Muere el pintor Antoni Tàpies

Uno de los referentes del arte abstracto de posguerra, Antoni Tàpies, ha muerto este lunes en su casa de Barcelona a los 88 años. Además de pinturas, realizó numerosas piezas de cerámica, tapices, esculturas y ha publicado varios libros de ensayo sobre arte.

Antoni Tàpies
Antoni Tàpies/Foto:canalhub.fotos

Tàpies nació en 1923 en Barcelona en el seno de una familia de la burguesía culta, liberal y catalanista. Entre un padre anticlerical y una madre profundamente católica, el artista buscó su propia espiritualidad en las filosofías orientales, especialmente en el budismo zen. A pesar de la frágil salud que padecía desde hace varios años, había seguido trabajando en su estudio. Uno de sus últimos trabajos estaba dedicado a la reedición en inglés de sus ensayos que ha publicado Indiana University Press, Bloomington & Indianapolis.

El arte para Tàpies era como un juego en el que nos dejamos atrapar «Todos sabemos que es un juego, que es un tuco pero nos dejamos engañar».

El artista, que abandonó los estudios de derecho para dedicarse a la pintura, en la que fue autodidacta, siempre trabajó con la materia, con objetos reciclados como sillas, puertas, libros que para él eran trozos del alma. «No tengo programas estudiados -decía- es puramente lo que me inspira. Yo soy el primer espectador de mis obras y también puedo juzgar si la cosa va bien o no».

Ha tenido gran reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional. El rey Juan Carlos le otorgó en abril de 2010 el título de marqués de Tàpies como reconocimiento a su trayectoria artística.

Fue uno de los fundadores en 1948 del movimiento y de la revista Dau al Set, relacionados con el dadaísmo y el surrealismo. Participó varias veces en la bienal de Venecia, ganó el primer premio Carnegie, el premio Unesco o el premio Príncipe de Asturias de las Artes.

En 1990 abrió sus puertas la Fundación Tàpies creada por el artista para potenciar el arte contemporáneo. En ella está una de sus obras más polémicas. Fue un encargo del Ayuntamiento de Barcelona para decorar la Sala Oval del Palacio Nacional de Monjuic, Tàpies proyectó una escultura que era un calcetín gigante, de unos 18 metros de altura «un humilde calcetín en cuyo interior se propone la meditación y con el que quiero representar la importancia en el orden cósmico de las cosas pequeñas»explicó. Se organizó un gran revuelo y no hizo la obra, pero una reproducción de 2,75 metros está en la terraza de su Fundación.