La otra cara de la economía española

Panes de harina integral de centeno, lechugas y acelgas son algunos de los productos ofrecidos en el pequeño mercado ecológico del huerto urbano El Caminito, en esta ciudad del sur de España, con precios fijados en comunes, una de las más de 30 monedas sociales en circulación en el país. «El objetivo es buscar una alternativa a la lacra del capitalismo salvaje y sembrar la base de una sociedad más justa y solidaria», explica David Chapman, de la plataforma Málaga Común

Puesto de mercado de Málaga Común
Puesto de mercado de Málaga Común Foto: Inés Benítez (IPS)

Panes de harina integral de centeno, lechugas y acelgas son algunos de los productos ofrecidos en el pequeño mercado ecológico del huerto urbano El Caminito, en esta ciudad del sur de España, con precios fijados en comunes, una de las más de 30 monedas sociales en circulación en este país. «El objetivo es buscar una alternativa a la lacra del capitalismo salvaje y sembrar la base de una sociedad más justa y solidaria», explica David Chapman, de la plataforma Málaga Común, la red responsable del mercado y mediante la que más de 700 usuarios registrados pueden intercambiar bienes y servicios usando el común como moneda y reflejando las transacciones en Internet.

En España coexisten más de 30 monedas locales complementarias al euro, «herramientas que permiten a las comunidades empoderarse mediante el intercambio de productos y servicios y crear mercados paralelos», explica el economista y escritor Julio Gisbert. El común, el lazo y el coín, en Málaga, el puma en Sevilla, el zoquito en Jerez de la Frontera, (Cádiz), la pita en Almería y la justa en Granada, todas en el sur de España, son algunas de las denominaciones que comparten por todo el país la misión de dinamizar la economía local y caminar hacia un modelo económico y productivo más sostenible.

La Red de Moneda Social Puma se lanzó hace un año en el casco viejo de Sevilla como un sistema de crédito mutuo entre personas, que busca «relanzar y relocalizar la economía de esta zona de la ciudad y crear comunidad», explica la vecina Natalia Calzadilla, una de sus integrantes y productora de mermelada de verduras. Los usuarios del puma cuentan con un sistema físico de cartillas en el que se refleja el valor de las transacciones de bienes y servicios. También dan de alta sus ofertas y demandas en el Sistema de Intercambio Colectivo (CES, utilizando las siglas en inglés), una plataforma que nació en 2002 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, y que sirve para las transacciones con monedas sociales o tde iempo en 56 países.

En Madrid se comercia con el boniato, en Bilbao con los bilbodirus y en Girona, cerca de la frontera francesa cuentan con el euro res. El euro res se creó en Bélgica hace más de 15 años con el mismo valor que el euro y funciona en una red de unas 5.000 pequeñas y medianas empresas, en la que también pueden participar particulares, como se explica en su página de Internet.

El perfil de los usuarios de estas monedas alternativas es muy amplio: «Hay masajistas, médicos, electricistas, abogados, profesores... La calidad de la oferta es increíble», destaca Chapman. La Red Puma, que integran desde estudiantes y desempleados hasta profesionales y comerciantes, impulsa la creatividad, el desarrollo de nuevas habilidades y brinda apoyo moral y autoestima a sus integrantes, detalla Calzadilla.

Ella pagó 25 pumas (equivalente a 25 euros) por un masaje a otro miembro que cuenta ahora con ese crédito para optar por otro servicio o adquirir un bien en la comunidad. Para ello, el proyecto organiza un mercado mensual, llamado Mercapuma, en el cual los productores exponen su mercancía y cuentan con una tienda de alimentación que vende los lunes alimentos ecológicos y artesanos. Carmela San Segundo, ofrece a los integrantes de Málaga Común clases de inglés, francés y esperanto, y explica que pagó en comunes el trabajo de pintura de dos habitaciones de su casa y el arreglo de un ordenador.

La crisis económica y financiera que sufre España alienta la experiencias sociales de intercambio, ya sean monedas alternativas, trueque o bancos de tiempo, «porque la gente busca otros modelos y formas de vida», sostiee Gisbert, autor del libro «Vivir sin empleo» y del blog homónimo. Según el economista, en España hay más de 300 bancos de tiempo, llamados así porque no trabajan con monedas sino con horas. El sistema establece que una persona ofrece un servicio y recibe como contrapartida una hora de crédito o más, según el caso.

Frente a los que critican las monedas complementarias argumentando que no solucionan el problema de la pobreza, Gisbert aclara que el objetivo «no es dar de comer a la gente necesitada, sino buscar la ayuda mutua para lograr autosuficiencia y un nuevo modelo social más sostenible».

El coín, la moneda creada en el pueblo malagueño de igual nombre, se enmarca en el movimiento global de transición y quiere servir de instrumento de reacción y cambio ante «la crisis energética, económica y medioambiental», según se puede leer en su sitio de Internet. La mayor parte de estas monedas sociales, aupadas por organizaciones o plataformas, no cuentan con implicación oficial, indica Gisbert. Pero eso no las convierte en ilegales, pues se trata de un fenómeno minoritario en el sistema económico-financiero español.

El dinero alternativo no es algo nuevo, sino un fenómeno mundial presente sobre todo en los países del Norte industrializado. Hay monedas complementarias en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Austria, Suiza, Holanda y otros países. Por ejemplo, en el multicultural barrio londinense de Brixton se hacen transacciones con el brixton pound. La libra brixton emite cada año billetes diferentes y es de las monedas sociales más innovadoras, según Gisbert.

Mientras, este tipo de monedas están empezando a interesarse por el ámbito del microcrédito. A José Luis Gámez, hijo del fundador de la axarco, propia de la región malagueña de la Axarquía, le gustaría poder financiar proyectos de economía social en la zona con esta divisa que nació en 1988. Pero el axarco, de plata y cobre, no se usa ya como sistema alternativo por el costo que supone acuñarlo y, ha quedado como objeto de coleccionistas.

Además de promover el intercambio de productos y servicios, el dinero complementario puede servir para valorar el trabajo de personas voluntarias o generadoras de conocimiento, según la filosofía del proyecto internacional TGL (siglas de «teaching, giving, learning», que significan en español «enseñar, dar, aprender»).

El TGL, que empieza a caminar en España, propone la moneda social L, que se crea cuando las personas enseñan o aprenden habilidades y conocimientos, participan en proyectos de voluntariado o desarrollan iniciativas de emprendimiento social que generan empleo y riqueza local. «La L no es de intercambio, sino una moneda que genera riqueza porque inyecta liquidez al sistema. Se crea por la formación, voluntariado y emprendimiento social», explica Raúl Contreras, cofundador de la plataforma Nittúa y promotor de la escuela Okonomía, en la que alumnos y facilitadores reciben pagos en ese dinero alternativo.