Marruecos: muchas promesas, pocas reformas

CASABLANCA, (IPS) - La violenta represión policial a jóvenes manifestantes en Taza, en el noreste de Marruecos, muestran que el nuevo gobierno, lejos de promover un cambio y dar estabilidad, se limita a repetir los mismos errores del pasado y con ello a avivar tensiones y a alentar las protestas sociales.

Manifestantes frente a los juzgados
Manifestación ante los juzgados de Taza(Marruecos)/Foto:Abderrahim El Ouali

A fin de mantener la calma durante la Primavera Árabe, la monarquía lanzó en febrero de 2011 un proceso de reformas y blandió lo que llamó la «excepción marroquí». La nueva Constitución que entró en vigor el 1 de julio de 2011 le dio más potestad al Poder Ejecutivo, al tiempo que se suponía recortaba la autoridad del Rey.

En las elecciones generales de septiembre, el Partido de Justicia y Desarrollo, de tendencia islamista, obtuvo la mayoría y su secretario general, Abdelilah Benkirane, fue nombrado jefe del nuevo gobierno. Pero Benkirane, que presentó en enero su programa al Parlamento, no ha cumplido sus promesas electorales. El compromiso de terminar con el paro, que actualmente es del 19 por ciento de la población económicamente activa, se evaporó tras su nombramiento y solo se ha reducido en un punto porcentual.

Habib el Maliki, presidente del Centro de Coyuntura, dijo a la prensa el 20 de enero que «los planes del gobierno para luchar contra la falta de trabajo no eran suficientes. El programa fija objetivos determinados sin recursos, y todo programa sin recursos está destinado al fracaso».

La oposición pública a las demoras políticas ha corrido como reguero de pólvora y las calles se han vuelto un verdadero campo de minas de tensión. Abdelwahab Zaidun, de 27 años y desempleado, se inmoló en la calle tras una violenta represión de la policía contra jóvenes profesionales sin trabajo que se manifestaban el 21 de enero frente al Ministerio de Educación en Rabat.

La autoinmolación era una práctica rara en el mundo árabe, pero se ha hecho frecuente desde que el verdulero tunecino Mohammad Buazizi se prendió fuego el año pasado, dando pie a la revuelta popular que pasó a conocerse como Primavera Árabe. Zaidun murió el 24 de enero a causa de las quemaduras, y su esposa, de 25 años, declaró llorando a la agencia de noticias Associated Press: «Acuso a makhzen (la elite gobernante) de matarlo».

La muerte de Zaidun, cinco días después de la asunción del gobierno de Benkirane, desató una ola de protestas en todo el país. En varias ciudades, los manifestantes reclamaron la abolición de la monarquía. Una de las manifestaciones más virulentas se registró el 1 de este mes en Taza, una de las zonas más pobres del reino, ubicada 340 kilómetros al noreste de Casablanca.

El nuevo gobierno lanzó entonces a la policía contra los manifestantes, acción que dejó un saldo de 100 personas heridas por ambas partes. Rahim Moktafi, integrante del Movimiento 20 de Febrero, fue testigo de lo ocurrido. «Al principio, la manifestación era pacífica. La policía rodeó la ciudad y cortó las conexiones a Internet y las líneas telefónicas antes de empezar a golpear a todo el mundo», nos dijo. «La policía, incluso, entró en la casa de la gente para golpearla», añadió.

Vídeos compartidos en las redes sociales muestran a civiles denunciando que fueron amenazados de ser golpeados y violados en sus propias casas. «Marruecos siempre fue uno de los regímenes más violentos del mundo, y el gobierno islamista es la mejor máscara para que se mantengan las mismas prácticas que antes», indicó Moktafi.

En vez de promover el tan necesitado cambio, «este gobierno no hará más que extender la tiranía otros cinco años más», apuntó. El malestar contra el «gobierno barbudo», como lo llama la prensa local, no es solo por las confrontaciones con la policía.

En Marrakesh, a 250 kilómetros al sur de Casablanca, donde hubo manifestaciones en solidaridad con Taza, el malestar popular salta a la vista. Abu Zahrah, integrante del movimiento 20 de Febrero de Marrakesh, nos dijo que «la llegada de los islamistas al gobierno solo es una manipulación política del régimen». Otra promesa que hizo durante la campaña Benkirane fue elevar el salario mínimo a 3.000 dirhams, equivalente a unos 353 euros. Pero la decisión se ha pospuesto hasta 2016, dejando ese ingreso en 2.300 dirhams, unos 220 euros.

«El gobierno islamista no tendrá ningún impacto positivo en la vida de los ciudadanos. Lo único que aumentará será la cantidad de mujeres con velo», señaló Rachid Abu Zahrah. No es una ironía. La suerte de los derechos femeninos con el gobierno barbudo preocupa a vastos sectores de la población.

En su discurso de toma de posesión ante el Parlamento a principios de este año, Benkirane eclipsó la protesta de una legisladora contra la falta de representación femenina en su gobierno. A pesar de la cuota de cuatro mujeres, solo hubo una en el gobierno anterior. «El gobierno está en medio de un polo modernista, representado por el movimiento revolucionario 20 de Febrero, y otro tradicionalista», dijo la activista Aziz Nidae, desde Fez.

Pero a juzgar por las últimas acciones y en función de los análisis en la prensa local, el gobierno parece mostrar que su lealtad es hacia los conservadores. De hecho, el periódico Akhbar al Yaum, señala que la palabra «modernidad» está totalmente ausente del programa de acción del nuevo gobierno.