El 90 por ciento de los desastres naturales queda en el olvido

Hablamos con María Alcázar, directora de Cooperación Internacional de Cruz Roja española

Los desastres naturales están aumentando con el cambio climático y cada vez hay más afectados. En 1992 se registraron 221, que afectaron a 78 millones de personas y provocaron pérdidas de 70.000 millones de dólares. 20 años después eran 336 desastres, 200 millones de damnificados y unos costes de casi 270 millones de dólares. En 2015 afectara a 375 millones de personas. Más del 90 por ciento de los desastres que ocurren en el mundo pasan desapercibidos, quedan en el olvido.

María Alcázar
María Alcázar / Foto: Cruz Roja

La Cruz Roja y La Unión Europea han lanzado una campaña para devolverlos a la realidad. ¿Por qué se produce esa «amnesia colectiva»?

María Alcázar.- El objetivo es visibilizar los desastres que pasan desapercibidos cuando son de pequeña o media escala o de evolución lenta, pero tienen consecuencias desastrosas para las personas afectadas, y además no aparecen en los medios de comunicación y la población en general no se entera. El hecho de que «golpee» menos a la opinión pública hace que muchas veces pasen desapercibidos. Suelen ser desastres que tienen pocas víctimas mortales, llaman menos la atención desde un principio, pero tienen una gran repercusión en la vida diaria de las personas que los sufren, porque afectan a sus medios de vida, a las viviendas, a los servicios de salud o al acceso al agua potable. Suelen estar más relacionados con inundaciones que evolucionan lentamente, con terremotos de menor intensidad, sequías que se producen poco a poco y cuyos efectos a largo plazo son devastadores, pero que no tienen un momento de inicio con mucho impacto y visibilidad.

eXp.- Las inundaciones son quizás el ejemplo más claro ¿no?

M.A.- Las inundaciones de Pakistán en el 2010 afectaron a millones de personas y tuvieron muy poca presencia en los medios de comunicación. Eso tiene un impacto directo en la capacidad que tenemos de atraer recursos económicos para poder dar respuesta. Muchas veces son desastres que se producen de manera recurrente, con lo cual la capacidad y las estrategias que tiene la gente para hacerles frente son menores. En Filipinas, por ejemplo, hay una media de 20 tifones al año y algunos tienen graves repercusiones y afectan a decenas de miles de personas. En Mozambique, el suelo está muy saturado, porque hay inundaciones de forma muy recurrente. Ha habido inundaciones graves en el 2000, 2005, en 2008, en el 2010, ahora en el 2013. En esos casos la capacidad de la gente para recuperarse y volver a enfrentar las siguientes lluvias es muy limitada.

eXp.- ¿Son pequeños desastres y por eso se olvidan?

M.A.- Sí, porque la mayoría de las veces, el ciudadano no tiene el dato o la imagen impactante que pueda tener un terremoto de gran magnitud. También porque casi siempre ocurren en realidades que son más lejanas. El año pasado hubo una situación de crisis alimentaria en Mongolia, como consecuencia de una ola de frío que afectó a 350.000 pastores, que perdieron su ganado y por lo tanto, su medio de subsistencia. Pero esa es una realidad que nos pilla muy lejana. También depende de que otro acontecimiento esté pasando en ese momento. El huracán Sandy lo ilustra muy bien. Antes de llegar a Estados Unidos fue devastador en Jamaica, Bahamas, República Dominicana, Cuba y Haití. Se calcula que más de 4,5 millones de personas se vieron afectados. La atención que eso recibió comparado con la que atrajo en Estados Unidos es muy desproporcionada. En Estados Unidos hubo daños y muertos y fue un reto muy importante para la ciudad y el país, pero la capacidad para enfrentarse a eso es mucho mayor. En Cuba hay un millón de personas que o tienen que construir un nuevo hogar o tienen que rehabilitar el que tenían. Todos hemos visto esa imagen de los taxis amarillos inundados en Nueva York, pero no vimos tanto, las imágenes en otros países, y en este caso, estamos hablando del mismo desastre.

eXp.- Muchas veces se habla de la tragedia en el momento en que ocurre, pero no vemos los grandes esfuerzos que realizan los afectados para empezar desde cero o para superar esa calamidad, para rehacerse. Todo ese esfuerzo queda desapercibido.

