La batalla del Ebro y los Puertos de Beseit, donde ni la naturaleza ni las guerras separan a los pueblos

El 17 de noviembre de 1938 acababa una de las batallas más sangrientas de la historia europea del siglo XX, la batalla del Ebro, donde murieron más de 100.000 personas. 75 años después, Corbera d'Ebre es uno de los puntos de interés turístico de la ruta «3 territorios y una misma tierra». La comarca catalana de la Terra Alta, junto con el Matarraña aragonés y el Maestrazgo valenciano, quieren demostrar que ni las guerras, ni la naturaleza, ni las divisiones administrativas pueden dividir una zona que ha compartido intercambios culturales, económicos y sociales a lo largo de la historia.

Ports Beseit (Museu Corbera dEbre)
Ports Beseit (Museu Corbera dEbre) / Foto: eXp

La batalla del Ebro se inició una noche de San Jaume (Santiago), el 25 de julio de 1938 y acabó el 17 de noviembre, hoy hace 76 años. 115 días de combates que convirtió esa contienda, en una de las más cruentas de la Europa del siglo pasado. Corbera d'Ebre, fue la población más afectada. El municipio quedó arrasado y su nombre ha pasado a formar parte de los centenares de pueblos destrozados por conflictos en el continente a lo largo del siglo XX, cuando las zonas habitadas se convirtieron también en objetivos de la aviación militar. Belchite, Verdún, Yprès, Corbera o Mostar son solo algunos nombres que recuerdan los horrores de esas guerras, pero también son un ejemplo de superación y una muestra de que el odio y la venganza nunca ayudan a avanzar. Sus habitantes tampoco quieren olvidar.

Corbera es un buen punto de partida para una ruta por las tres comarcas de la Terra Alta, Matarraña/Matarranya y Maestrazgo. Los puertos de Beseit son una frontera natural y en sus estribaciones coinciden las provincias de Tarragona, Teruel y Castellón. Tres provincias que tienen más cosas en comun de lo que señalan los mapas de geografía. Las tres pertenecen a tres comunidades autónomas (Catalunya, País Valencià y Aragón), pero comparten la lengua, (todas son bilingües con el catalán y el castellano como idiomas comunes), basan su economía en el sector de la agricultura y la ganadería y se ha unido para promocionar su gran riqueza cultural, patrimonial, natural y gastronómica.

Bajo la marca «Tres territorios, una misma tierra», han unificado sus esfuerzos para potenciar el sector turístico. Situada a pocos kilómetros de las playas del Mediterráneo, y de ciudades como Tarragona, Castellón, incluso Zaragoza, Barcelona y Valencia; el verano, la vendimia, la recogida de la aceituna, la historia, el interés cultural o la práctica de deportes al aire libre son un buen aliciente para dedicarles unos días y conocer esta curiosa e interesante propuesta turística.

Recordando la historia

Volvamos a Corbera d'Ebre. En el centro del pueblo nuevo, encontramos el «Centre d'Interpretació 115 dies» que muestra el desarrollo de la Batalla del Ebro y ofrece una visión completa del conflicto bélico y político. A pocos kilómetros encontramos las ruinas del pueblo viejo, destruido, pero sin que haya caído en el olvido. Corbera, declarado Bien de Interés Cultural por el Parlamento catalán, forma parte de la Ruta de la Paz y desde hace años un grupo de vecinos y artistas han recreado un original Abecedario de la Libertad, un conjunto de 28 letras diseminadas en diferentes rincones que muestran la visión de 25 artistas plásticos, escritores y poetas que quieren mostrar el valor que las letras aportan a la paz. Un compromiso y una invitación a reflexionar sobre las guerras y las confrontaciones bélicas.

Para los amantes de este tipo de turismo histórico-cultural, a pocos kilómetros de la localidad tarraconense encontrarán una de las ciudades más marcadas por los conflictos de la España contemporánea: Morella, en la provincia de Castellón. Su impresionate castillo es una fortificación del siglo XIII, construido en plena conquista islámica, que a lo largo de los siglos pasó a ser palacio real y centro de operaciones de los carlistas en el siglo XIX. Sus salones y patios de armas guardan las huellas de los «señores de la guerra» como Jaume I, el Cid (forma parte de esa ruta turística), o Ramón Cabrera, conocido con el sobrenombre de «el tigre del Maestrazgo», que declaró la ciudad, capital del territorio conquistado por el ejército carlista tras el Trienio Liberal.

El Matarraña también aporta su granito de arena a la historia. Junto a sus campos de olivos, almendros o viñas, se encuentran enterramientos y restos de algunos poblados íberos, como el de San Antonio (cerca de Calaceite), Mazalón, o Valdeltormo. Un paseo por los alrededores permite dar de bruces con un «campo de urnas», donde los primeros pobladores incineraban los cadáveres y colocaban las cenizas en una urna juntando unas con otras y formando un cementerio. Interesante una visita al Centro de lengua y escrituras ibéricas de Cretas, donde incluso se puede escuchar cómo sonaba uno de los primeros idiomas que se hablaron en la península. No es de extrañar que esta comarca aragonesa haya tenido importantes escritores e historiadores costumbristas, como Santiago Vidiella, Desideri Lombart, Matias Pallarés o Juan Cabré, que han recogido en sus obras la riqueza histórica y cultural de esa zona del noroeste de la provincia de Teruel.

