«La cena de los malditos», Teatro Bo.devil
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cartelmin / Foto: Teatro Bo.devil

«La cena de los malditos», Teatro Bo.devil
Madrid, del 8 de octubre hasta el 5 de enero de 2015 *

No es una cena, tampoco un espectáculo, es ambas cosas y ninguna al mismo tiempo. Es una experiencia sensitiva y emocional, donde el espectador no llega a vislumbrar el límite entre lo que ve y lo que saborea, entre lo que oye y lo que siente. En realidad, en el Teatro Bo·Devil el espectador no es un espectador; es un comensal más, un invitado a participar en «La cena de los Malditos», una nueva propuestas de ocio y cultura innovadora y arriesgada.

Un espectáculo insólito - Una historia irrepetible

Los malditos son los proscritos, los hijos de los suburbios del París del siglo XVIII y del Nueva York del siglo XIX. En el vaudeville lo grotesco y la belleza, los bajos fondos y las altas cunas, se mezclaban y divertían juntos; era una explosión de erotismo y desenfreno. Un lugar donde lo diferente y extraño se valoraba y respetaba.

'La cena de los Malditos', como cualquier gran ágape que se precie, cuenta con una maestra de ceremonias de excepción, Madame Dissolue, quien, tras años de ostracismo, decide convertir Teatro Bo·Devil en un lugar único en el mundo. No es solo un teatro, en realidad es mucho más: es un refugio, un hogar, un sitio donde el tiempo se ha detenido bajo la influencia de esta mujer de aspecto señorial, visiblemente de otra época, contundente en sus formas, fumadora empedernida, provocadora por naturaleza... 'Les estábamos esperando, ¡ya pensábamos que no vendrían!', espeta a sus comensales nada más llegar al escenario una Madame Dissolue interpretada por Beatriz Ros. La formación de la actriz y sus años de trayectoria, la convierten en la imagen perfecta de la nueva Louise Weber o Jane Avril. Ella será quien, a lo largo de una hora y media guíe al espectador, al comensal, por un universo que creíamos plagado de personajes insólitos y olvidados.

Junto a ella se ha mantenido durante años, tal vez siglos, su fiel compañero y lacayo (aunque a veces se revele). Mundano y carnal, a veces brusco y hasta zafio, pero lleno de esos rasgos que hacen al hombre humano y no divino. Adam Jezierski interpreta a este Notario que es la reencarnación de Charles Sherwood Stratton, conocido en el vodevil americano como 'General Tom Thumb'.

Pero en el vodevil, como en 'La cena de los Malditos', lo terrenal se mezcla con el más elevado de los sentimiento, el amor. Tras las bambalinas, casi por casualidad, se encuentran Angelina y Gabriel, es el destino, no cabe duda. Gabriel, interpretado por Litus, músico, actor y cantante catalán de larga trayectoria, es el hijo a quien su madre, Madame Dissolue, mantiene atado bajo su peculiar forma de entender la vida; la vida maldita.

La voz de Gabriel y esa canción sacan de su ensimismamiento a una joven que ha permanecido años viviendo sin vivir. Una chica quien, atraída no sabe muy bien por qué, ha ido a cenar esa noche sola al Teatro Bo·Devil. Un personaje tímido al principio pero cuya impresionante voz y movimientos nos descubren a una Angy Fernández más sofisticada que nunca.

Entrelazados, además, con esta historia y bajo dirección de Marta Gutiérrez (responsable también del libreto y de las coordinación acrobática del espectáculo) y producción de Víctor Fernández, se van dando cita, no de forma casual pero sí inesperada, personajes salidos del mundo del circo. Un grupo de cuatro intrépidos y arriesgados acróbatas sobrevuelan las cabezas de los comensales llamados por quien ha sido su mejor valedora, Madame Dissolue.

Una sinfonía de sabores

Menú y libreto van de la mano en esta maldita cena en la que, al mismo tiempo que los más grotescos personajes suben y bajan del escenario o atraviesan la platea en enrevesados números de magia negra, nuestros particulares y talentosos camareros deleitarán los paladares más exigentes con una premeditadísima Arepa de ropa vieja cubana. Una dinner-show más que peculiar en la que la tensión de los comienzos quedará ilustrada en el olfato y el gusto del comensal-espectador con Ibéricos en pan de cristal y salmorejo de cereza; un vaudeville en el que los contrastes dramáticos de un final inesperado son contraste gustativo en el Brownie de chocolate con crema de lima y cereza. Una propuesta del reconocido chef y especialista en alta cocina vasca, Carlos Aceves.

Nightlife

Decir que esta experiencia concluye en una gran fiesta no es ninguna metáfora. Cuando la cena termina y el espectáculo llega a su fin, los malditos nunca regresan a casa: es entonces cuando la platea deja ser escenario y se transforma en dancefloor. Teatro Bo·Devil se transforma en un night club abierto, tanto a los comensales a la mesa de Madame Dissolue, como todos aquellos que deseen disfrutar de un ambiente donde la música más ecléctica y multidisciplinar sea el hilo conductor.

Un teatro oculto

Buscando un espacio sorprendente y genuino, Víctor Rodríguez, Isaac Forcada, Juan Carlos y Francisco López (responsables de Fuse People, empresa especializada en gestión de espacios de ocio y gastronomía), se toparon con el último teatro de Madrid. Oculto tras los rascacielos del paseo de la Castellana, con un pasado plagado de símbolos masónicos, lujuriosas meretrices e intelectuales franquistas, estaba enterrado el Teatro Bo·Devil.

Entre el Paseo de la Castellana y Bravo Murillo y en una de las zonas de residencia del que por entonces era el aparato militar del régimen, la autodenominada Federación de Amigos de la Enseñanza adquirió uno de sus baluartes más preciados. Bajo las siglas F.A.E, esta asociación de pensamiento y creación capitaneada por intelectuales de la órbita eclesial y dedicada al 'Fomento de las Artes y la Estética' –bajo sus mismas siglas, precisamente- , levantó este teatro en el que la llama del dios Apolo, el grifo, la lechuza y demás referencias icónicas al conocimiento, el pensamiento y la creación artística son nota dominante en cada detalle. Un pasado del que sus sucesivos dueños e inquilinos todavía encuentran hoy restos deteriorados pero palpitantes, en los puntos más inverosímiles de la construcción.

Un espacio que, desde los años 70, ha sido casi de todo: desde sala de exposiciones a club nocturno; desde anticuario a sala de proyecciones.

El equipo de Fuse People entendió que aquel lugar tenía una historia que contar y que el propio espacio debía condicionar su propuesta escénica. No debía ser solo un teatro, tampoco un restaurante o una discoteca, en el Teatro Bo·Devil tenían que volver a reunirse años después personajes salidos tanto de la alfombra roja como de los bajos fondos, sofisticadas mujeres de voz prominente y grotescos comediantes, lo mundano junto a lo elevado, el lujo teñido de provocación. NdP

Teatro Bodevil
General Orgaz, 17 (Madrid)

* Representaciones de miércoles a sábado a las 21.30h.