Lo que Estados Unidos debería aprender del colapso de Rusia

Tras meses de rumores, los problemas económicos de Rusia han pasado a acaparar los titulares mundiales, tras el derrumbe de su moneda a mediados de diciembre. La caída de los precios del petróleo hizo que el rublo descendiera a valores mínimos históricos y haya provocado la crisis económica rusa más grave desde finales de los años 90.

Un campo de extracción de petróleo
Extracción de petróleo en el sur de Rusia/ Foto: Gennadiy Kplodkin/ Banco Mundial

Entre los principales motivos de ese colapso se encuentra la escasa diversificación de la economía. Al menos algunos de las fallos en su estrategia de poner todos los huevos en una sola canasta, la del petróleo y el gas, han salido a la superficie.

Érase una vez una Rusia que sí intentó la diversificación, antes de que la «solución» del petróleo y el gas llegara a parecerle una buena idea. Sucedió durante esos años turbulentos en que la historia empujaba a la Unión Soviética hacia su tumba. Los planificadores centrales se apresuraron a convertir partes de la gran empresa estatal de producción militar, la misma que había hundido al imperio, para que produjeran los bienes de consumo que les habían faltado durante tanto tiempo a los ciudadanos soviéticos.

Un día, por ejemplo, los gerentes de una fábrica soviética de tanques recibieron la orden de reconvertir sus líneas de producción para que fabricaran zapatos. El plazo fue: «hoy mismo». No lo consiguieron.

Los expertos en desarrollo económico coinciden en que el mejor momento para diversificar no es después de una crisis económica, sino antes. La prisa no es una buena receta para gestionar la transición hacia una actividad económica nueva. Dado que casi nadie pensó en que la Guerra Fría acabaría sin derramamiento de sangre, nadie había previsto una transición económica.

Pero ahora, en Estados Unidos por lo menos, sí lo están haciendo. Actualmente el país está en la primera etapa de una pequeña reducción de los gastos de defensa. Estamos cerca de cumplir un tercio del camino de diez años para hacer recortes en defensa que impuso la ley de control presupuestario de 2011.

Si el Congreso legislativo no limita o desmantela el plan por completo, la reducción resultante seguirá siendo la más superficial en la historia de Estados Unidos. Se trata de reducir el incremento aprobado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando el gasto del Pentágono, casi se duplicó.

Así que los recortes dejan todavía un presupuesto militar en Estados Unidos superior, ajustado a la inflación, a lo que fue durante casi todos los años de la Guerra Fría, cuando existía un adversario real, la mencionada Unión Soviética, que intentaba mantenerse a la par de cada dólar que se gastaba en defensa.

Ahora, ese adversario no existe. ¿Y China? Ni siquiera se le aproxima. Estados Unidos gasta cerca de seis veces más que Pekín en sus Fuerzas Armadas.

Aun así, la modesta contracción de la industria de defensa de Estados Unidos se está notando en localidades de todo el país. Para cuando termine el decenio de recortes, muchos más lugares estarán afectados. Este es el momento para que aquellas comunidades que dependen de los contratos del Pentágono elaboren estrategias con el fin de reducir esta vulnerabilidad. Para adelantarse a lo que va a suceder.

De hecho, el Pentágono tiene dinero disponible para eso. Su Oficina de Ajuste Económico da subsidios para la planificación y asistencia técnica a las comunidades que reconocen la necesidad de diversificarse.

A medida que Estados Unidos se esfuerza por comprender qué está pasando en Rusia y cómo reaccionar, al menos una cosa queda clara: la incapacidad de Moscú para trascender las estructuras económicas dominadas por la producción militar, entonces, y ahora, por los combustibles fósiles, podría servir como advertencia y una llamada a la acción.

Las economías diversificadas son más fuertes. Llevan tiempo y planificación. Si los países esperan para diversificarse hasta que desaparezca la base en la que se asientan sus cimientos económicos, las posibilidades de una transición sin problemas disminuyen rápidamente. No se puede pasar en un día de una economía basada en la fabricación de tanques a otra que hace zapatos.

*Miriam Pemberton dirige el Proyecto de Transiciones Económicas en Paz del Instituto de Estudios Políticos. Este artículo apareció originalmente en Foreign Policy in Focus