Malvinas, entre Argentina y el Reino Unido, entre la retórica y la presión

En su vuelta a la vida pública, tras una operación quirúrgica, la presidenta argentina, Cristina Fernández, no ha perdido la ocasión de insistir en reclamar al primer ministro británico, David Cameron, la soberanía de su país sobre las islas Malvinas, en poder del Reino Unido desde hace casi dos siglos. En las acusaciones que ambos se lanzan de colonialismo, hay una segunda lectura, la pelea por los recursos naturales de las islas.

Promoción turística de la fauna de Malvinas
Promoción turística de la fauna de Malvinas / Foto: Falkland Islands

En su vuelta a la vida pública, tras una operación quirúrgica, la presidenta argentina, Cristina Fernández, no ha perdido la ocasión de insistir en reclamar la soberanía de su país sobre las islas Malvinas, en poder del Reino Unido desde hace casi dos siglos. En las acusaciones de colonialismo que hizo al premier británico, David Cameron, hay una segunda lectura, la defensa de los recursos naturales de las islas.

BUENOS AIRES (IPS) - Aunque el discurso político último parece mostrar un cambio de escenario en la histórica disputa de soberanía entre Argentina y Gran Bretaña por las islas Malvinas, algunos dudan de que haya un verdadero cambio de fondo al respecto. El cruce verbal entre representantes de Buenos Aires y Londres fue subiendo de tono en las últimas semanas, tensando el clima justo en el año del 30 aniversario de la guerra por el archipiélago ubicado próximo a la costa continental argentina austral en el océano Atlántico, que dejó alrededor de 900 muertos.

«Hay un cambio en la política argentina que pone nerviosa a Gran Bretaña pero no sabemos que costos y beneficios tiene esta estrategia», ponderó el argentino Federico Merke, licenciado en relaciones internacionales. Merke, profesor de las privadas Universidad del Salvador y Universidad de San Andrés, dio crédito a la estrategia argentina de «elevar los costos de la ocupación» británica. Sin embargo, advirtió que «para sentarse a negociar falta mucho».

Las islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña desde 1833, fueron invadidas militarmente el 2 de abril de 1982 por decisión de la última dictadura argentina (1976-1983) pese a que estaba vigente la resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 1966 que invitaba a ambos países a negociar la soberanía. El enfrentamiento armado se prolongó hasta el 10 de junio, cuando las fuerzas argentinas se rindieron ante el poderío armamentístico y tecnológico de las tropas británicas.

Las relaciones entre ambos países estuvieron interrumpidas desde entonces y hasta los años 90, pero Argentina no ha dejado de pedir el diálogo pacífico en cuanto ámbito internacional le toque actuar a sus autoridades. Argentina «va a seguir con el reclamo de sentarse a dialogar y a negociar» y «recabando apoyos» internacionales, afirmó la presidenta Cristina Fernández este miércoles 25, en sus primeras expresiones públicas al regreso de su convalecencia tras la intervención quirúrgica de las glándulas tiroides a la que fue sometida este mes.

En los dos últimos meses, el gobierno argentino había sumado respaldos de países latinoamericanos que se muestran más comprometidos con la reivindicación de soberanía sobre el archipiélago. El Mercosur (Mercado Común del Sur), conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, resolvió en diciembre en su cumbre semestral en Montevideo impedir que buques con bandera de las islas Falkland, según la denominación británica, recalen en puertos de sus países miembros. La posición fue ratificada individualmente por los gobiernos de esos países ante el ministro de Exteriores del Reino Unido, William Hague, durante su gira por Brasil.

También Chile, como país asociado al bloque, reafirmó que impedirá la presencia de barcos de ese origen en sus puertos. En cambio, ese país no se pronunció aún sobre la reiterada petición argentina de cancelar los vuelos de aprovisionamiento y pasajeros que salen desde la sureña ciudad de Punta Arenas hacia Malvinas.

Merke sugirió que habrá que estar atentos a lo que pueda ocurrir con el guerrillero chileno Galvarino Aplabaza, cuya extradición era solicitada por Chile, donde se lo acusa por el asesinato de un senador. Argentina le dio refugio político en 2010. «Algo tiene que dar a cambio Argentina si quiere que Chile cancele esos vuelos. Pero tengo dudas. Veo a Chile muy reticente. Si lo hiciera, eso complicaría mucho a los isleños», alertó.

