La sociedad civil y los jóvenes no tienen sitio en Doha

Beatrice Yeung, una joven delegada a las conversaciones climáticas de la ONU, ha viajado desde Hong Kong a la capital de Catar para transmitir el mensaje de su generación: «Vivimos en el mundo que ustedes están creando para nosotros». Sin embargo, no le han permitido entrar.

Beatrice Yeung
Beatrice Yeung, está muy enfadada con la organización de la COP 18/ Foto: Stephen Leahy/ IPS

Hablamos con Yeung en un vestíbulo fuera de la «zona de seguridad» en el Centro Nacional de Convenciones de Catar, donde la policía de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) le ordenó a este periodista que no tomara fotografías. Sin motivos aparentes, la seguridad es muy estricta en la COP 18.

Y, lo que es peor, el contingente de participantes de la sociedad civil, mucho menor de lo habitual, está sometido a una serie de restricciones. No a los afiches, no a los folletos, no a las manifestaciones, excepto en ubicaciones designadas para tales efectos y bien distantes de la sede de las negociaciones.

También se ha reducido a la mitad, quedando en apenas un minuto, el tiempo destinado para que hablen las organizaciones de la sociedad civil en los casos en que se les permite hacerlo en las sesiones oficiales.

«Estoy muy frustrada y desilusionada», nos dice Yeung. «Estuve en la COP 15 de Copenhague, en el Foro Climático Infantil, y quedé realmente conmovida por lo que oí de niños y niñas del mundo en desarrollo que estaban conviviendo con el cambio climático».

A ella le falta un mes para cumplir 18 años, por eso le impidieron la entrada. «Para mí fue una total sorpresa enterarme de que había una regla de 'no se permiten menores'», explica.

Yeung fue una activa participante en la mucho más grande Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, realizada en junio. Fue parte de una delegación juvenil llamada Estudiantes sobre Hielo, comprometidos con las regiones polares. Ellos escribieron un documento exponiendo su posición, realizaron un encuentro lateral oficial y prepararon un resumen de una página con sugerencias de políticas.

«En Río pude hablar directamente con los delegados de algunos países». Algunos delegados presentes en Río dieron la bienvenida a la participación juvenil y a la oportunidad de conocer a jóvenes informados y comprometidos, señala.

Según la canadiense Trudi Zundel, que estudia en el College of the Atlantic, de Estados Unidos, «cada vez más se ve a la sociedad civil como un inconveniente, y se la está apartando de este proceso». «Ya es suficientemente difícil participar aquí sin tener un papel oficial. Ahora la sociedad civil, junto con los medios de comunicación, son relegados a los rincones más lejanos de este gigantesco edificio «.

El Centro Nacional de Convenciones de Qatar, que costó 1.400 millones de dólares, ocupa 40.000 metros cuadrados en tres niveles, y cuenta con 57 salas de reuniones, tres auditorios, un teatro con 2.300 butacas y más.

Inicialmente, a Zundel le prohibieron la entrada a la COP 18 porque había participado en una «protesta no aprobada» el último día de la anterior conferencia de las partes, realizada el año pasado en Durban, de donde fue expulsada.

Pese a firmar una declaración prometiendo que no iba a participar en nada similar en Doha, la hicieron pasar por una entrevista individual con el jefe de seguridad de la ONU.

«Tuve que convencerle de que no volvería a hacerlo», cuenta Zundel que consiguió pasar, pero no Anjali Appadurai, otra estudiante del College of the Atlantic que también es canadiense. Appadurai fue quien, al cierre de la COP 17 de Durban, pronunció el célebre discurso «Get it Done!» (¡háganlo!), que concitó la atención de Al Jazeera, The New York Times, The Guardian y Democracy Now!, entre otros medios.

Appadurai también había participado en la «protesta no aprobada» en Durban, pero firmó una declaración prometiendo no volver a hacerlo. Tras una semana de peticiones y una «tormenta» de mensajes enviados por organizaciones de la sociedad civil en la red social Twitter, la readmitieron este lunes.

«Las organizaciones de la sociedad civil y los jóvenes estamos marginados aquí», dice. Aparentemente la están vigilando, y la Secretaría de la Convención Marco la obligó a enmendar un twit en el que agradecía el apoyo de la gente. «Mi twit le agradecía a la gente por presionar a la Secretaría en mi nombre. A ellos no les gustó la sugerencia de que ejercer presión ayudara a que me readmitieran», explica.

La Secretaría de la Convención Marco organiza y dirige las COP anuales junto con el país anfitrión. La intimidación y el castigo, combinados con la aplicación estricta de las reglas, ha perjudicado seriamente la relación entre la Secretaría y las organizaciones de la sociedad civil, dice Appadurai, que ha sido delegada juvenil en dos COP anteriores. «Nosotros representamos al público más amplio», dice. «Nuestra participación debería estar valorada, pero no lo es en esta COP».

La semana pasada, los jóvenes tuvieron la oportunidad de expresar sus preocupaciones a Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco. A Yeung le permitieron entrar a esta reunión especial. «Figueres no dio una respuesta clara sobre por qué no se permitía a menores de 18 años participar aquí. Simplemente intentamos inyectar la voz de los jóvenes en este proceso», dice.

Las reuniones de la COP son importantes, pero Yeung dice haber aprendido «la dura lección de que los dirigentes del mundo no liderarán en este asunto». «Debemos crear las soluciones nosotros mismos», añade.

Jane Nurse, una estudiante germano-canadiense del College of the Atlantic, también asistió a la reunión en la que Figueres sugirió que los jóvenes deberían «ser más creativos y usar el poder de los medios sociales». «Pensé que era muy condescendiente. Necesitamos estar aquí para reunirnos cara a cara con los delegados de los países».

Los delegados juveniles también se reunieron con Mary Robinson, primera mujer presidenta de Irlanda y ex alta comisionada de la ONU para los derechos humanos. «Nos preguntó por qué los jóvenes no estábamos enfadados por la falta de avances y de prisa aquí. Nosotros estamos enojados, pero si lo demostramos nos expulsarán», dice Nurse.

Pese a estar profundamente decepcionados por la falta de avances, los jóvenes quieren asistir a las COP para intentar tener influencia, porque aquí se está moldeando su futuro, destaca. Las protestas y las interacciones personales con los representantes de los países son importantes para dar poder a algunos delegados y para impactar a otros. Los delegados están aislados dentro de la COP, completamente apartados de la realidad y de todo sentido de urgencia. Y se quedan totalmente envueltos en sus juegos políticos, afirma Nurse.

«Seguiré trabajando para intentar que se pueda acceder a esto con menos de 18 años. El clima es un asunto de justicia intergeneracional», dice Yeung, la estudiante de Hong Kong, que concluye «Los jóvenes vemos la urgencia. Nuestros líderes no».