M.A.- La gente tiene que recuperar, limpiar, reconstruir sus hogares. En muchas ocasiones, queda afectado su acceso al saneamiento o al agua, y eso tiene una relación directa con la proliferación de enfermedades. Hay que reconstruir esas infraestructuras y sobre todo en muchos casos afecta a los modos de vida que tiene la gente, pierden el ganado, quedan dañados sus cultivos, sus pequeños negocios y eso hace más difícil que puedan recuperarse y enfrentarse a la siguiente catástrofe, y ciertamente, ese esfuerzo casi siempre pasa desapercibido.

eXp.- ¿Por qué están aumentando los desastres naturales?

M.A.- Están aumentando los relacionados con condiciones climáticas extremas y eso está relacionado con el cambio climático y la degradación medioambiental. También está relacionado con el proceso de urbanización, donde muchas personas viven en situaciones de hacinamiento que les hace más vulnerables. Hay que tener en cuenta que los desastres producen daños en proporción a la vulnerabilidad de las personas y su capacidad para superar ese momento. Es decir, si las infraestructuras son buenas, si las personas están preparadas para responder a esos desastres, si tienen capacidad para hacerles frente a ellos, los daños son menores. En esa ecuación la vulnerabilidad juega un papel fundamental. En Cuba por ejemplo, los daños son muy grandes en infraestructuras, pero están muy bien preparados para enfrentarse a estas situaciones. Tienen sistemas de alerta temprana, evacuan a la población, con lo cual en Cuba siempre hay menos víctimas mortales que en otros países de su área. Sin embargo, como sus infraestructuras son muy débiles, tienen muchos daños en viviendas, o en sistemas de agua, o de electricidad.

eXp.- ¿Como siempre la prevención es vital?

M.A.- La prevención es lo mejor. Uno no puede evitar que haya un terremoto o unas inundaciones, pero sí puede contribuir a que la población esté mejor preparada para enfrentarse a ese desastre y recuperarse de sus consecuencias. Después del terremoto de 2010 en Chile, en la agenda de muchos países de América Latina se ha recogido la necesidad de reforzar sus sistemas de alerta temprana ante tsunamis. Porque hay maneras, sino de evitar que ocurran estas catástrofes, si de intentar minimizarlas. Con la degradación medioambiental la población se vuelve muy vulnerable en las inundaciones. En lugares muy deforestados y propensos a lluvias intensas o continuas el suelo tiene una capacidad menor para retener el agua, con lo cual va a ser mucho más fácil que cuando llegue una tormenta tropical, la inundación sea más rápida y de forma más severa. Las políticas de reforestación u otras formas de proteger esas zonas, siempre contribuirá a que las consecuencias de los desastres sean menores.

eXp.- ¿Son olvidados porque no son visibles?

M.A.- Sí, por eso, porque desde el inicio no cuentan con un número muy grande de víctimas mortales. Hay una relación directa entre la exposición que tienen los desastres a los medios de comunicación y a la opinión pública, con los recursos que se destinan y la capacidad que hay para hacerles frente.

eXp.- De los 12 desastres que queréis recuperar del olvido en esta campaña, muchos son recurrentes y difíciles de solucionar, tanto para la población afectada como para los gobiernos, o las organizaciones humanitarias.

M.A.- La crisis del Sahel, es la típica que entraría en la categoría de desastres olvidados. La FAO estima que hay ocho millones de personas en riesgo de desnutrición. Es una crisis lenta, que no tiene grandes imágenes, pero que afecta a muchas personas, porque además siempre está ahí. Hubo problemas en el 2005, en el 2008, ahora otra vez en 2012. A veces están relacionados con factores complejos y la estrategia que tiene la población para hacerle frente es muy complicada. No han tenido alimentos para ellos mismos, ni para el ganado, que es uno de sus medios de vida. En el Sahel, el año pasado a la situación de sequía se unió una volatilidad tremenda de los precios de los alimentos, que está relacionado con la especulación. Son personas que están viviendo en el límite y que les sobreviene una desgracia a la que ya no pueden hacer frente.

En un caso de hambruna, si no tienes stock de alimentos, y cuando vas a comprarlos, su precio ha aumentado, es muy difícil que puedas superar esa situación. Es una cadena que no es fácil romper y que requiere acciones de ayuda humanitaria urgente, porque hay que proporcionarles alimentos y artículos de primera necesidad, pero también hay que intervenir en el largo plazo, para que tengan más capacidad para enfrentarse a esa situación. Porque antes o después tendrán otra sequía.