El universo fotográfico de Lynne Cohen

Se expone en Madrid la mayor retrospectiva de esta artista. Nacionalizada canadiense, país al que se trasladó por cuestiones de trabajo en 1973, y casada con el filósofo Andrew Lugg, Lynn Cohen (Racine, Wisconsin, EE.UU, 1944) se inició en el mundo del arte realizando grabados y esculturas, pero sustituyó esta actividad influida por la fotografía de Bernd y Hilla Becher y atraída por la obra de artistas como Edward Ruscha, Dan Graham y John Schott.

Unos maniquís en un probador
Retrospectiva de Lynn Cohen en Madrid

Se expone en Madrid la mayor retrospectiva de esta artista canadiense

Nacionalizada canadiense, país al que se trasladó por cuestiones de trabajo en 1973, y casada con el filósofo Andrew Lugg, Lynn Cohen (Racine, Wisconsin, EE.UU, 1944) se inició en el mundo del arte realizando grabados y esculturas, pero sustituyó esta actividad a principios de los años 70 influida por la fotografía de Bernd y Hilla Becher y atraída por la obra de artistas como Edward Ruscha, Dan Graham y John Schott.

Bebió de las fuentes del pop art, movimiento en el que se incluye su primera obra pictórica, y se inspiró en los colores de Magritte y Jan Vermeer, en las formas de Cy Twombly, Joseph Beuys, Sol Lewitt y Rohko y en los artistas de la Bauhaus, y en su obra están presentes también las influencias del cine de Jean-Luc Godard, Antonioni y Yasujiro Ozu, y sobre todo los escenarios de las comedias por los que se movían los personajes de Jacques Tati, sobre todo Monsieur Hulot. Los objetos cotidianos de sus fotografías deben buena parte de su presencia a los 'ready made' de Marcel Dcuchamp.

La especialidad de Lynne Cohen son los espacios interiores de viviendas e instalaciones de todo tipo. Comenzó fotografiando el salón de su propia casa y las habitaciones de los domicilios de sus vecinos, con una enfermiza obsesión por la simetría («Living room», 1971), para pasar luego a registrar instalaciones militares y cuarteles de policía, laboratorios, aulas de centros de enseñanza, simuladores de vuelo, estancias de balnearios y clubes sociales, peluquerías, gimnasios, spas... «registros ordinarios de espacios extraordinarios y registros extraordinarios de espacios ordinarios», según sus palabras. Siempre espacios interiores, desolados, vacíos, con profusión de materiales de formica, escay, linóleum, gomaespuma... que transmiten una agobiante sensación de artificiosidad, acrecentada por la utilización de una iluminación plana y una gran profundidad de campo, y de colores brillantes que aumentan ese efecto de artificio y vinculan los espacios a sensaciones de temperatura y olor. Espacios aplastantes y estancias turbadoras, lugares de función indefinida unas veces, y otras con sorprendentes equivalencias o contradicciones: cómo el vestíbulo desierto de una biblioteca se parece a la instalación de una tienda de diseño, cómo las salas de estar, limpias y ordenadas, parecen vestíbulos de hotel o salas de exposiciones, cómo los spas, lugares pensados para el embellecimiento corporal, evocan sensaciones parecidas a las de la UCI de un hospital o cómo las instalaciones de un complejo turístico se asemejan a las de un siquiátrico y las de éste a las de un balneario. Metáforas de un mundo donde lo humano ha desaparecido, sustituido por la máquina.

En la obra fotográfica de Lynne Cohen nunca aparecen personas, pero a través de sus imágenes se transmiten las relaciones de éstas con los lugares fotografiados y a veces podemos adivinar qué clase de seres habitan estos espacios. Y no sólo por las siluetas y los maniquíes de algunas de ellas («Poline Range» 1980, «Classroom» 2001, «Balloons» 2007) ni por las fotografías colgadas de las paredes («Men's club», 1977) o los bustos de esculturas fabricados en serie («Factory», 1994) sino por los objetos y el mobiliario, que adquieren cualidades antropomórficas y nos hablan de las personas que habitan estos lugares y de los actos que se realizan en ellos: relaciones familiares, reuniones de grupo, clases de experimentación y entrenamiento que allí se celebran. «La ausencia de personas –dice Cohen- no vuelve a mi trabajo inhumano, ajeno o frío... Hay huellas de gente en ellas, así como maniquíes, carteles, muñecos, sillas con atributos humanos, sombras extrañas que nos dicen que no estamos solos».

Los objetos y el mobiliario de los interiores domésticos de las fotografías de Lynne Cohen pueden leerse también como un relato de los comportamientos y actitudes de una sociedad en momentos determinados. En su evolución (de los espacios domésticos a los lugares de entrenamiento, experimentación y enseñanza), y desde sus primeras fotografías de pequeño formato en blanco y negro a las de color, de gran tamaño, con tendencia a la monumentalización, hay todo un estudio sociológico del tránsito de la clase media americana desde la sociedad de consumo y el capitalismo de mercado al control, la vigilancia y la manipulación de la sociedad posmoderna. Se cumple así uno de los principios de Lynne Cohen, cual es el de que las exposiciones también deben hacer pensar.