Netanyahu: ¡es la economía, estúpido!

Dos días después de las elecciones, el Comité Electoral Central anuncia la ruptura del empate técnico en favor de las diferentes formaciones gubernamentales de derecha y ultraortodoxas, en detrimento de la oposición de centro-izquierda y árabe Pese a la victoria, Netanyahu recibe un duro toque de atención sobre su política y tendrá más difícil si cabe la elaboración de un nuevo gabinete

Carteles de Netanyahu
Publicidad electoral en tel Aviv (Israel)/ Foto: E. Salceda

El primer ministro conservador Benjamín Netanyahu forzó el pasado octubre la disolución del Knéset y la convocatoria de elecciones anticipadas, previstas para octubre de 2013.

Confiaba en que la creación de una coalición de derecha Likud-Israel Beitenu y su discurso de firmeza ante palestinos e iraníes le harían aumentar el apoyo parlamentario. «Bibi» –como le llaman sus seguidores- preparó la campaña electoral como una especie de referéndum a su política de halcón, esperando que una holgada mayoría le permitiría aprobar fácilmente un presupuesto restrictivo para 2013 e incluso, como afirman algunos analistas israelíes, obtener carta blanca para un hipotético ataque a Irán en un futuro cercano. Craso error.

Difíciles negociaciones en el seno de la derecha

La lista conjunta conservadora Likud-Beitenu -encabezada por Netanyahu- fue la lista más votada, pero sufrió un serio retroceso al alcanzar únicamente 31 escaños, once menos que los registrados en 2009 cuando se presentaron por separado.

Gran parte de los votantes conservadores israelíes redirigieron su voto hacia Habayit Haychudi (Casa judía), del ultranacionalista Naftali Bennett. Con sus 11 escaños –ocho más que en 2009- será clave en cualquier formación de gabinete por parte de Netanyahu; sin embargo Bennett, ex jefe de gabinete del propio Netanyahu antes de su caída en desgracia se cobrará un alto precio por su apoyo.

Las dos principales listas ultraortodoxas, los sefardíes Shas y los asquenazíes Unidad por la Torá y el Judaísmo, analizaron positivamente los 11 y 7 diputados obtenidos en el Knéset, máxime cuando las encuestas les otorgaban un menor número.

El gran triunfador de estas elecciones es sin duda el centrista Yesh Atid (Hay Futuro), del presentador estrella de televisión Yair Lapid. Esta recién constituida formación política, ninguneada e incluso ironizada durante la campaña electoral, ha sido la segunda formación política en las elecciones al conquistar 19 escaños.

Lapid anunció durante la misma noche electoral que no bloquearía la formación de un nuevo gobierno de Netanyahu. Aunque económicamente pueda definirse Yesh Atid como un partido neoliberal –apoyan los recortes sociales presentados por Netanyahu-, sus posiciones respecto al proceso de paz con los palestinos y las críticas realizadas al incremento de los asentamientos en Cisjordania –defienden la existencia de los mayores asentamientos, como Ariel, pero abogan por el desmantelamiento de los pequeños- le han granjeado el desprecio dentro de los sectores más conservadores del país. Su convivencia dentro de un mismo gabinete con los ultraortodoxos sería una bomba de relojería de imprevisibles consecuencias.

Netanyahu deberá buscar la cuadratura del círculo, allanando antiguas disputas con su ex pupilo Bennett por una parte, pero también reconciliando dos visiones antagónicas dentro de su gabinete respecto a la influencia de la religión en el Estado de Israel:

Los líderes de Israel Beitenu y Habayit Haychudi, Lieberman y Bennettt respectivamente, son firmes partidarios del laicismo: exigen que los haredim –estudiantes religiosos de la Torá- sean también reclutados por parte del Tházal, que se den más facilidades para la conversión al judaísmo y la obtención de la ciudadanía israelí de los más de 300.000 rusos que la han solicitado o incluso son partidarios de los matrimonios civiles.

Los partidos ultraortodoxos y gran parte del Likud no ven con buenos ojos estas propuestas.

izquierda

El Partido Laborista logró 15 diputados –dos más que en 2009-, y aunque queda lejos aquel gran partido hegemónico de la izquierda israelí parece haber encontrado en Shely Yachimovich una líder con un rumbo fijo.

Meretz, partido izquierdista y pacifista (fue la única formación de Israel que se opuso a la operación lanzada por el ejército israelí en Gaza el pasado noviembre) llegó a los seis escaños, duplicando su representación parlamentaria.