Para los amantes del cine histórico, La Fresneda es un buen referente. Este conjunto Histórico artístico, fue el escenario escogido por Vicente Aranda para filmar su película «Libertarias». Esa puede ser una buena razón para visitar su monumental Plaza Mayor, el Ayuntamiento de estilo gótico-renacentista, la cárcel de lujo y sus curiosas mazmorras o las numerosas edificaciones que abarcan los siglos XVI al XVIII.

Naturaleza compartida

Pasar de una provincia a otra, de una comunidad a otra, en una continuidad histórica, natural y cultural, casi sin darse cuenta, ese es otro de los atractivos de la marca «3 territorios y una misma tierra». La naturaleza es la que unifica todo el recorrido. Las impresionantes rocas de Masmut son uno de los principales atractivos paisajísticos del macizo de los Ports de Beseit, omnipresentes a lo largo de todo el trayecto, que invitan a practicar deportes al aire libre. El senderismo o montañismo es el más común.

Se pueden bajar los barrancos que encontramos en los cauces de los ríos Matarraña, Tastavins, Ulldemó o Algas como los del Molí del Cap o el de la Balloca, en la Terra Alta. Los que prefieran las alturas pueden practicar un circuito de aventuras en el complejo de la Fábrica Giner, a las afueras de Morella, pasando entre los árboles mediante cables y plataformas de madera. No es recomendable llevar niños, porque se corre el riesgo de acabar haciendo cosas a las que nunca se hubieran atrevido, trepando por los árboles, o descendiendo por tirolinas de vértigo. Intenten ir con menores, para comprobarlo. Para los que no necesitan soltar adrenalina, pueden dar un paseo en bicicleta por L'Horta de San Joan, que recorre parte del antiguo trayecto ferroviario de El Sermentero convertido en una Vía Verde de 100 kilómetros, que une La Puebla de Híjar, en Teruel, con San Carlos de la Rápita en Tarragona. El tren solo funcionó 30 años, pero la obra de ingeniería dejó largos túneles y viaductos que son el gran atractivo de esta ruta, apenas sin pediente, apta para novatos y adaptada para ciegos y minusválidos.

Arquitectura variada

En unos pocos kilómetros podemos visitar la muralla que rodea a lo largo de 2 kilómetros la ciudad de Morella, con impresionantes vistas nocturnas los fines de semana cuando se ilumina todo el entorno monumental y, junto a ella, el acueducto medieval en la entrada norte de la población. Aun así la entrada principal es por las majestuosas torres de San Miguel, que nos adentran en sus calles adoquinadas para acabar el recorrido en la Basílica de Santa María la Mayor, un templo gótico en el que destaca el órgano, la magnífica escalera del coro y el altar.

La comarca del Matarraña es una obra arquitectónica en todo su conjunto. Fortificaciones, castillos, iglesias, lonjas y casas palaciegas de estilo típicamente aragonés. En esta zona, situada a pocos kilómetros del Mediterráneo, el modernismo industrial se convierte en uno de los atractivos de la Terra Alta, nuestro punto de partida. En la capital, Gandesa, encontramos la bodega modernista construida por Cèsar Martinell, discípulo de Puig y Cadafalc y Antoni Gaudí, una obra declarada Bien Cultural de Interés Nacional por la Generalitat de Catalunya. No solo acoge las bodegas, el celler, sino también un molino de aceite. Este edificio de 1920 es una perfecta simbiosis entre las necesidades de los viticultores y la arquitectura, con tejado sostenido mediante el tradicional sistema de vueltas catalana, sin zimbras y con cerámicas decorativas. A pocos minutos en coche o bicicleta, otro edificio similar en el Pinell del Brai, con su característico friso de 45 metros de largo, que representa alegorías relacionadas con el aceite y el vino. En el interior sus modernas cubas recogen caldos de la DO Terra Alta junto a las impresionantes mazas de los molinos de aceite, que extraen el líquido a las aceitunas de la variedad empeltre, arbequina, morruda o farga. Aceite bajo la DO Bajo Aragón y jamón de Teruel, son productos que encontramos en el Matarraña, mientras que en el Maestrazgo proliferan los cárnicos como la cuajada de leche de oveja, los quesos o la miel.

«Los tres territorios», comparten demasiadas cosas como para que unas simples divisiones administrativas separen la larga historia que han compartido. Terra Alta, Matarraña y Maestrazgo son un ejemplo claro de que a veces 3X3 es igual a 1. Los Ports de Beseit fueron Schengen antes de Schengen, es decir, una zona natural sin fronteras.