La batalla de los derechos humanos está lejos de terminar

Hablamos con Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Los derechos humanos deben ser explícitamente reconocidos como ingrediente indispensable del desarrollo sostenible en la inminente conferencia Río+20 dice Navanethem Pillay, que explica en esta entrevista el nexo que existe entre los derechos humanos y el desarrollo sostenible.

Navi Pillay
Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos/ Foto: UNCHR

¿Hasta qué grado dependen entre sí el desarrollo sostenible y los derechos humanos?

Navanethem Pillay- Están indisolublemente unidos. Sin protecciones a los derechos humanos, las políticas destinadas a mejorar el ambiente o las metas de desarrollo podrían tener impactos negativos muy serios.

Por ejemplo, en los últimos años hemos visto que los esfuerzos tecnocráticos para el desarrollo sostenible han excluido a muchas comunidades de los procesos de toma de decisiones, provocando una exacerbación de las desigualdades económicas y sociales, así como una marginación de los derechos humanos.

Los pueblos indígenas han visto amenazadas sus tierras y sus fuentes de sustento debido a los mecanismos para la reducción de emisiones (de gases de efecto invernadero). Las tierras agrícolas han sido destinadas a la producción de biocombustibles, y los grandes proyectos de infraestructura han causado el desalojo y la reubicación de comunidades enteras. Por eso necesitamos incluir referencias específicas a los derechos humanos en todo el documento final de Río+20.

Cuando se trata de los derechos humanos, hemos visto una y otra vez que si no hay una referencia explícita en importantes documentos políticos, estos tienden a ser ignorados, y a veces avances previos sufren retrocesos imprevistos.

Las organizaciones de la sociedad civil temen que el plan final de Río+20 deje a un lado los derechos humanos, incluyendo los de las mujeres y los de los pueblos aborígenes. ¿Qué tienen de realistas esos temores?

N.P.- Yo los comparto. Por eso voy a participar personalmente en Río+20, y mi oficina trabaja duramente para subrayar la necesidad de que los derechos humanos estén en el resultado final.

A fines de marzo, justo cuando comenzaba la segunda ronda de negociaciones informales, escribí una carta abierta a todos los estados miembros de la ONU, instándoles a apoyar las consideraciones de derechos humanos en sus deliberaciones. Las organizaciones no gubernamentales tomaron esta carta como punto de partida y algunas delegaciones gubernamentales la han considerado.

Como consecuencia, hemos visto que se han presentado propuestas sobre derechos humanos en las negociaciones, pero la batalla está lejos de terminar. La mayoría de las disposiciones se siguen discutiendo, y conceptos clave como la coherencia de las políticas y su impacto en los derechos humanos todavía no se han introducidos en el documento.

¿Cómo de amplio es el reconocimiento que se hace del concepto de derechos humanos en la Agenda 21 y en la Declaración de Río sobre Ambiente y Desarrollo, adoptadas en la Cumbre de la Tierra de 1992?

N.P.- A decir verdad, tenían un lenguaje de derechos humanos más claro de lo que uno podría imaginar, comparado con las actuales discusiones. La Agenda 21 y la Declaración de Río tuvieron importancia precisamente porque pusieron los derechos humanos al frente y en el centro.

En mi carta a los gobiernos, les recordé que 27 principios de la Declaración de Río de 1992 se basan firmemente en los derechos humanos.

La Declaración de Río específicamente invocaba el derecho al desarrollo, llamando a actuar para reducir las disparidades en las condiciones de vida, afirmó el papel de las mujeres, de los pueblos indígenas y de las comunidades locales en el desarrollo sostenible, y llamaba a la protección de las personas que viven bajo represión u ocupación.

Analizando los progresos desde que fueron incluidas las consideraciones de derechos humanos en la histórica Declaración hace dos décadas, ¿cuáles son las lecciones aprendidas en cuanto a su puesta en funcionamiento?

N.P.- Veinte años después de Río, una esperaría que pudiéramos avanzar en vez de retroceder en estos compromisos esenciales.

Debemos encarar la división Norte-Sur, avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio para asegurar que se considere una adecuada perspectiva de género, y debemos extraer la enseñanza de los movimientos de la Primavera Árabe y de Ocupa Wall Street de que los derechos humanos deben estar en el centro del desarrollo.

Los gobiernos tendrán que traducir esto en acciones, porque las mujeres y los hombres en la calle lo están demandando.