La ex primera ministra Tzipi Livni consiguió que su partido-creación Hatnuah (El Movimiento) irrumpiera en el Parlamento con otros seis diputados.

La centrista Kadima se desplomó pasando de ser el partido más votado en 2009 con 28 diputados a los escasos dos escaños presentes. La única lectura positiva que saca Shaul Mofaz, su líder, es que aún siguen con vida.

Las tres listas árabes, Liga Árabe Unida Ta´al, Balad y los excomunistas Hadash (única lista judeo-árabe de Israel), se alzaron en su conjunto con otros once diputados. Pese a que el 21% de la población de Israel es árabe, su participación en los comicios es siempre muy inferior a la media del país, pues como nos dice Hesham Hammoudi, regente de un pequeño establecimiento en Jerusalén donde se puede fumar narguile y beber té verde «es difícil conjugar la defensa de los derechos de la población árabe dentro de Israel con enarbolar la bandera de la causa Palestina o la crítica a la situación humanitaria de Gaza».

Gran parte de la población árabe ve la participación en el proceso electoral como una forma de colaboración y a los representantes políticos árabes dentro del Knéset como traidores, pese a que estos han demostrado que su acción política ha provocado ciertas mejoras sociales.

Causas del descenso conservador y la revitalización de la izquierda

Parafraseando al asesor de Bill Clinton durante la campaña de 1992, James Carville, podríamos espetarle a Netanyahu «Es la economía, estúpido».

Netanyahu no supo interpretar las protestas que recorrieron el país en el verano de 2011. El ciudadano medio israelí no está en este momento tan preocupado por la reanudación o no del proceso de paz con los palestinos –paralizado desde hace dos años- ni apoya en su mayoría una política agresiva, al menos en este momento, respecto a Irán.

A la población le preocupa de manera más acuciante la escasez de viviendas para jóvenes, el incremento de la inseguridad ciudadana y el poder de las mafias (el último incidente fue el intento de asesinato mediante coche bomba en Tel Aviv, en plena campaña electoral, de un conocido mafioso) y, por encima de cualquier aspecto, el drástico recorte económico llevado a cabo.

Si bien es cierto que el conjunto de la clase política está de acuerdo en que el déficit público del 4´2% del PIB debe ser atajado, las soluciones planteadas son dispares. Por un lado el conjunto de partidos conservadores y ultraortodoxos – y también Lapid y Kadima- abogan por una reducción drástica de inversión en Sanidad y recortes al funcionariado; por otro la izquierda israelí defiende que el recorte sea en gastos de Defensa, y en la retirada de las ayudas a los ultraortodoxos y a los colonos de los asentamientos en Cisjordania.

Después de mucho tiempo el electorado de centro-izquierda se ha movilizado. Ello explica el 67% de la participación en estas elecciones (un 4% más que en las de 2009).

Netanyahu debería haber escuchado la voz de la calle, voces como la de Mihaela Dykler, pensionista de origen rumano que emigró a Israel en 1997. Mihaela nos comenta en el restaurante rumano Haim Nelo de Tel Aviv un dato revelador de la situación económica real de la gente corriente: «Las autoridades alardean de que en los últimos cuatro años han conseguido reactivar la aliyá –política de atracción de los trece millones de judíos que se calcula viven repartidos por todo el mundo-; yo no sé si serán ciertas las cifras que ofrecen, pero lo que puedo decir es que durante los últimos años la precariedad económica es también patente aquí en Israel. Conozco a muchos judíos rumanos que han decidido emigrar a Canadá, Francia o Estados Unidos. Hace unos años había varios restaurantes rumanos en Tel Aviv, ahora éste es el último».

Las cifras parecen darle la razón, si bien la situación económica mundial ha reactivado la emigración desde varios países hacia Israel –de 2003 a 2007 el Ministerio de Absorción estaba sumamente preocupado por la práctica ausencia de llegadas-, se está produciendo un fenómeno en teoría paradójico, la emigración de judíos residentes en Israel en busca de un futuro mejor.

El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, hizo un llamamiento a favor de reanudar las negociaciones de paz con las autoridades palestinas. La pelota está ahora en el tejado de Benjamín Netanyahu. Debe decidir si se obstina en mantener su política agresiva respecto a los palestinos e Irán y los recortes masivos a las clases medias israelíes o si, por el contrario, busca atraerse sectores más centristas e incluso laboristas para llegar a pactos nacionales e internacionales más amplios. Halcón o paloma, en pocos días sabremos su decisión.