Francia despliega su poderío político y militar en el norte de África

Los bombardeos en el norte de Malí y la lucha contra el terrorismo. La importancia de la «Françafrique» en la política exterior de París, la fortaleza diplomática del Palacio del Elíseo y el poder militar francés. Un análisis de los múltiples factores que atañen al conflicto.

Soldados franceses en un carro de combate
Las fuerzas francesas avanzan hacia el norte/ Foto: YouTube

El planeta viaja hacia un nuevo orden mundial. El ascenso de China, Rusia e India sumado a la crisis económica del denominado «mundo desarrollado» comienza a gestar cambios profundos en el equilibrio de poder. Estados Unidos prevé un escenario en el cual ya no será la primera economía, posición que, de no mediar contratiempos, será ocupada por China promediando el siglo XXI. Por otro lado, las naciones europeas se encuentran enredadas en una crisis económica de la que no logran recuperarse.

Si bien todo este escenario es verídico y comprobable, Francia, la antigua potencia, se las rebusca para seguir mostrándole al mundo sus tentáculos. Es así que París emprendió, casi de manera solitaria, una ambiciosa ofensiva sobre el norte de África y ocupó en forma absoluta la escena mundial del naciente 2013. Haciendo uso de su inmenso poderío militar y su influencia política internacional el Palacio del Elíseo consiguió que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas apruebe la intervención sobre Malí y que sean justamente ellos, los franceses, los encargados de llevarla a cabo. Incluso Rusia y China, enfrentados a occidente en torno a una eventual intervención en Siria, dieron el visto bueno a la operación. Moscú y Beijing reconocen que el África Francófona es la esfera de influencia directa de Paris. Es por ello que no vuelcan mayores opiniones sobre lo que los franceses hacen o dejan de hacer en esta región del mundo, a la que, no por casualidad, se le suele llamar «Françafrique».

La diplomacia gala no solo consiguió el apoyo de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, sino que también recibió la cooperación de muchas de sus ex colonias en el norte de África. Argelia, que por su dimensión es un actor clave en el conflicto, permitió a París utilizar su espacio aéreo para transportar todo el material bélico desde la Francia Metropolitana hacia la región en forma segura. Al mismo tiempo Senegal, Níger, Burkina Faso, Benín y Costa de Marfil (cuyo gobierno está en el poder gracias a París) se han comprometido a enviar tropas para cooperar con las fuerzas francesas que ya se encuentran dentro del territorio maliense. El apoyo de ECOWAS (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) también ha sido conseguido por París. Por otro lado, y como suele suceder, los aliados de la OTAN, Gran Bretaña y Estados Unidos, han ofrecido soporte logístico para la operación.

La presencia militar permanente que Francia mantiene en ultramar cobró un rol de transcendencia. La base francesa de la ciudad de Yamena, capital de Chad, funciona como centro de operaciones y desde allí partieron algunas de las aeronaves responsables de los bombardeos en el norte de Malí. La operación aérea fue ejecutada, tanto desde la propia Francia como desde la base en Chad, por helicópteros de ataque Gazelle, aviones cazabombarderos Mirage 2000 D y Dassault Rafale y aeronaves de reconocimiento Mirage F1CR abastecidos en vuelo por un C-135. También desde la base de Yamena partieron hacia Bamako (capital de Malí) aviones de transporte con varios cientos de soldados galos.

Este espectacular despliegue de orden político-militar pone de manifiesto la capacidad que aun tiene Francia para tomar la iniciativa internacional y despeja cualquier duda, a pesar de la crisis económica, sobre su rol como potencia de primer orden planetario.

El objetivo de tan importante operación es el de desplazar a grupos fundamentalistas y terroristas islámicos, vinculados a Al-Qaeda, del norte de Malí. Los rebeldes se hicieron del control efectivo del norte del país. La avanzada insurgente llegó a capturar la ciudad de Konna, ubicada a solo 600 km de la capital, Bamako. Si estos grupos consiguieran tomar el control del aparato estatal nacional, la estabilidad de buena parte del Sahel podría correr serios riesgos. Francia tiene fuertes intereses económicos en la región, sobre todo energéticos. Al mismo tiempo hay más de 30.000 ciudadanos franceses expatriados viviendo en Malí y sus países cercanos. París (y occidente) consideran inadmisible la posibilidad de que Malí se transforme en estado yihadista y que estos grupos fundamentalistas utilicen al país como trampolín para apoderarse de otras naciones cercanas y de estructuras estatales débiles. Si esto sucediera, la seguridad de la propia Europa se vería afectada.

Se espera que la operación dure varias semanas. Si bien los resultados de los bombardeos han conseguido en solo un par de días hacer retroceder a los rebeldes, en algunas áreas la situación es más compleja y la contraofensiva se hace sentir. En la ciudad de Gao, los ataques aéreos franceses han forzado la retirada de los islamistas y en Timbuktu, donde se detectaron los mayores abusos de los terroristas hacia la población civil, se esperan resultados similares. Ante la imposición forzada de la ley islámica por parte de los fundamentalistas, los habitantes de la región han manifestado a múltiples medios su apoyo a la operación francesa.

Los rebeldes han prometido luchar hasta el final y que Francia pagará las consecuencias de su reacción. Han amenazado incluso con provocar atentados en Europa y transformar al conflicto en un nuevo (y costosísimo) Afganistán.

En definitiva, la primera guerra de la presidencia de François Hollande ha comenzado. La alta política internacional estará siguiendo de cerca los acontecimientos de un conflicto de final incierto y que corre el riesgo de extenderse en el tiempo.

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