La mutilación genital femenina pierde apoyo aparentemente

Más de 125 millones de mujeres y niñas fueron víctimas de la mutilación genital en África y Asia, y otros 30 millones corren riesgo de sufrir esa práctica en la próxima década, advierte el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). No obstante, la práctica parece que lentamente pierde popularidad.

Dos mujeres hablando
la ablación femenina es algo de lo que hablan las mujeres en voz baja/ Foto: Travis Lupick/ IPS

Esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas ha hecho público un informe que constituye la culminación de 20 años de investigación en 29 países de esos dos continentes, sobre la base de encuestas nacionales.

Egipto es el que tiene más mujeres de entre 15 y 49 años que fueron sometidas a esa práctica: 27,2 millones. A pesar de ser ilegal, una abrumadora mayoría de casos de ablación en ese país son realizados por personal médico.

La mutilación genital femenina es casi universal en varias naciones, según el informe, publicado este lunes

En Somalia, la proporción de mujeres de esa franja de edad que fueron mutiladas es del 98 por ciento, la mayor del mundo, y en Guinea y Djibouti los índices son del 96 y el 93 por ciento respectivamente. La probabilidad de que una niña sea sometida a la ablación es mayor si su madre sufrió también esa experiencia.

Pero las nuevas generaciones tienen menos probabilidades de sufrir la práctica ya que son más conscientes de sus consecuencias negativas, como complicaciones en el parto, infecciones, sangrados y daños psicológicos, destaca Claudia Cappa, autora del informe y especialista en estadísticas de Unicef. «Las niñas pueden ser importantes agentes de cambio a lo largo de las generaciones», dice Cappa.

El informe de Unicef contiene la primera información publicada sobre Iraq, que comenzó a elaborar estadísticas sobre la mutilación genital femenina en 2010, destaca Cappa. En ese país, niñas que fueron mutiladas «tuvieron la oportunidad de interactuar con otras que no la sufrieron, y se dieron cuenta de que no eran estigmatizadas» socialmente, explica.

Una de las conclusiones más importantes del informe es que la incorporación de la población masculina en la lucha contra la ablación es fundamental. Muchos hombres y jóvenes en los 29 países estudiados están a favor de acabar con la práctica.

Unicef ahora se propone hacer más visible esta pérdida de popularidad de la práctica e influenciar a las sociedades para que la abandonen por completo.

La ablación se sigue practicando bajo diferentes y dudosas excusas: higiene, «preservación de la virginidad» y reputación social. En algunos países, se estimula la práctica porque los hombres sienten más placer al tener relaciones sexuales con una mujer que ha sido sometida a la mutilación.

«Es algo que siempre está ahí», dice en conferencia de prensa Francesca Moneti, consejera de protección infantil para Unicef. «La niña llega a la edad de ser mutilada, y es mutilada». Si se someten a la práctica, las niñas ganan más reputación social y «buena conciencia», dice el informe.

Efua Dorkenoo, directora del proyecto contra la mutilación genital femenina de la organización Equality Now, subraya la necesidad de adoptar mayores medidas de protección en las comunidades donde la práctica persiste, así como programas de apoyo para las niñas que huyen de sus familias para escapar de la ablación.

También es importante que las organizaciones, incluyendo a Unicef, se den cuenta de que es necesario un enfoque a varios niveles, incluyendo a trabajadores de la salud y a las autoridades, a la vez que se promueve un cambio de costumbres en las comunidades, indica Dorkenoo.

«El cambio de comportamiento en las comunidades es un proceso a largo plazo», nos dice Dorkeno.

Dorkenoo mantiene que la ablación directamente constituye violencia contra las mujeres, y se origina por el deseo de control sexual, social y de género. Pero la práctica está muy arraigada y por tanto no basta con que las comunidades declaren que la han abandonado.

«Es demasiado simplista creer que esas declaraciones significan que la ablación ha terminado. Eso es más que nada para hacer que se sienta bien el público en Occidente», dice Dorkenoo. Añade que no hay un único modelo para hacer frente a la práctica en los diferentes países.

Cuando las comunidades hacen una declaración así es significativo, pero luego es difícil constatar si realmente la práctica ha sido erradicada, indica Cappa.

Dorkenoo reconoce los esfuerzos de Unicef en materia de educación en las comunidades, con énfasis en democracia y derechos humanos, lo que también contribuye a erradicar prácticas como la ablación, pero señala que se debería hacer algo más a nivel estructural.

«Es demasiado simplista pensar que puedes ir a una comunidad durante 30 años, hablar sobre derechos humanos y democracia y esperar un cambio», señala.