«Don Pablo me salvó la vida, soy fotógrafo y estoy aquí gracias a él»

El fotógrafo francés Lucien Clergue pasó con Pablo Picasso sus últimos 20 años de vida. Sin aparcar la cámara ni un sólo día, fue testigo de las tardes de trabajo en Arles, de las fiestas flamencas en los hoteles de Cannes, de las reuniones con Brassaï y Cocteau y de la intimidad única que se creaba entre el maestro y su última esposa, Catherine Hutin.

Picasso posando en la playa
Picasso en la playa, Cannes 1965 por Lucien Clergue

A pesar de la fascinación que siente por España – cuenta con orgullo que aprendió «andalú» rodeado de mozos de espada en Coria del Río - el trabajo de Lucien Clergue apenas se ha visto en nuestro país. Su decisión de no exponer durante el franquismo provocó que hasta 1984 sus fotografías no cruzaran los Pirineos. Una muestra en 1991 en su adorada Real Maestranza, otra exposición en Málaga, ciudad natal de Picasso, y un par de homenajes componen el breve catálogo español de este fotógrafo. Ahora, por primera vez, las imágenes de la serie «Picasso, Mon Ami» llegan a Madrid en el marco de PhotoEspaña.

Él mismo sintió la tensión de los toriles como mozo de espadas y su afición a los toros le llevó de la mano a conocer al ya maestro Pablo Picasso. Fue en 1948, durante una corrida en Arles, su ciudad de nacimiento, y entre el fragor de chicuelinas y veronicas surgió una amistad que duró hasta la muerte del pintor en 1973.

«Ese día le hice unas fotos junto a sus amigos, en la plaza, y le llevé también una serie de fotos de gitanillos franceses. Quiero más, me dijo Don Pablo. Y empecé a trabajar para él en ese instante y durante los siguientes 20 años», ha recordado emocionado Lucien Clergue, hoy, en la presentación de la exposición en el Instituto Francés de Madrid.

Esas fotos de gitanillos alimentaban las fantasías de la Época Rosa del pintor, niños de la calle, arlequines, bailarines y faunos que fotografiaba junto a las ruinas de su casa de Arles. El destino es caprichoso y quiso que esa misma casa fuera bombardeada en 1944, siete años después del bombardeo de Guernica, el motivo de la obra más emblemática de Picasso... y que colgaba entonces del cabecero de la cama del joven Clergue.

«A Picasso le debo la vida, literalmente. Yo tenía 24 años y un día me dijo: Lucien, tu no estás bien. Vete al médico», ha contado Clergue. «Por la manera en que me lo dijo fui al médico inmediatamente y me dijeron que era cuestión de horas que me pusiera peor. Don Pablo me salvó la vida, soy fotógrafo y estoy aquí gracias a él».

España de toros, poesía y gitanos

Le hizo carteles, portadas de libros, todo lo que le pedía. Es autor de sus retratos más famosos «Picasso à la cigarrete», «Picasso au miroir» y de cientos de fotos tomadas en las plazas de toros y en su casa de Mougins, rodeado de su familia de sangre, su esposa Catherine Hutin, sus hijos Maya, Paloma y Claude, y de su familia de vida, su grabador, el chofer Marcel, su peluquero, Arias, y la corte de flamencos, cantaores y bailaores que llenaban sus fiestas esos días, con Manitas de Plata, el guitarrista favorito del pintor, presidiendo la escena.

Lucien Clergue retrató también, de soslayo, la añoranza que sentía Picasso por España, las horas que pasó mirando hacia ése lado de la frontera, los recuerdos sueltos, casi surrealistas que almacenaba en su memoria. «Me contaba cosas sobre el conserje de su casa en Cataluña, que fabricaba cuerdas de violín con pelo de animales muertos; o historias de una prostituta que tenía solo una pierna. Pero, sobre todo, hablábamos de toreros, el no sabía mucho pero estaba enamorado. Para él, España era una España ideal, de toros, poesía y gitanos», ha explicado el fotógrafo.

«Picasso estaba a punto de volver a España. Algo debió de salir mal», confiesa Clergue.

Al preguntarle por el contraste entre la cara divertida y desprecupada del Picasso de sus fotos y los populares ataques de furia del malagueño, Lucien Clergue es prudente. «Era una hombre serio, sin duda. Pero es que siempre estaba concentrado en los próximo que iba a hacer y cumplía un estricto horario. Se levantaba a las 12:00 y leía el correo y los periódicos. A las 13:30 comía y a las 14:30 recibía a los amigos. Todos sabíamos que a las 16:30 había que dejarle trabajar. Y éso hacía hasta las 04:00 de la madrugada». «Eso sí – recuerda Clergue - su propia hija me pidió una de las fotos porque no tenía ninguna en la que su padre saliera sonriendo».

Lucien asistió a los últimos días de Picasso y al duelo de una familia construida sobre una figura enorme, luminosa y con una sombra tan alargada como fructífera su obra. «Jaqueline era la única que podía lidiar con Picasso, el artista, y con Pablo, su marido. Sabía disfrutar su luz y su sombra y sabía estar a tiempo en sus cambios de opinión y retirarse a tiempo en sus indecisiones». Así se ve en sus fotos, al lado del artista, cosiendo un pantalón mientras él trabaja, siguiéndole el paso en un baile, observándole silenciosa entre decenas de intelectuales...

Los encuentros de Arles

Lucien Clergue fundó en 1970 los «Rencontres d´Arles» (Encuentros Internacionales de Fotografía de Arles), el primer festival de fotografía tal y como los conocemos hoy. Compuesto en origen con material completamente inédito consiguió alcanzar proyección internacional y fue decisivo para la creación de la Escuela Nacional Superior de Fotografía de Arles. Hoy, los Encuentros atraen a más de 80.000 espectadores cada año.

«Los Encuentros de Arles fueron una consecuencia más de la Revolución cultural del 68 en Francia. Eran necesarios y fuimos los primeros en enseñar las caras de los fotógrafos, de hecho, la gente no sabía como era Cartier Bresson hasta que lo subimos al escenario en Arles. Me gusta pensar que PhotoEspaña es un poco hija de aquella feria original», ha explicado Clergue.

Hoy, Lucien Clergue es uno de los fotógrafos franceses más reconocidos del mundo y preside la Academia francesa de las Bellas Artes. Sus fotografías cuelgan en los museos más importantes del mundo, como el MOMA de Nueva York, el Metropolitan, el Pabellón Marsan del Louvre o el Georges Pompidou.

Picasso, cuenta Clergue, también era una fantástico fotógrafo. «Su madre le decía que era siempre el primero, siempre el mejor, y así parecía. Vi la serie de retratos que le hizo a Dora Maar durante la sesión que le hacía en ese momento Man Ray... y los de Picasso son incluso mejores que los de Man Ray», asegura el fotógrafo.

Picasso, siempre el primero, siempre mejor. Y Lucien Clergue para verlo.