lo que ella vaya decidiendo, dejando la responsabilidad de la mediación en manos de los partidos políticos» de su coalición.

Esto será parte de la gestión y estrategia de gobierno, agrega, y por eso será tan importante el primer gabinete que nombre y las señales que dé con él. Según Holzmann, «si la presidenta opta por gente independiente y plantea un gobierno más transversal, su mensaje buscará la conexión con la cantidad de personas que no han votado».

En ese escenario, «al interior de la Nueva Mayoría tendremos una mayor disposición a generar un consenso o una cohesión, donde lo más probable es que el PC no quiera ser parte del problema sino de la solución». Según los pronósticos del experto, «el PC se decantará por obtener cargos menores dentro del gobierno, que no sean de tanta visibilidad aun cuando sean de mucha influencia».

El analista Domingo Namuncura, del Barómetro de Política y Equidad, prefiere subrayar que los partidos de la Nueva Mayoría provienen de la izquierda y del centroizquierda y «han confluido en una propuesta programática común. Por lo tanto, hay una primera señal de adhesión a esos principios del programa electoral». Cree que las diferencias sobre cómo avanzar en el programa pactado se resolverán con debates internos de la coalición.

Namuncura adelantó que una de las diferencias centrales podría darse a la hora de definir el mecanismo para llevar adelante la reforma constitucional, debido a que amplios sectores del PC optarían por una Asamblea Constituyente, una vía a la que se opone la DC. Más allá de las diferencias en la coalición gobernante, Bachelet deberá lidiar con la presión de los movimientos sociales, que estarán atentos a la concreción adecuada y rápida de sus demandas.

Este mismo lunes la Confederación de Estudiantes de Chile ha advertido que no apoyará ninguna reforma educativa durante el próximo gobierno si esta no se elabora con la participación de los movimientos sociales. Mientras los simpatizantes de la próxima presidenta aún festejaban el triunfo, la Confederación anunciaba nuevas manifestaciones para mantener la presión y precisa que «cobrarán la cuenta» a exdirigentes del movimiento estudiantil, como la comunista Camila Vallejo, electa como diputada.

Holzmann advierte de que «el nuevo gobierno debe buscar mecanismos que puedan recoger esa diversidad de demandas que no están siendo canalizadas por el sistema, con respuestas en un tiempo prudente», porque hay una sociedad que no parece dispuesta a esperar. El reto de Bachelet, en definitiva, será cumplir con el compromiso que adquirió en su página web tras su victoría: «Comienza el Chile de todos».