Los océanos no resistirán «más de lo mismo»

Bruselas, (IPS)- La acidificación de los océanos, la pérdida de la biodiversidad marina, el cambio climático, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos obligan a buscar de forma urgente un nuevo modelo para protegerlos. Dejar las cosas como están, sencillamente, no es una opción, sostienen los especialistas. Las perspectivas para nuestros océanos en las próximas décadas son desalentadoras, remarcan.

Corales blanqueados
Corales blanqueados en la región mesoamericana/Foto:Cortesía Christine Loew/IPS

Ya hubo un grado de acidificación extremo como el actual, indica Carol Turley, del Laboratorio Marino de la ciudad británica de Plymouth. La afirmación podría significar un alivio si no fuera porque se remonta a la época en la que se extinguieron los dinosaurios.

El término acidificación se utiliza para describir la disminución del pH (potencial de hidrógeno) oceánico causado por las emisiones de dióxido de carbono (CO2) producidas por las actividades humanas.

Estamos frente a una «enorme crisis ambiental», dijo Turley a los participantes en una sesión informativa del Parlamento Europeo, donde habló sobre los desafíos y las soluciones para los océanos, con vistas a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20) (http://www.uncsd2012.org/rio20/index.html), que tendrá lugar en junio en la ciudad brasileña de Río de Janeiro.

Turley bromeó sobre el apodo de «reina del ácido» que se ha ganado , por su funesto mensaje, pero la difícil situación que padece el 70 por ciento de la superficie de la Tierra no es para nada graciosa. Los océanos absorben alrededor del 26 por ciento al año del total de emisiones de CO2, y la cantidad ha aumentado hasta el 30 por ciento desde los inicios de la Revolución Industrial, en 1750, según el Grupo Internacional de Referencia sobre Acidificación Oceánica.

La acidificación de los océanos perjudica la vida marina, y hasta los cambios de acidez más pequeños hacen más sensibles a los esqueletos y conchas de carbonato de calcio. También reduce la disponibilidad de calcio para el plancton y las especies con esqueleto, que constituyen la base de toda la cadena alimentaria marina, creando un efecto dominó desastroso, que puede aniquilar ecosistemas enteros.

«El sistema terrestre está realmente bajo la influencia del hombre», indica Wendy Watson-Wright, directora general adjunta y secretaria ejecutiva de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Los océanos podrían tener un 150 por ciento más de acidez en 2100, respecto a la actualidad, añade. Eso significaría una drástica disminución en la producción pesquera y la masiva extinción de la vida marina. El mundo pierde recursos naturales de una manera que los humanos no han ni siquiera comenzado a describir, indica.

Cambiando la opinión pública

Por desgracia resulta difícil llamar la atención de la población hacia la necesidad de preservar los océanos. La atención global está totalmente concentrada en la economía, en especial tras la crisis financiera y económica que se generalizó en 2008 desde Estados Unidos y Europa. «Nuestro mayor desafío es convencer a los ciudadanos de que los objetivos ambientales no se oponen al progreso económico», remarca la comisaria de Pesca y Asuntos Marinos de la Unión Europea, la griega María Damanaki.

Algunas personas creen que «ojos que no ven, corazón que no siente», señala Watson-Wright, arguyendo que la gente no da prioridad a los océanos porque viven en tierra firme. Pero incluso los países sin salida al mar se juegan mucho en la sostenibilidad oceánica, y añade a pocos meses de la reunión de Río de Janeiro, donde se conmemorará el 20 aniversario de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo, también conocida como Cumbre de la Tierra, se acaba el tiempo de discutir sobre las soluciones.

Raphaël Billé, director de programa para biodiversdiad y adaptación del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI, por sus siglas en francés) (http://www.iddri.org/), reclama más firmeza en materia de objetivos ambientales a fin de mejorar el impulso político en los temas prioritarios, planteados por los organizadores de la conferencia.

Río+20 no es para nada concreto en términos de acuerdos políticos, pero es una oportunidad para evaluar el progreso y renovar los compromisos políticos, con la esperanza de allanar el camino para,

luego, tomar las decisiones difíciles, apunta Billé.

¿Río+20 podrá cambiar las reglas del juego?

Los océanos serán uno de los siete temas de la Conferencia, que también incluye alimentación, energía, ciudades, agua y desastres. Desde la primera reunión en Río de Janeiro, hace 20 años, se han logrado avances en materia de protección de los océanos, según la Unesco, incluídos dentro del Plan de Implementación de Johannesburgo, acordado en la Cumbre de la Tierra en 2002.

Los planes para los océanos en Río+20 se concentran en 10 propuestas bajo cuatro objetivos principales, según la Comisión Oceanográfica Internacional.

Estos objetivos son: tomar acciones concretas para reducir el factor generador de estrés y restaurar la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas marinos, apoyar una economía «azul y verde», avanzar hacia reformas políticas, legales e institucionales y respaldar investigaciones y controles marinos, evaluación y tecnología.

La preocupación por nuestros océanos no es nueva, opina Iddri en un artículo para las Naciones Unidas de noviembre de 2011. La mayoría de los problemas fueron identificados hace ya décadas. «La única forma de avanzar es reconocer el fracaso general en materia de gobernanza oceánica, estudiar los logros alcanzados y desarrollar estrategias que tomen en cuenta ambos aspectos», reza el texto. El artículo menciona también los conflictos entre la gobernanza oceánica y la resistencia a hacerlos sostenibles, en especial cuando los costos aumentan.

Varios especialistas han expresado sus dudas sobre la capacidad de Río+20 para lograr resultados suficientes y beneficiosos para el planeta. Pero activistas y científicos aumentan la presión sobre los

representantes que participarán en la Conferencia para que el poder político tome decisiones fuertes y duraderas que ofrezcan una oportunidad para que los océanos y sus ecosistemas esenciales

sobrevivan.