La paz en Malí después de la guerra

El ejército de Malí y sus aliados extranjeros aseguran poco a poco el control del norte del país, mientras se mantieene la incógnita sobre cómo se resolverá la crisis política que derivó en el golpe de Estado de marzo de 2012. «Si el gobierno de Malí quiere restablecer el control en todo el país, necesitan al Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA)», señala Ibrahim ag Mohammad Assaleh, uno de los miembros de la organización separatista.

Niñas tuareg jugando en campo de refugiados de Burkina
Niñas tuareg jugando en campo de refugiados de Burkina / Foto: Marc-André Boisvert (IPS)

En una entrevista en la capital de Burkina Faso, Assaleh, dice que «nosotros, los tuaregs, hace 52 años que estamos en guerra. Y vamos a seguir hasta que cambien las condiciones de vida de nuestro pueblo». En enero de 2012, el MNLA atacó una base militar en Menaka, en laregión maliense de Gao, exigiendo el fin de la marginación de las poblaciones nómadas de la zona. A los tres meses se arrogaron el control del norte del país. Pero poco después, el MNLA fue desplazado por una coalición de grupos islamistas entre los que estaban Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar Dine y el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental (Muyao).

Assaleh, que integra el equipo negociador con el gobierno de Malí, destaca que «La intervención de Francia (desde enero de este año) y de la comunidad internacional en Azawad es bienvenida por el MNLA mientras luchen contra los terroristas, contra quienes luchamos varios meses». El presidente interino, Dioncounda Traoré, anunció el 29 de enero una hoja de ruta para la transición, que fija la convocatoria de elecciones a más tardar en julio. Pero el MNLA dice que no había sido consultado y que, por lo tanto, no participaría en la convocatoria. «Pueden organizar elecciones donde quieran. Pero no creemos que las haya, al menos en nuestro territorio. No han tenido en cuenta nuestra reivindicaciones».

En agosto de 2012, hubo un intento de negociación entre el gobierno de Malí, el MNLA y Ansar Dine, a instancias del presidente de Burkina Faso, Blaise Compaore. Pero el diálogo está ahora estancado. «Todavía hay, pero con mayor lentitud tras el inicio de la intervención francesa», explica un integrante del equipo negociador burkinabé que pide no revelar su identidad. Malí, presionado por la resolución 2085 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene que negociar con organizaciones no consideradas terroristas. Assaleh comenta que «algunos grupos de presión de Bamako no ven la utilidad de seguir negociando. Demora el proceso y puede resultar costoso para el gobierno».

Yvan Guichaoua, experto en grupos armados y conferenciante de la Universidad de Anglia del Este, cree que la responsabilidad del caos actual es compartida entre el norte y el sur de Malí. «El problema es que las autoridades de Bamako no muestran ninguna voluntad de negociar con el MNLA. Consideran que la organización inició el caos actual, lo que solo es en parte cierto, pues hubo varias revueltas desde la independencia».

Pero según el especialista en economía y conflictos en África subsahariana Roland Marchal, apuntar a un compromiso político entre el gobierno, el MNLA y Ansar Dine no es la forma de asegurar el norte de Malí. «Todos esos actores no son lo suficientemente representativos de la población como para definir y hacer cumplir un acuerdo», puntualiza Marchal, miembro del Centro Nacional de Investigación Científica, del Instituto de Estudios Políticos de París. «Por eso una fórmula como una conferencia nacional que incluya a todos los actores arraigados en espacios políticos, sociales, religiosos y culturales malienses podría tener más posibilidades de llegar a un acuerdo sostenible».

Pero todos esos actores están acusados de graves violaciones de derechos humanos. «Es necesario un ajuste entre un nuevo contrato social, que incluya algún tipo de amnistía, y la necesidad de justicia. Eso lo pueden hacer los malienses por sí solos, sin la comunidad internacional o la Corte Penal Internacional (CPI)», añadie. El ejército de Malí fue acusado de haber ejecutado a varios tuaregs, según documentaron varias organizaciones de derechos humanos, lo que obligó al jefe del Estado Mayor, general Ibrahima Dahirou Dembele, a retirar a los imputados del frente de lucha.

La organización Human Right Watch, con sede en Nueva York, acusó al MNLA y a sus aliados de perpetrar ejecuciones, pillajes y violaciones en 2012. Según el gobierno de Malí y la Federación Internacional de Derechos Humanos, el MNLA detuvo y ejecutó a 153 soldados malienses en el campamento militar de Aguelhok.

Las acusaciones fueron lo suficientemente graves como para que la CPI abriera una investigación. El gobierno de Malí emitió órdenes de arresto contra 26 personas, Assaleh entre ellas. Cuatro miembros del MNLA fueron detenidos en ese país. «Las masacres de Agelhok de enero de 2012 no fueron perpetradas por el MNLA. Queremos una investigación independiente y estamos dispuestos a colaborar con la CPI», remarca Assaleh.

¿A quien representa el MNLA?

Assaleh sostiene que el MNLA representa al 90 por ciento de los tuaregs, 40 por ciento de los fulanis y 30 por ciento de los árabes. «Tenemos derechos históricos legítimos, aun si somos minoría. Es nuestra tierra. Invitamos a todos los tuaregs. Pero muchos no quieren hablarnos, porque entre ellos hay muchos que apoyaron a todos los regímenes» anteriores.

Pero Guichaoua dice que el MNLA es mayormente tuareg, «pese a algunos cargos ofrecidos a otras etnias (árabes y songhai) en su estructura de comando oficial, aunque engañosa». «Representa una pequeña proporción de la población de Azawad, en especial las tribus tuareg idnan y chamanamas», observa.

Marchal coincide en que el MNLA no es muy representativo de la población tuareg o del Azawad, en el norte de Malí. «El MNLA es considerado como un grupo de rufianes por mucha gente en Malí», puntualiza.

* Con la colaboración de Mathieu Carat desde Nueva York