«El tipo de novela que hasta ahora conocíamos está en vías de extinción»
Hablamos con Agustín Fernández Mallo, poeta y novelista autor del 'Proyecto Nocilla'

Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) es uno de los autores que han encontrado en el reconocimiento de la crítica y de los lectores, un lugar destacado en el panorama literario español más reciente. Las novelas de su Proyecto Nocilla han marcado el camino a una generación de escritores identificados con la experimentación y la vanguardia.

Dibujo de Agustín Fernández Mallo
Agustín Fernández Mallo por Xulio Formoso

Hablamos con Agustín Fernández Mallo, poeta y novelista autor del 'Proyecto Nocilla'

Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) es uno de los autores que han encontrado en el reconocimiento de la crítica y de los lectores, un lugar destacado en el panorama literario español más reciente. Las novelas de su Proyecto Nocilla han marcado el camino a una generación de escritores identificados con la experimentación y la vanguardia.

De formación científica, comenzó su carrera literaria escribiendo poesía («Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus» o «Carne de píxel»), género con el que su obra en prosa mantiene una estrecha relación. Recientemente se han publicado en un solo volumen las tres novelas del Proyecto Nocilla, una buena ocasión para reflexionar sobre lo que supuso este fenómeno literario.

Francisco R. Pastoriza: Con la perspectiva que dan los años transcurridos desde la publicación de las tres novelas ¿cómo ve hoy el Proyecto Nocilla?

Agustín Fernández Mallo: Lo veo muy bien. Tiene todas las constantes emocionales y poéticas que hacen que los lectores sigan buscándolo y leyéndolo.

FRP: ¿Se vio sorprendido por el éxito de «Nocilla dream», la primera entrega del Proyecto?

AFM: Sí, claro. Escribí las tres novelas para mí, para investigar mi poética y convencido de que nadie las publicaría. Creo que las cosas hay que hacerlas para uno mismo, sin pensar en los lectores; sólo así puede salir algo decente. Y esa frescura creo que se nota en el Proyecto Nocilla. En mi opinión, el mayor acto de respeto para con el lector es ignorarlo, sólo así podrás hacer algo que transmita emociones.

FRP: Pasar de publicar en una pequeña editorial a publicar en una gran editorial de prestigio ha afectado de alguna manera a su idea original del Proyecto?

AFM: No, porque el Proyecto Nocilla ya estaba escrito en su totalidad antes de publicar la primera novela.

FRP: Un crítico definió el Proyecto Nocilla como una literatura «sensatamente descabellada». ¿qué le ha parecido la acogida de la crítica a la trilogía?

AFM: Muy buena, a la vista está. Que crítica especializada y público se pongan de acuerdo es muy inusual, ocurre sólo muy de vez en cuando. En ocasiones –y esto ocurre en todas las artes-, una obra galvaniza o acrisola elementos tanto artísticos como sociales, gestiona la complejidad de un momento dado y la presenta de tal manera que pasa de ser algo estrictamente literario a conformarse en una experiencia más amplia, socioliteraria, un ambiente. Y finalmente eso es lo que queda de cualquier obra que sea recordada: el ambiente que generó, el ADN que transmitió. Naturalmente, cuando yo lo escribí no tenía ni idea de todo eso, ni siquiera tenía muy claro qué demonios estaba escribiendo; como digo, desde la estratosfera de la literatura tan sólo investigaba mi poética.

FRP: La mezcla de elementos de alta cultura y de cultura de masas es una reivindicación de la eliminación de fronteras entre ambos territorios?

AFM: No, porque esas fronteras existen y, además, son la base de la cultura de una sociedad. Lo que ocurre es que sí es cierto que puedes ponerlas en conexión sin atender a prejuicios estéticos, y es en ese momento cuando –si lo haces bien-, se produce la metáfora que ilumina, el hallazgo.

FRP: Usted definió su literatura como un artefacto híbrido entre ciencia y lo que tradicionalmente llamamos literatura. ¿Quiere decir que no hay diferencias entre un texto literario y un texto de física?

AFM: No, no, sólo quiero decir que podemos y debemos apropiarnos de todo cuanto rodea a la literatura para seguir haciendo buena literatura. Si se ve con detalle, la historia de la literatura es la historia de las diferentes impurezas, material en principio bastardo, que los autores han ido incorporando y combinando con la tradición. Basta ver el ejemplo de El Quijote.

FRP: En «Nocilla dream» aparece ya el proyecto de «El hacedor de Borges» como un texto escrito por un tal Jorge Rodolfo Fernández, un camarero argentino de un club de alterne. Habría que considerar «El hacedor...» como una secuela del Proyecto Nocilla?

AFM: Bueno, no aparece exactamente eso, sino un personaje que homenajea a Borges de una especial manera. Pero sí puede decirse que Borges, en tanto que uno de mis maestros, de una u otra manera está en casi todo lo que escribo.

FRP: ¿Está muerta la novela, como vienen anunciando algunos apocalípticos tan respetables como Luis Goytisolo?

AFM: Lo que creo es que el tipo de novela que hasta ahora conocíamos está en vías de extinción, pero no la novela como género. Sencillamente, muta. Son mutaciones, necesarias para, precisamente, su supervivencia.

FRP: En qué lenguaje se encuentra más cómodo a la hora de expresar su literatura: con la poesía, con la narrativa o con el periodismo?

AFM: Con la poesía. De hecho, si en mis novelas y ensayos no hubiera un pulso poético interno, creo que nada valdrían.

FRP: ¿Cree que existe una literatura gallega en gallego o en castellano?¿Se ha planteado alguna vez utilizar el idioma gallego en alguna de sus obras?

AFM: No, no creo que tal cosa exista a fecha de hoy. Una de las características de los artistas hoy es que ya todos somos semionautas, hemos transitado tantos espacios físicos y virtuales que cada uno crea su propia raíz, su propia tradición; en términos generales, carecen hoy de sentido las filiaciones geográficas. Por poner unos pocos ejemplos, yo me siento tan hijo literario del gallego Cunqueiro que del norteamericano Don deLillo, o del madrileño Juan Benet que del austriaco Thomas Bernhard. Respecto a lo de no escribir en gallego, la respuesta es simple: no es mi idioma materno; literariamente, no sabría expresarme en él.