Los jóvenes de kenia, entre el extremismo y el paro

Tras la toma de rehenes en el centro comercial de Westgate en Nairobi el pasado sábado, la UE se ha comprometido a proporcionar todo el apoyo posible a Kenia. Desde discutir medidas para luchar contra la radicalización y financiación del terrorismo en la región a fortalecer la capacidad del servicio que persigue el lavado de dinero o servir de enlace con la Interpol.

Varios líderes musulmanes keniatas
La comunidad musulmana de Kenia lamenta el atentado de Westgate/ Foto: Miriam Gathigah/ IPS

Ali Hassan Gitonga, de 33 años, pertenece a la comunidad meru de la Provincia Oriental de Kenia, y hace poco se convirtió al Islam. Se dice que en 2011 viajó a Somalia para entrenarse con la organización islamista Al Shabab. Ahora está arrestado por presunta participación en el atentado terrorista del día 21 contra el centro comercial Westgate de Nairobi.

En 2011, 4.000 soldados de la Fuerza de Defensa de Kenia, en el marco de una ofensiva llamada Operación Proteger a la Nación, viajaron a Somalia para expulsar a la organización terrorista Al Shabab del sur de ese país.

Desde entonces, Al Shabab ha librado una serie de ataques de represalia en diferentes lugares de Kenia, que han herido, mutilado y asesinado a civiles.

Pero desde el Ministerio de Seguridad Interior aseguran que Gitonga es apenas uno de los cada vez más jóvenes de entre 15 y 34 años en los países de África subsahariana que se están volviendo hacia el radicalismo islámico. Kenia, Somalia, Eritrea y Tanzania son algunos de los estados en mayor riesgo por esta amenaza.

Abdi Muhamud, activista y experto en derechos humanos en la Provincia Costera de Kenia, dice: «Muchos jóvenes de familias pobres han viajado a Somalia para entrenarse con Al Shabab. Les prometen empleos lucrativos fuera del país y apoyo económico para sus familias».

Según Muhamud, el ascenso y el dominio que desde 2009 ejerce ese grupo rebelde islamista en Somalia ha tenido serias implicaciones para los países vecinos, particularmente Kenia.

El International Crisis Group (ICG), una organización no gubernamental que trabaja para resolver y prevenir conflictos, ha dicho que el grupo radical, «en los últimos cuatro años, ha creado una infraestructura formidable y secreta de apoyo en Kenia, una rama yihadista salafista diminuta, pero altamente radicalizada, estrechamente unida y reservada, que toma a Al Shabab como ejemplo».

Aunque no se discute que haya actividad terrorista en Kenia, líderes musulmanes, expertos en derechos humanos y analistas políticos discrepan sobre la existencia y el grado de radicalismo entre los musulmanes keniatas.

Para Muhamud «Hay radicalismo entre los musulmanes de Kenia». «El eslogan 'Pwani Si Kenya' (La Provincia Costera no es Kenia), que usa el Consejo Republicano de Mombasa para que esa provincia se escinda del gobierno central, es un buen indicador».

Muhamud nos comenta que aunque el Consejo Republicano de Mombasa, que se jacta de tener más de 1,5 millones de seguidores, se formó en 1999, ha estado aletargado hasta 2008, cuando resurgió con el eslogan.

Asegura que «Fue en esta época cuando la presencia de Al Shabab en Somalia empezó a crecer de modo significativo. Estos hechos están relacionados». «Los musulmanes del norte de Kenia y de la Provincia Costera han sido los principales objetivos para el reclutamiento y el extremismo de Al Shabab y sus simpatizantes. Sus habitantes son predominantemente musulmanes que se han sentido marginados por el gobierno central», dice Muhamud.

Pero Cyprian Nyamwamu, director ejecutivo de la East African Democracy Foundation, discrepa. «La situación es mucho más compleja que el radicalismo, y debe abordarse a la luz de la geopolítica y la economía mundial. Kenia es una nación estratégica del oriente africano, y Occidente tiene un interés significativo en convertir al país en un blanco fácil».

Según el ICG, desde el 11 de septiembre de 2001 (fecha de los atentados que dejaron más de 3.000 muertos en Nueva York y Washington), Kenia ha ayudado activamente en los esfuerzos de Occidente por identificar, arrestar y detener a presuntos terroristas.

Muhamud dice que esto ha hecho que Kenia sea vulnerable a los ataques de «enemigos de los países occidentales». «Esta no es una guerra keniata, sino una guerra global», apunta.

Nyamwamu coincide. «Estamos tratando con extremistas de fuera de Kenia. Solo hay que fijarse en el ataque al centro comercial Westgate, es evidente que el capital humano es significativamente externo. (Los servicios de) seguridad interna han indicado que la mayoría de los atacantes eran europeos. Tal vez estemos frente a la reinvención de la red Al Qaeda», dice.

Pero Muhamud cree que ignorar el avance del radicalismo es parte del problema. «El Cuerno de África, donde se ubica Somalia, también está geográficamente cerca de Oriente Medio. Los países occidentales deben abordar los problemas de Oriente Medio porque estos se están propagando a África subsahariana a través de la conflictiva Somalia», señala.

Hay quienes culpan del creciente radicalismo no tanto a la religión sino al desempleo. Estadísticas del gobierno muestran que, cada año, 500.000 jóvenes ingresan al mercado laboral. De los 19,8 millones de personas en edad de trabajar en este país de 41 millones de habitantes, por lo menos el 70 por ciento tiene entre 18 y 34 años. Y más del 65 por ciento de estos jóvenes están desempleados. Además, las estadísticas muestran que, por cada dos delitos denunciados ante la policía, uno fue cometido por un joven de entre 16 y 25 años.

«Tenemos personas no somalíes explotando a la creciente población de jóvenes desempleados. Estos terroristas no son jóvenes que van a la mezquita», dice el sacerdote Gabriel Dolan, columnista del Saturday Nation y destacado activista por los derechos humanos.

«La mayoría de los arrestados en el pasado en conexión con las actividades de Al Shabab fueron jóvenes que dijeron haberse convertido al Islam, y pertenecientes a varias comunidades no somalíes», agrega.

Dolan plantea: «Estamos tratando con muy pocos radicales. No es un problema generalizado de radicalismo. Lamentablemente, no se necesitan grandes cantidades para promover las ideologías extremas. Con sólo los 15 atacantes que se estima participaron en el atentado de Westgate, se han perdido más de 62 vidas y hay por lo menos 200 heridos. Y este es solo un incidente».

Pero Hussein Gullet, del Foro Nacional de Líderes Musulmanes del norte de Kenia, una región donde viven predominantemente somalíes originarios, dice: «No se puede responsabilizar al Islam de que los jóvenes estén ociosos y vulnerables a la explotación. Los musulmanes no se adhieren al terrorismo. Los terroristas que operan en Kenia son extranjeros. Estos son ataques patrocinados por extranjeros».

«El radicalismo no es una reacción islámica. Tal extremismo es común en países donde hay hostilidad entre musulmanes y cristianos. Los musulmanes en este país gozan de los mismos derechos y libertades que las personas de otras religiones. Las fuerzas de seguridad deben investigar la causa de los ataques terroristas y llegar a una solución que aborde las realidades en el terreno».