"Fukushima es un desastre que no ha terminado"

Hablamos con Mycle Schneider, premio Right Livelihood Award, miembro del Grupo Internacional para Materiales Fisibles, con sede en la la Universidad de Princeton.

Han pasado tres años desde el terremoto y el subsiguiente tsunami que dañaron cuatro reactores de la planta nuclear de Fukushima Daiichi, en Japón. Pero las consecuencias se siguen sufriendo por la continua fuga de radiactividad al ambiente, alerta el consultor independiente en energía atómica Mycle Schneider.

Mycle Schneider en un momento de la entrevista
Mycle Schneider, consultor sobre energía nuclear/ Foto: Fabiola Ortiz/ IPS

En 1997, Schneider obtuvo el Right Livelihood Award, considerado el Premio Nobel Alternativo, por alertar al mundo sobre los riesgos del uso del plutonio. Además en 2007 fue designado como miembro del Grupo Internacional para Materiales Fisibles, con sede en la Universidad estadounidensede Princeton.

La tendencia actual es a operar cada vez menos plantas de energía nuclear, indica el especialista durante una visita a Brasil. En vez de un renacimiento, el mundo atraviesa un declive en el uso de esta fuente de energía.

Schneider habla en esta entrevista de la iniciativa que desarrollan Argentina y Brasil en el marco de su acuerdo de cooperación en energía atómica. Según él, la idea podría adaptarse a regiones críticas como Medio Oriente.

¿Cuál es la situación de la opción nuclear como fuente de energía en el mundo?

Mycle Schneider: La situación del uso comercial de la energía nuclear es bastante diferente de lo que percibe la población. Si analizamos la cantidad de reactores nucleares operativos que hay en el mundo, vemos que el máximo se alcanzó en 2002, hace 12 años. Entonces había 444 funcionando al mismo tiempo.

Ahora hay unos 400 reactores operativos. Oficialmente, en Japón están funcionando 48, pero ninguno genera electricidad, aunque la Agencia Internacional de Energía Atómica sigue considerándolos a todos en funcionamiento.

En realidad, hay un declive significativo. En Europa, el máximo número se alcanzó en 1988, hace 25 años, cuando hubo 177 reactores operativos; ahora solo quedan 131, 46 unidades menos.

No vivimos un renacimiento, sino un declive. La porción de la energía nuclear en la generación eléctrica en el mundo llegó a su máximo en 1993, hace 20 años. Entonces representaba el 17 por ciento, ahora ronda el 10 por ciento. La tendencia claramente apunta a la disminución de las plantas en funcionamiento.

¿Cuáles son las lecciones que dejó el desastre de Fukushima?

MS: La opinión pública mundial se vio muy influida por Fukushima. Esa fuente de energía perdió aceptación, en Asia mucho más que en otras partes. En Europa también, pero con diferencias entre los países. Por ejemplo, en Suiza, enormemente, en Gran Bretaña, mucho menos, y en Alemania, la oposición ya estaba bastante asentada. Cambió mucho en países como China y Corea del Sur porque esos países están mucho más cerca de Japón.

La sociedad opera las plantas de energía nuclear según una ecuación muy simple: un peligro potencialmente enorme multiplicado por una muy baja probabilidad de ocurrencia es igual a un riesgo aceptable. La ecuación se hizo añicos en Fukushima. La gente se dio cuenta de que una baja probabilidad no necesariamente equivale a que no suceda, no es riesgo cero.

La lección, la más importante que debe aprender la sociedad, es, antes que nada, reducir el peligro potencial. La energía contenida en los tanques de gas natural líquido, por ejemplo, es increíble en términos de energía pura. Puede ser equivalente a dos veces la bomba de Nagasaki (1945) en un tanque. Es muy poco probable que explote, pero aun si el riesgo fuera solo de un 10 por ciento, el daño que podría causar supera toda imaginación. Y esas bombas están por todas partes.

¿Qué representa Fukushima en cuanto a la seguridad de las plantas nucleares?

MS: La gente cree que Fukushima fue el peor caso y que ya pasó, pero no es así. Puede ser peor, no ha terminado. El accidente continúa y ya pasaron tres años. Hay continuas filtraciones de radiactividad al ambiente porque el inventario de radiactividad no está estabilizado.

Es un hecho sin precedentes por su complejidad, su dimensión y sus consecuencias. El mayor problema es que la metodología elegida por el gobierno japonés y Tepco (la empresa operadora de la planta que colapsó tras el terremoto y posterior tsunami el 11 de marzo de 2011) no parece apropiada. Vemos que la situación está lejos de estabilizarse.

La cantidad de radiactividad que se filtró al agua y a los sótanos se estima en el triple de la que se liberó tras el accidente de Chernóbil (en la actual Ucrania en 1986). El asunto está muy subestimado.

Argentina y Brasil comparten una asociación para la cooperación nuclear, ¿qué opina de la iniciativa?

MS: La energía nuclear en América del Sur es insignificante para la generación eléctrica y contribuye solo con un cinco por ciento, en Argentina, y un tres por ciento, en Brasil, a la matriz energética.

La Agencia Brasileña-Argentina para la Contabilidad y el Control de Materiales Nucleares (ABACC), que se concentra en cuestiones de no proliferación, es difícil de evaluar desde el exterior, pero al parecer cuenta con 100 inspectores. Es un montón si se tiene en cuenta la cantidad de instalaciones que hay que inspeccionar.

Es una iniciativa muy interesante. Discutimos las posibilidades de adaptar este tipo de enfoque a otras regiones, por ejemplo Medio Oriente, unas de las regiones problemáticas.