La causa argentina también mereció apoyo explícito de países de América Central, recogidos este mes en una gira de su canciller, Héctor Timerman, por Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Guatemala. Ya había recibido un renovado respaldo de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que incluye a los 12 países de la región, de la flamante Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, incluidos los estados anglófonos del Caribe, y de la Organización de los Estados Americanos.

No obstante, Londres sigue negándose a una negociación bilateral por la soberanía, reivindica el presunto derecho de los habitantes de las islas a la autodeterminación y responde a la reclamación argentina reforzando la dotación militar en esos dominios. El primer ministro británico, David Cameron, desestimó los esfuerzos argentinos para forzar un diálogo, calificándolos como «injustificados y contraproducentes», y más tarde tildó de «colonialista» a Buenos Aires por reclamar la soberanía de las islas Malvinas. Su Administración convocó al Consejo Nacional de Seguridad y aprobó un plan de emergencia para aumentar la presencia militar en el archipiélago de cara al viaje que hará en febrero el príncipe Guillermo para un entrenamiento en la Real Fuerza Aérea.

La presidenta argentina le respondió este miércoles 25 recordando que 10 de los 16 conflictos pendientes de resolución en el Comité de Descolonización de la ONU corresponden a Gran Bretaña. «Si se dice eso es porque no se tienen razones ni argumentos», añadió. Fernández diferenció expresamente la reclamación permanente de este país de la invasión militar de 1982 y anunció que creará una comisión que estudie la apertura del llamado Informe Rattenbach sobre el conflicto, declarado secreto militar por la dictadura por 50 años. Ese informe, encargado por la dictadura a una comisión militar presidida por un oficial de ese apellido para investigar la actuación de los uniformados durante la guerra de Malvinas, nunca fue publicado oficialmente.

El politólogo argentino Vicente Palermo, autor del libro «Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea», interpretó no obstante que en el cruce bilateral de acusaciones «hay mucho ruido y pocas nueces». «El gobierno argentino logró un avance diplomático con el apoyo regional, pero no mucho más», indicó. «No veo un progreso importante que vaya a desembocar en un cambio cualitativo en las relaciones de fuerza diplomáticas», advirtió.

Timerman sostiene que América Latina debe unirse en la protección de sus recursos naturales, incluyendo el petróleo y la pesca en torno a las islas reclamadas. Gran Bretaña acaba de decidir la instalación de una segunda plataforma para perforar al sur y sudeste del archipiélago en busca de hidrocarburos, en tanto la empresa estadounidense de Anadarko manifestó interés en el negocio de exploración insular.

Para Palermo, investigador del Instituto Gino Germani de la estatal Universidad de Buenos Aires, tampoco es nueva la posición que este mes reiteró el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, evitando pronunciarse sobre la cuestión de fondo. En un comunicado oficial, Washington reiteró que «reconoce la administración de facto de las islas por parte de Gran Bretaña, pero no tomamos posición con respecto a la soberanía». La portavoz de esa cancillería, Victoria Nuland, precisó que la cuestión es «un asunto bilateral que tiene que ser resuelto directamente entre los gobiernos de Argentina y el Reino Unido».

Esta reiteración fue celebrada por Buenos Aires como «un gran logro para la posición argentina». Como tal, fue «recibida con mucho beneplácito por toda América latina», expresó Timerman. «La estrategia argentina es elevarle los costos a Gran Bretaña todo lo que le sea posible, pero el límite de esa estrategia se ve cuando se inflingen costos a sí misma y ahora también a los aliados a los que les pide que se involucren más», alertó Palermo.

Para este experto, Gran Bretaña «siempre estuvo un poco aislada». «No tiene un gran consenso internacional a sus espaldas» respecto de sus supuestos derechos sobre Malvinas, pero es difícil que Argentina logre aumentar este aislamiento, opinó. «Nada de lo que está ocurriendo me hace pensar que estamos en el curso de un cambio de circunstancias», reiteró Palermo. Si la idea es preservar los recursos naturales, dijo, «lo más lógico sería negociar estas cuestiones directamente». En cambio, Argentina «pone la carroza delante de los caballos al filtrar todo por la red del reclamo de soberanía». «Si todo está supeditado a discutir la soberanía, el asunto seguirá trabado», vaticinó.